Luego de un fulgurante paso por cines, llega a Star+ uno de los más grandes éxitos del 2022 (tan así que se menciona incluso para los próximos Premios Oscar). Y a priori puede parecer exagerada tan buena recepción para este rescate nostálgico de uno de los filmes emblemáticos y piedra fundacional en la carrera de Tom Cruise, pero lo cierto es que Top Gun: Maverick supera con creces tanto su película madre como a casi cualquier otra película de acción contemporánea (habría que irse a Corea para buscarle rival).

Corría 1986 y Tom Cruise ya era una estrella, o al menos se estaba constituyendo en una. Había destacado dentro de elencos corales en películas cómo Taps (Harold Becker, 1981) o particularmente The Outsiders (Francis Ford Coppola, 1983) para protagonizar luego una de las más grandes comedias estadounidenses de esta década: Risky Business (Paul Brickman, 1983) donde se transformó ipso facto en uno de los íconos jóvenes de la meca del cine, a puro carisma y personalidad. Pero la pata de “héroe de acción” que lo sostiene en el tope de la industria hasta el día de hoy comenzaría en 1986 con Top Gun, del artesano siempre eficaz Tony Scott, una pieza estándar del cine bajo el gobierno de Ronald Reagan, con su propaganda anti soviética, sus héroes rubios y musculosos, sus trepidantes escenas de acción.

De hecho, son las escenas de vuelos y combates (todos realizados en acción real, años antes de que cualquier CGI pudiera emularlas) lo que mejor sobrevive de un filme que ha envejecido lo suyo y hasta se ha tornado involuntariamente gracioso (a este respecto, el largo monólogo de Quentin Tarantino sobre Top Gun en su propio segmento de la antología Four Rooms se ha vuelto un gag en sí mismo), pieza emblemática de un tipo de cine y una época.

¿Cómo es posible, entonces, que rescatar algo así en 2022 tenga algún sentido? Lo tiene porque Tom Cruise no es el mismo de aquel entonces y porque Top Gun: Maverick es, por sí misma y sin ninguna conexión innecesaria con el pasado, una enorme película de acción.

Blockbuster estilo Siglo XX

Ha pasado el tiempo para Pete “Maverick” Mitchell, el otrora as de la aviación naval de Estados Unidos, hoy reconvertido en audaz (no, sí va a ser otra cosa) piloto de aviones de pruebas. No sólo el tiempo le ha pasado a él, sino al propio concepto de piloto de combate sustituido cada día más por drones controlados a distancia. Maverick, tan rebelde e independiente cómo siempre (cómo el actor que lo interpreta, no le han pasado los años) cada día encuentra menos su lugar en una industria tecnificada y automática.

Esto hasta que surja la misión específica que necesita de sus conocimientos: una base enemiga (como el mundo hoy es otro, queda en completa nebulosa dónde está ubicada y quiénes son los enemigos) se prepara para algo muy malo, la situación geográfica sólo permite un ataque manual prácticamente imposible y el único capacitado para entrenar a los pilotos de hoy para cumplir la misión es el mejor de los pilotos del ayer: nuestro héroe.

Por supuesto que no hay la menor duda ante el devenir de los acontecimientos. Los choques que tendrá Maverick con sus reticentes alumnos (en particular con el hijo de su antiguo compañero Goose, interpretado con convicción por Miles Teller), los choques con las autoridades, el entrenamiento y, finalmente, la misión. Todo de manual se podría decir, sí, pero es el manual “acción estilo 80s” y eso la hace, hoy por hoy, una verdadera rareza y realza completamente su eficacia. Si en esencia es prácticamente la misma película que en 1986 (bueno, casi) aquí la nueva versión depura todo lo vetusto y se presenta aceitada cómo pocas. Todo funciona perfecto: el vértigo, los personajes secundarios (al mencionado Teller se le suman Jon Hamm, Mónica Bárbaro, Glen Powell, Lewis Pullman, Ed Harris, Jennifer Connelly como interés amoroso, y un precioso rescate para Val Kilmer, en el guiño nostálgico por completo adecuado), las escenas de acción y aventura –que, una vez más, son realizadas in situ y de a de veras, con Cruise pilotando el avión cómo suele hacerlo– que tienen, en particular en su media hora final, al público al borde del asiento.

En cierto modo haciendo un símil de su Maverick con su condición de héroe de acción tradicional, Tom Cruise pisa fuerte una vez más y demuestra que, aunque sea un tipo de cine que está evidentemente de salida, todavía le queda nafta en el tanque cómo para mantenerlo y mantenerse vigente un poco más. Y nosotros, los espectadores, agradecidos.

Top Gun Maverick. 130 minutos. En Star+.