El Departamento de Medicina Legal y Ciencias Forenses de la Facultad de Medicina de la Universidad de la República realizó un estudio en el que analiza la potencia mortal de las armas de aire comprimido. Las conclusiones de este trabajo, titulado “Traumatismo penetrante de tórax mortal por proyectil de arma de aire comprimido”, fueron publicadas en la Revista Médica del Uruguay.

El objetivo que se marcó el equipo integrado por Hugo Rodríguez Almada, Agustina Ruibal, Natalia Bazán y María Noel Rodríguez fue alertar sobre los riesgos que suponen este tipo de armas y la necesidad de su regulación.

Para analizar el tema, se tomó en cuenta el caso de Facundo, en Tacuarembó, sobre el que relatan: “En el contexto de una reunión de adolescentes en una zona rural, uno de ellos disparó un rifle de aire comprimido de su propiedad desde una distancia de 25 metros. Uno de los proyectiles que alcanzó a uno de los jóvenes penetró en tórax, causó hemoneumotórax, seguido de paro cardiorrespiratorio, con agravio encefálico irreversible y muerte 35 días después”. Según indicaron, “en la autopsia se recuperó un proyectil de plomo de 5,5 mm de diámetro y 0,84 gramos de peso adherido al ventrículo izquierdo”.

El homicidio de Facundo ocurrió en febrero de 2022 y el agresor fue condenado en setiembre de 2024 a siete años de prisión por homicidio a título de dolo eventual porque se consideró que, “si bien la persona no quiso el resultado de muerte, por la forma en la que actuó debió haberlo previsto”, comunicaron desde Fiscalía.

La discusión que se planteó en el estudio estuvo basada en que “la bibliografía internacional reporta casos y series en que este tipo de armamento causó lesiones de entidad y muerte, incluidos traumatismos penetrantes de tórax”. “Existe una errónea baja percepción del riesgo de las llamadas ‘armas menos letales’, en especial las de aire comprimido”, alertaron, y afirmaron que, “aunque a nivel mundial se alerta sobre esta situación, en Uruguay y otros países son tratadas como deportivas o recreativas y su comercialización es totalmente libre”.

Las conclusiones son contundentes: “Las y los médicos de emergencia y forenses debemos tener en cuenta la posibilidad de que los proyectiles de armas de aire comprimido comprometan órganos vitales; es necesario derribar la falsa creencia de que este tipo de armamento es inofensivo para las personas; sería beneficioso para la prevención primaria que las autoridades públicas regulen la venta, porte y uso de este tipo de armamento, así como la implementación de campañas de concientización”, señala.

La bala que mató a Facundo

Facundo recibió dos impactos de proyectiles, ambos de 0,5 centímetros. Uno le provocó una lesión superficial erosiva y redondeada en el antebrazo. La otra lo mató. En las imágenes de la autopsia se ve un pequeño orificio de entrada debajo del pezón.

Según se menciona en el estudio, “del relato de los jóvenes surge una demora en advertir la gravedad de una de las lesiones. Confundieron el sonido del disparo con el de una chispa que saltó del fuego, y al comprobar que su amigo “no respondía” lo atribuyeron inicialmente a una crisis de broncoespasmo. Cuando advirtieron la herida en el tórax, solicitaron ayuda a sus padres, quienes arribaron al lugar y condujeron a la víctima al encuentro con una emergencia móvil que interceptaron en el camino, continuando el traslado hacia el hospital de la ciudad”.

Facundo ingresó en paro cardiorrespiratorio. Lo reanimaron y le colocaron un drenaje en el hemitórax, a centímetros de la herida que le provocó el proyectil, del que se obtuvieron 400 mililitros de líquido hemático. En la tomografía que le realizaron se vio que el proyectil le provocó una serie de lesiones a nivel pulmonar y cardíaco, que incluyeron un importante derrama del pericardio. Estuvo en coma con lesiones encefálicas irreversibles, intubado, ventilado y después traqueostomizado. Con el avance de los días su cuadro se complejizó y contrajo múltiples infecciones. Hizo un paro cardiorrespiratorio y murió por una falla multiorgánica secundaria a la herida penetrante del proyectil del arma de aire comprimido.

En la autopsia se confirmaron los diagnósticos que se hicieron durante el proceso asistencial y se recuperó el proyectil de plomo en la cavidad pericárdica. Se confirmó que el arma fue un rifle de arma comprimido Crosman Shockwave con mira telescópica. Los proyectiles eran de 5,5 milímetros y pesaban 0,84 gramos. Según las pruebas de laboratorio, la velocidad de salida promedio fue de 228 metros por segundo y el disparo fue efectuado a 25 metros.

Sobre las armas de aire comprimido

Las armas de fuego convencionales utilizan los gases provocados por la combustión rápida de la pólvora para la propulsión del proyectil. En cambio, las armas de aire comprimido impulsan el proyectil mediante la expansión de gases previamente presurizados. Aquellas armas de aire comprimido que tienen un cañón estriado se conocen como rifles de aire comprimido.

Según explicaron, “a diferencia de las armas de fuego, cuya comercialización, tenencia y uso está regulado, las armas de aire comprimido carecen de mayor regulación en nuestro país”. En consecuencia, “esto contribuye a la errónea percepción del público de que se trata de un armamento de baja peligrosidad, no letal, cuya finalidad es lúdica o a lo sumo para la caza de animales, como aves o pequeños mamíferos”.

Sin embargo, “la bibliografía internacional reporta comunicaciones de casos de heridas graves causadas por proyectiles de armas de aire comprimido, especialmente en población pediátrica y joven, incluidos algunos casos fatales”.

Pueden matar

Hasta la publicación de este trabajo, a nivel nacional no se había escrito sobre las lesiones letales causadas por proyectiles de aire comprimido en personas. Hay estudios que analizan el impacto de estas balas en animales y demuestran que son capaces de causar la muerte de animales. A nivel internacional, la bibliografía refleja que pueden matar a una persona.

El término “armas no letales” dejó de usarse y se las nombra como “armas menos letales”, lo que de todas maneras contribuye a la “errónea percepción de su baja peligrosidad”, cuando pueden causar lesiones de entidad o incluso la muerte si son mal usadas. En Uruguay ha habido casos de muerte por armas menos letales, como fue el caso de una persona privada de libertad que fue asesinada por un guardia carcelario, pero no por proyectiles impulsados por aire comprimido.

Para los autores del estudio, “estas armas se ofrecen en el mercado como ‘deportivas’ o ‘de uso recreativo’, debido a su empleo para tiro al blanco o caza menor”. “Esas denominaciones refuerzan la idea de que son menos peligrosas que las armas de fuego convencionales, lo que genera una percepción errónea de seguridad en su uso, aunque son capaces de causar heridas mortales, sea de etiología accidental, suicida o, menos frecuentemente, homicida”, plantearon, y recordaron que, “de hecho, en el caso que reportamos, el arma era un regalo familiar recibido por el adolescente para un empleo recreativo”.

Los médicos intervinientes en el análisis de este caso afirmaron que “a nivel mundial se alerta sobre la necesidad de regular su venta y su uso, así como advertir al público sobre las consecuencias de su empleo inadecuado y sin control”.

La necesidad de regular la venta

Entre las conclusiones se destaca la necesidad de derribar “la falsa creencia de que este tipo de armamento es inofensivo” y que las personas conozcan sus “verdaderos riesgos”. “El riesgo de lesiones graves, incluso mortales, está bien documentado, y este caso refuerza la necesidad de un enfoque más consciente de su peligrosidad”, señalaron.

“Desde el punto de vista de la prevención primaria y la reducción de riesgos, sería beneficioso que las autoridades públicas intervinieran en el mercado, regulando la venta, el porte y el uso de este tipo de armamento, así como la instrumentación de campañas de concientización que adviertan sus peligros y promuevan su uso responsable”.