A inicios de 2021 se desató una de esas oleadas de indignación y cancelaciones que vienen siendo características de la cultura estadounidense, referida a la falta de diversidad en la composición de la Asociación de la Prensa Extranjera de Hollywood (HFPA), que otorga los Globos de Oro. Pese a que la HFPA reaccionó de inmediato con medidas para ampliar su diversidad y representatividad, varios artistas y empresas manifestaron públicamente que no participarían en actividades vinculadas a ella, y el canal NBC, ámbito tradicional del programa de la entrega de premios, se rehusó a transmitir la ceremonia 2022, que no fue televisada. En el correr del año las medidas de reforma interna de la HFPA se radicalizaron, la asociación puso mucho énfasis en los millones que dona anualmente a causas de beneficencia, las aguas se calmaron un poco y la NBC decidió otorgar un changüí a los Globos de Oro, que sí se van a transmitir, aunque ya no un domingo, como era tradicional, sino un desprestigiado martes, esta noche, 10 de enero.

La HFPA es una asociación relativamente cerrada, que cuenta actualmente con entre 90 y 96 miembros (el propio sitio de la asociación es incongruente con respecto al número exacto), mayormente residentes en Los Ángeles, que escriben para medios no estadounidenses. Son corresponsales para por lo menos 47 países y algunos medios considerados “globales”. Esos miembros incluyen a un uruguayo (Gabriel Silva, que supo trabajar en Canal 10 y escribir para el suplemento Sábado Show de El País). No sé si fue cierta la acusación publicada en 2021 en Los Angeles Times, según la cual no había entonces ni un solo negro en la HFPA. Actualmente, luego de las reformas y a juzgar por las fotos, hay unos cuantos que podrían describirse así. De todos modos, alrededor de la mitad de los periodistas son europeos o escriben para medios europeos, mientras que los cinco africanos (5% del total) se reducen a cuatro egipcios y una sudafricana blanca.

La manera que se encontró de ampliar rápidamente la representatividad de los Globos de Oro sin desfigurar demasiado la composición de la HFPA consistió en introducir un cuerpo de votantes internacionales, 103 críticos de diversos países, no residentes en Los Ángeles, no integrantes de la asociación, pero elegidos con una especial atención hacia distintos factores de diversidad. Dado que cada uno de esos votos extra vale lo mismo que el de los miembros de la HFPA, ese recurso duplicó el cuerpo electoral e implicó una modificación más drástica en la demografía de los votantes, que ahora tiene una leve mayoría de mujeres, un notorio incremento en la cantidad de países e idiomas representados, un ligero achique en la participación de europeos y un considerable incremento en la presencia de africanos (incluidos 12 que son negros) y latinoamericanos.

Pequeño testimonio personal

Entre los latinoamericanos seleccionados para integrar el cuerpo de votantes internacionales de los Globos de Oro hay un nuevo representante de Uruguay, que figura como periodista de la diaria y que es precisamente a quien están leyendo en este momento. Así que cargo con aproximadamente 1/100 de la responsabilidad de quienes reciban el premio en la categoría Cine (los votantes se candidatean a una de las dos grandes categorías, Cine o Televisión, y sólo pueden votar en su categoría; estoy asumiendo que los votantes en la categoría Cine son cerca de la mitad).

En calidad de votante para los Globos de Oro, recibí algunas invitaciones a avant premières en sendas salas cinematográficas de Los Ángeles, en las que seguramente hubiera disfrutado de deliciosos tragos y comiditas y hubiera podido aparecer en alguna foto, quién sabe, junto a Ana de Armas o Ralph Fiennes, luego de ver algún preestreno proyectado con sonido Dolby Atmos. Como esas gentiles invitaciones no incluían pasaje aéreo ni hotel, bueno, en fin: muchas gracias. Netflix ofreció regalarme y enviarme por correo unos preciosos libracos de lujo en color con copiosa información e imágenes de, respectivamente, Pinocchio y Glass Onion, pero de inmediato la HFPA observó que ese tipo de regalos no se admite, estimo que para evitar que se caractericen como soborno. Me concedieron, eso sí, acceso a versiones digitales de esos libros, no descargables. Algo es algo.

Lo que sí me otorgaron fue acceso gratuito, por un tiempo limitado, a un montón de plataformas a las que nunca pensé suscribirme. En mi cuenta de Netflix se habilitó una pestaña especial para contenido exclusivo, y pude ver ahí varias películas antes que la mayoría de los mortales. Me enviaron alrededor de un centenar de screeners (enlaces para visionar películas, casi siempre mediante rigurosos criterios de seguridad que generaban marcas de agua que me identificaban, no sea cosa que se me ocurriera piratearlas). Lo mejor es que me mandaron, en PDF, los guiones originales de algunas películas, como herramienta para evaluarlas mejor y para apreciar la escritura con miras al premio de Mejor Guion (no las usé con ese fin, ya que me resulta más adecuado evaluar el producto terminado, pero los archivé porque es tremendo material de estudio y para dar clases). Menos interesante, recibí también enlaces de audio para escuchar las bandas musicales y canciones, a efectos de las premiaciones en esas categorías.

Acostumbrado a las dimensiones tanto más modestas de los premios de la Asociación de Críticos de Cine del Uruguay (ACCU), me resultó curioso ver la forma desembozada en que las productoras manijean sus películas para los votantes. Llegaron varios emails genéricos, agradeciendo a quienes votan por los Globos de Oro por haber nominado a tal y tal artista. En algunos casos, había textos de agradecimiento firmados por los implicados, o enlaces a videos en que esos personajes se declaraban muy contentos de haber sido elegidos. También había emails diciendo algo así como “Queremos enfáticamente llamar la atención sobre el trabajo de tal actriz, que fue muy elogiado en tal y tal medio importante”, eventualmente acompañado de un videíto con un montaje ilustrando su desempeño en la película en cuestión. En el medio cinematográfico uruguayo hay como un pudor (o la repercusión del premio local no es la suficiente) como para dar lugar a esa actitud tipo “¡voten por mí!”, aun si el marco de esa especie de pequeña campaña electoral se confina, muy dignamente, al ámbito argumentativo y razonable, nada que ver con las elecciones políticas.

Las nominaciones

Me encantó la experiencia de ser votante de los Globos de Oro y ojalá que se repita. Siempre me pareció que el criterio de representatividad de un cuerpo electoral por “tipos de personas”, característico de este momento cultural que privilegia tanto lo identitario, no tiene mucho sentido, porque es como asumir que un negro vota a negros, un blanco a blancos, una mujer a mujeres, etcétera, menospreciando una cantidad de otros factores. De hecho, a juzgar por las nominaciones a los Globos de Oro que se van a entregar este martes de noche, la modificación en la demografía del cuerpo de votantes no parece haber tenido una incidencia significativa. En las dos categorías principales de mejor película (Mejor Película Dramática y Mejor Musical o Comedia) no entró una sola película en idioma no inglés (esas categorías no son exclusivas de películas en inglés, a diferencia de lo que dice en Wikipedia: las películas extranjeras estrenadas en Los Ángeles en 2022 sí constaban entre las opciones para ambas categorías). Ninguna de ellas está dirigida por una mujer o por una persona negra. En ambas categorías entró una mayoría de películas hollywoodenses de altísima visibilidad acompañadas de algún título de prestigio europeo bien promocionado (respectivamente, la británica Tár y la sueca Triangle of Sadness). Top Gun: Maverick, esa especie de “rápidos y furiosos” aéreo lleno de clichés, de espíritu miliquero e imperialista, es “mejor”, según esa votación, que Argentina, 1985, El suplente, Armaggedon Time, Aftersun y Close.

Tampoco hay obras dirigidas por mujeres en la categoría de películas en idioma no inglés. La categoría de “mejor película” que generó la nominación más inclusiva terminó siendo Animación, que incluye un animé hablado en japonés (Inu-oh) y una producción de Pixar dirigida por una mujer sinocanadiense (Turning Red, de Domee Shi). Quitando la categoría específica de Mejor Película en Idioma No Inglés, de 65 nominaciones, sólo dos se corresponden a películas en otro idioma (la mencionada candidatura de Inu-oh como mejor película animada, y la de la canción “Naatu naatu”, de la película hindú —hablada en telugu— RRR). En cambio, hay una presencia considerable de elementos queer: personajes protagónicos homosexuales en Tár, The Whale, The Inspection y Glass Onion, actuados o no por actores homosexuales; varios más en papeles secundarios; una película de un director gay (la belga Close, de Lukas Dhont).

De todos modos, el corpus de 36 películas que compiten a uno o más premios incluye mucha cosa muy digna de atención. Está, sobre todas las cosas, esa pequeña obra maestra de Steven Spielberg, The Fabelmans, coming of Age de inspiración autobiográfica y que es también un homenaje al cine y, sobre todo, al cine tal como se consumía, se hacía y se vivía en la infancia y juventud del cineasta. El homenaje nostálgico al cine también está en Empire of Light, de Sam Mendes, ambientada en un cine de Jersey, Inglaterra, en la década de 1980, con una estupenda actuación de Olivia Colman; y en Babylon, de Damien Chazelle, que es bastante irregular pero tiene una escena cómica de antología sobre las complicaciones inherentes a los primeros años de la incorporación del sonido, y que cuenta con una actuación brillante —como siempre— de Margot Robbie.

Tár, de Todd Field, es una de esas raras películas ambientadas en un medio artístico en las que el arte no es sólo un componente de prestigio kitsch, sino un asunto abordado con seriedad, a la par del estudio de un personaje complejo (increíble Cate Blanchett) y varias cuestiones vinculadas con el abuso sexual y la cancelación.

Curiosamente, frente al mayor prestigio que suelen tener las películas de tono serio, las dos que tuvieron la mayor cantidad de nominaciones están clasificadas en la categoría “musical o comedia”. Una es la irlandesa The Banshees of Inisherin, de Martin McDonagh, que conquistó ocho muy merecidas nominaciones con su cuento peculiar de la rotura del vínculo entre dos viejos amigos en una islita durante la guerra civil de inicios del siglo XX. Hay mucho de cómico en esa película, pero es una comedia que no ríe, y en realidad la historia es tristísima, trágica incluso. La otra es Everything Everywhere All at Once, de Daniel Scheinert y Daniel Kwan, una demencia despampanante, prodigio de montaje y continuidad, llena de ridículo y humor pavo.

Más allá de la maravilla que es The Fabelmans, de la experiencia visual alucinante que es Avatar: el camino del agua, del encanto de casi todas las nominadas a Mejor Animación, de las actuaciones de Bill Nighy en Living y de Brendan Fraser en The Whale, la categoría que obtiene la mayor concentración de interés es la de películas en idioma no inglés, relegada por la mayoría de los votantes a una especie de gueto especial dentro de la hegemonía anglocéntrica. Si llegara a ganar, Argentina, 1985 podría llegar a ser la segunda película argentina (y tercera latinoamericana) en ganar ese premio desde su establecimiento en 1965. Si eso llega a ocurrir, lo mismo que en el fútbol, no será sólo una cuestión de suerte, sino un resultado del acopio de talento, creatividad y agallas del país vecino.