El VII Congreso del Frente Amplio (FA) debatirá este sábado y domingo en varias sedes: en el Palacio Peñarol, en el Club Cordón y en el Club Atenas. Los congresistas intercambiarán, por un lado, sobre la caracterización de la etapa actual en la que vivimos, y por otro, sobre las perspectivas a futuro; en tercer lugar, un grupo discutirá el balance y la autocrítica que se hace de los 15 años de gobierno y la derrota electoral.
Para discutir sobre el balance que hacen de la gestión entre 2005 y 2020, los frenteamplistas elaboraron un documento borrador de balance, evaluación crítica, autocrítica y perspectivas en 2020, que pasó por un proceso de varias discusiones. Durante el Congreso del fin de semana se analizarán los agregados y las modificaciones que plantearon los diferentes comités de base.
En el documento, al que accedió la diaria, la fuerza política afirma que “el verdadero sentido de la autocrítica es reconocer los errores cometidos para poder corregirlos y continuar con el proceso de cambios”.
En primer lugar, propone analizar el contexto regional y mundial en el que se dio la derrota electoral de 2019. Asegura que los gobiernos progresistas hicieron “más justa” a América Latina, pero perdieron ante “la contraofensiva de las derechas” y el “imperialismo norteamericano” debido a “la incapacidad para avanzar en las reformas estructurales imprescindibles, de generar niveles de unidad y organización popular que permitieran a los pueblos empoderarse de los cambios”.
El documento afirma que en América Latina los gobiernos de derecha llegaron “usando estrategias para desprestigiar a los movimientos populares, acusando de corrupción masivamente, judicializando la política para enlodar figuras de enorme prestigio popular”, y reconoce que existieron “debilidades éticas, políticas e ideológicas individuales absolutamente reñidas con el ser de izquierda”, pero se manipuló la información “para deslegitimar partidos y movimientos sociales” y “sería un error pensar que Uruguay estuvo y está por fuera de esos parámetros”.
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Autocrítica: “no se trabajó” para hacer entender “que los logros no eran milagros”
Sobre la evaluación de su gestión, el documento borrador del FA entiende que, más allá de las críticas, 15 años después el FA dejó una sociedad mejor y que, a pesar de la derrota, la derecha “no logró borrar al FA electoralmente y desmovilizar el campo popular. En ese aspecto, el FA no sale vencido”.
Tal como lo estableció el año pasado, el FA admite que no fue prioridad crear “conciencia social” para que la gente “se apropiara de los logros alcanzados” y comprendiera que estos estaban vinculados a las políticas públicas del gobierno. Esto, opina, llevó a que se “minimizaran los logros” obtenidos.
Reconoce “el distanciamiento” de las bases y que la militancia y la sociedad quedaron “en un rol expectante”, que hizo bajar el entusiasmo. “No se trabajó para que se pudiera comprender que los logros no eran milagros, y eso estuvo unido a cierto proceso interno del FA como fuerza política que lo llevó al vaciamiento”, agrega el texto.
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La fuerza política entiende que “la solidaridad como proyecto común de la sociedad fue debilitándose y crecieron los patrones individualistas, una realidad que el FA no siempre fue capaz de enfrentar”. El documento señala que no se lograron cambios estructurales en los sectores más empobrecidos, que además sufren las mayores consecuencias de la inseguridad, por lo que “el discurso de recuperar el orden, aún a costa de limitar los derechos, hizo mella”.
A fin de cuentas, resume que “un error” que se cometió “reiteradamente” fue alejar al FA de los sectores sociales, y agrega: “En cierto modo, se puede decir que se gobernó más en favor del pueblo que con el pueblo”.
Enseñanzas de la derrota
El documento plantea, además, que faltó información desde el gobierno al FA, y consideración en la toma de decisiones. Admite que las nuevas agrupaciones se generaron “por disputas en la interna, dificultades en el proceso de renovación y competencias en los liderazgos, más que por una búsqueda de representar mejor opciones”, lo que redundó en “una menor potencia política del FA general y en los territorios en particular”.
Entre las enseñanzas de la derrota electoral, también se mencionan los aspectos éticos; se comenta que el FA tendió a defender “a rajatabla” cuando hubo casos que se separaban de la ética y se admite que “no se sopesó políticamente que, de permanecer en la función que desempeñaba, erosionaba la visión que muchas personas podían generarse de nuestra fuerza política”. Por eso, se plantea que “la valoración política tiene que contemplar tanto la honorabilidad de las personas como la visión que de sus valores éticos el FA proyecta en el conjunto de la sociedad. Esa valoración política debe poner al FA por encima de todo”.
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Por otra parte, subraya que “la declaración de servicio esencial en la educación, como otras medidas que se tomaron sin sopesar adecuadamente las consecuencias, es un ejemplo demostrativo del alejamiento con la sociedad”. Asegura que no se trataba de quién tenía razón, “sino de que eran decisiones políticamente inviables. A la sociedad se la escuchó mal en reiteradas oportunidades. Esas dificultades en la escucha o en la sintonía fina para conectar con la gente hicieron que en más de una ocasión el gobierno quedara aislado y nuestra fuerza política, inmovilizada”.
De la falta de apoyo en el interior se desprende que “resulta imprescindible para la izquierda multiplicar los actores políticos que lleguen a todos los sectores del campo para revertir esta situación”.
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En síntesis, para el FA hay varias tareas a futuro, entre ellas “acompañar y encauzar la resistencia y las protestas –siempre en forma pacífica– del pueblo uruguayo contra el proyecto neoliberal y restaurador” y, sobre todo, “fortalecer la estructura del FA”.