Dos años hubo que esperar, en la quietud de la pandemia, para que las mujeres y disidencias del Abya Yala –como llaman los pueblos originarios precolombinos a América– nos volviéramos a encontrar en Argentina. En esta oportunidad, nos dimos cita más de 100.000 mujeres y disidencias durante los pasados 8, 9 y 10 de octubre en la ciudad de San Luis, en territorio de los pueblos huarpe, comechingón y ranquel, lugar elegido como sede del 35° Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Trans, Travestis, Bisexuales, Intersexuales y No Binaries. Durante las tres jornadas, las participantes asistieron a 100 talleres divididos en 15 ejes temáticos, marcharon contra los travesticidios y transfemicidios, y protagonizaron una marcha final en la que unieron los más diversos reclamos.
Fue el primer encuentro que tiene lugar luego de aprobada la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo en Argentina, una lucha de mujeres de varias generaciones que conquistaron en las calles el derecho a decidir, hermanadas bajo el color verde. Pero quizás tan importante como aquello sea que, luego de arduos debates dentro de la comisión organizadora del encuentro, se cambió formalmente el nombre –que hasta ahora era Encuentro Nacional de Mujeres– para incluir a buena parte de las disidencias y nombrar a las nacionalidades que no se sienten representadas por el Estado Nación poscolonial y racista que expulsó a los pueblos originarios de sus territorios mediante la violencia y el genocidio.
Buena parte del Partido Comunista Revolucionario resolvió no adherir a esa demanda y, luego de perder su histórica hegemonía, optó por convocar en noviembre a otro encuentro con el viejo nombre, que para la mayoría excluye y queda chico.
Al cierre de las jornadas en San Luis, se eligió la sede para el encuentro del año que viene: será en Bariloche, provincia de Río Negro.
Responsabilidad de Estado
Entre los distintos temas que se abordaron durante el encuentro estuvieron presentes la violencia y, sobre todo, el reclamo urgente para que el Estado se haga responsable frente a las desapariciones forzadas, las víctimas de trata, y la problemática de los femicidios y transfemicidios. “Quiero a mi hija con vida y de regreso; el Estado es responsable”, gritó desde el estrado, en la apertura del encuentro, Yamila Cialone, mamá de Guadalupe Lucero, una niña de seis años desaparecida de su casa en San Luis hace 15 meses. Desde abajo, las demás gritaban: “¡No estás sola!”, y reclamaban: “¿Dónde está Guadalupe? ¡Viva se la llevaron, viva la queremos!”. También se reclamó por la aparición con vida de Tehuel de la Torre, joven trans que se encuentra desaparecido desde marzo de 2021.
Los encuentros están plagados de nombres y fotografías de mujeres y disidencias que no están, que fueron desaparecidas o asesinadas, y ahora miran desde las manos de las que tomaron su mirada como causa. Nos sostenemos en el dolor, porque son muchas las que faltan. En la apertura del encuentro de San Luis, también abrimos nuestras heridas y se las gritamos al mundo mientras una capa de tierra volaba por el lugar y se nos mezclaba con el llanto.
Durante el taller “Mujeres trans, travestis, transexuales y transgéneros”, que se realizó en el primer día del encuentro, una chica trans tomó el megáfono e insistió: “Necesitamos salir a las calles, discutir esto mismo en nuestros pueblos. Tienen que entender que tenemos derecho de estar presentes, de ser escuchades, de estar vives; yo tengo miedo de que la esperanza de vida para nosotres sea de 30 años”, expresó, y recordó a las personas trans que no sobrevivieron pero lucharon hasta el final.
Más tarde, ese mismo día, se desarrolló la marcha contra los travesticidios y transfemicidios. San Luis es una ciudad de 100.000 habitantes, nada habituada a un evento de estas características, que dobló su población durante el fin de semana. Una vecina filmaba sorprendida la inmensa marcha que pasaba por la puerta de su casa. Una vendedora veía el tumulto a través de la persiana a medio bajar de su negocio, en cuclillas, junto con otra chica que sostenía un bebé, como si estuvieran espiando, con curiosidad y asombro. Dos adolescentes miraban a través de los cuadros de las ventanitas de su puerta con sonrisas cómplices, felices de lo que captaba la retina: mujeres que cargaban bombos, mujeres que sostenían banderas, mujeres que cantan desnudas y que gritaban de amor y de rabia. Mujeres que recorren las marchas con inciensos sahumando. Mujeres que no se rinden, que nunca se rindieron. Mujeres que cantan decididas a cambiarlo todo.
Presas políticas y racismo
Hubo un énfasis especial en el reclamo por la liberación de las siete mujeres presas de la comunidad mapuche Lof Lafken Winkul Mapu, ubicada al sur de Bariloche, que fue brutalmente reprimida y desalojada de sus territorios por el comando unificado de fuerzas de seguridad federales el 4 de octubre. Algunas mujeres incluso fueron apresadas con sus bebés, otra estaba embarazada de 40 semanas y tuvo que parir en un hospital, lejos de su comunidad, rodeada de policías. Por este episodio, de hecho, renunció días después la ministra de las Mujeres, Géneros y Diversidad argentina, Elizabeth Gómez Alcorta.
“¡Libertad, libertad a la machi por luchar!”, fue una de las consignas coreadas en el encuentro, debido a que una de las detenidas es Betiana Colhuan, machi, es decir, autoridad ancestral del pueblo mapuche que se ocupa de la salud física y espiritual de las personas y las comunidades.
Durante la marcha que cerró el encuentro, Aguilén Monsalva, de Neuquén capital, ataviada con su traje tradicional mapuche, en medio del jolgorio de bombos y cánticos, se tomó unos minutos para contarle a la diaria que participó en las jornadas en representación “de su mamá, de sus abuelas y de todas las mujeres que están luchando”. Lamentó que en la actualidad el Estado siga cometiendo “estas atrocidades colonialistas”, en referencia a la represión contra la comunidad mapuche en Bariloche. Consultada sobre la participación efectiva de las mujeres originarias en el encuentro y en el propio movimiento feminista, dijo que ella siempre se sintió representada y que “nunca se nos dejó de brindar espacio en los encuentros de mujeres”, aunque reconoció que “quizás ahora, siendo plurinacional, exista mayor visibilidad, que era lo que muchas compañeras necesitaban”. “Celebro este avance y ojalá sirva para la posteridad, para ver cómo se va formando esta nueva sociedad feminista”, agregó.
Otro de los ejes centrales del encuentro fue la protección del territorio y del ambiente, una discusión marcada por la demanda de una Ley de Humedales que desde hace diez años está trancada en el Congreso argentino y que logró colarse en la agenda nuevamente el mes pasado, en medio de los incendios forestales que se registraron en las provincias de Santa Fe y Entre Ríos. En distintos talleres también se plantearon otras formas de “ecocidio”, como los pueblos fumigados, la megaminería y el fracking, o la patentización de las semillas.
De Abya Yala a Kurdistán
Desde hace años las mujeres kurdas tienen una participación activa en el emblemático encuentro. De hecho, una de las expositoras en el acto de apertura y en varios talleres fue Dilda Roj, integrante del Movimiento de Mujeres de Kurdistán, que denunció los ataques del gobierno fascista del presidente turco Recep Tayyip Erdogan contra civiles en las montañas de Rojava, y en general en las regiones kurdas de Siria e Irak.
También resonó en el encuentro el nombre de Mahsa Amini, la joven iraní de 22 años que murió en setiembre tras ser detenida por llevar mal puesto el hiyab, y cuyo caso desató multitudinarias manifestaciones lideradas por mujeres en contra del régimen, que todavía se mantienen.
En tanto, el domingo se desarrolló la asamblea del Abya Yala, en la que se realizó una ceremonia para hacer un pacto feminista, recordar y pedir fuerza a nuestras ancestras y enviar fuerza a las mujeres que se encuentran luchando. Allí resonaron los nombres de mujeres latinoamericanas asesinadas en la lucha por la justicia social y la protección medioambiental, como la brasileña Marielle Franco y la hondureña Berta Cáceres. Las fueron nombrando una a una mientras todas gritábamos “¡presente!”. Porque lo están. También se mencionó el “duro golpe” que significó el rechazo a una nueva Constitución en Chile. Saludamos al sol, a la luna, al viento y al agua en las cuatro direcciones. “Saludamos a los vientos que vienen”, dijo una mujer mapuche que conducía la ceremonia; “que vengan esos vientos, que vengan a arrasar”.
Hijas de la tierra
La poeta uruguaya Amanda Berenguer escribía en su autobiografía: “Emily fue la primera que me comunicó en voz baja que ‘vivimos en peligro de magia’”. La modernidad excluye lo que no puede explicar o entender, así como excluyó lo personal durante tanto tiempo. En los encuentros de mujeres y disidencias coexiste todo, aunque para muchas todavía es motivo de vergüenza militar en sus espacios políticos y creer en el poder sanador de las plantas, en la sabiduría ancestral de las mujeres, en la magia. En este contexto, uno de los talleres más concurridos fue el que abordó los vínculos de la plurinacionalidad con la medicina ancestral y la espiritualidad. Tanto es así, que el taller llenó cuatro salones desbordados y hubo que habilitar un salón de actos. Una mujer sindicalista tomó la palabra y contó sobre sus prácticas con el cultivo de plantas sanadoras, pero también aclaró que dudó mucho sobre si debía hablar, porque en sus espacios no está bien visto. A pesar de que la mayoría practica o participa en espacios espirituales, sigue siendo motivo de ocultamiento.
“No hay medicina tradicional ni individual que aguante si seguimos destruyendo el medioambiente”, dijo otra de las participantes. Reivindicó así la necesidad de medidas concretas para preservar los territorios si queremos alcanzar el “buen vivir”, un concepto que encierra la propuesta política, social y cultural (de la que hablan muchos pueblos originarios de América y que está presente desde hace algunos años en las constituciones de Ecuador y Bolivia) de construir, en oposición al capitalismo, otro modelo de organización social y estatal que sea comunitario y ancestral.
Marcha final
Grupos de mujeres y disidencias iban de todas partes hacia el Parque de la Cerámica para concurrir a la marcha final del encuentro. Para la mayoría, era la primera vez en la ciudad y había muchas autoconvocadas que se preguntaban unas a otras dónde era la marcha, por qué calle había que transitar o simplemente seguían a la manada.
Entre las que marchaban estaban las integrantes del colectivo Católicas por el Derecho a Decidir y las feministas cristianas de Sororidad & Fe, que en ambos casos participaban por primera vez en este encuentro. “Es una posición incómoda, pero estamos aprendiendo a conjugar ambas cosas porque entendemos que hay muchas mujeres evangélicas y católicas que tenían estas ideas; de hecho, nos enteramos hace poco de que dos fundadoras del encuentro compartían nuestra fe”, comentó Natalia, de Sororidad & Fe, a la diaria. “Entendemos que la lucha de las mujeres también viene por el lado de la fe cristiana”, agregó. Una chica que marchaba a su lado portaba un cartel que rezaba: “Bienaventuradxs quienes abrazan a todas las personas, sin importar su credo, etnia o identidad, porque ellxs traen el reino de Dios a la tierra”.
Natalia dijo que el colectivo se une a las marchas de los 8 de marzo desde 2019, pero que era la primera vez que marchaban en un encuentro plurinacional de mujeres. “A este encuentro vinimos un poco como espectadoras a ver cómo se iba a tomar nuestra presencia, pero estamos muy contentas por cómo nos han tratado las compañeras y compañeres”, señaló.
Detrás de ellas iban las Socorristas en Red, una gran columna de mujeres con pelucas rosadas que cantaban canciones a favor del aborto legal. Julieta, una de las integrantes, explicó que integran una red de colectivos a nivel nacional –también presentes en Uruguay, Bolivia, Paraguay y Brasil– que acompañan a las mujeres y personas gestantes que deciden abortar. “El Estado no garantiza el acompañamiento y para vivir un mundo feminista somos las mujeres y disidencias quienes tenemos que construir el mundo que queremos”, enfatizó en ese sentido. “Estábamos con mucha manija por estos dos años en los que no pudimos juntarnos, y es el primer año con aborto legal, así que teníamos muchas ganas de encontrarnos y discutir lo que haya que discutir en los espacios que corresponden, que son estos: colectivos, horizontales y participativos”, expresó.
Una luna llena enorme acompañó como testigo la marcha elevándose en el cielo a medida que avanzaba la marea. “El universo está con nosotras”, dijo una chica que observaba desde la vereda las columnas de las organizaciones que se sucedían coreando canciones, corriendo y saltando con sus banderas y sus instrumentos de percusión. Había madres con sus hijas e hijos, acuerpando a los bebitos con un brazo mientras agitaban el puño con el otro.
Hay una magia poderosa en la lucha en las calles. Cuando le damos lugar al estar juntas y la diferencia se disuelve como la sal en el agua. Cuando prevalece el poder de nuestros ritos, de nuestros cantos elevándose en conjunto, y no el poder patriarcal de ocupar un sillón. “Somos todas hermanas unidas y diversas”, entonaba la organización barrial La Poderosa mientras uníamos los pasos. O como repetía la autoridad indígena en la asamblea de Abya Yala: “Este es un pacto, nuestro pacto feminista, así sea y así será”.
Operativos y rumores
Desde la previa del encuentro, un gran operativo policial rodeaba la iglesia catedral de San Luis. Una garita en las alturas, sostenida por una grúa y rodeada de máquinas, custodiaba el recinto religioso mientras las mujeres se reunían, se buscaban, consultaban sus mapas y hacían ferias. Hubo miradas de risa y extrañeza ante el operativo de más de 500 vallas de un metro y medio que rodeaban toda la manzana. Cuando terminó el encuentro, las vallas y las paredes eran un lienzo repleto de consignas, grafitis y afiches de todo tipo. Un cartel señalaba con indignación: “Las paredes se lavan, las pibas no vuelven”.
El fuerte operativo policial estuvo acompañado de rumores que circularon en la ciudad antes de que comenzara el evento. Susana, participante del encuentro, comentó que el taxista que la llevó a su lugar de alojamiento le contó que en la compañía de taxis les dijeron a los trabajadores que no circularan, sobre todo si eran hombres, porque podían sufrir “agresiones” y “provocaciones”. Mujeres del lugar encargadas de una de las escuelas donde se desarrollaban talleres confirmaron que se habían difundido muchos rumores y miedo en la previa del evento, razón por la cual muchos comercios permanecieron cerrados todo el fin de semana. Otros, en cambio, pegaron carteles que señalaban: “Comercio amigable con el 35° Encuentro”.