
Cultura
Baños de luz
Ver una película de Steven Spielberg tiene algo similar a asistir a un espectáculo de una banda de rockeros viejos, pongamos como las que suelen acompañar a Ringo Starr (o, ya que estamos, los Rolling Stones): no sé si ésa es la música con la que pasaría la mayor parte de mi vida, pero suele darme el placer gigante y trascendental de reencontrarme con una tradición querible y que, al menos en ese pequeño nicho, vive. Eso ocurre en Puente de espías (Bridge of Spies).