Es imposible no tener presente que lo que sucede en los dos países vecinos influye en nuestro país, porque las derechas continentales actúan de manera coordinada.
En los últimos cuatro años, el bolsonarismo siguió ganando espacio en los territorios, sea con el control militarizado de la vida y de los cuerpos a través de sus milicias, sea con la disputa material y subjetiva.
Con estas acciones el gobierno está hipotecando nuestra imagen país, activo fundamental para que en el futuro podamos seguir generando políticas que mejoren el bienestar de la ciudadanía.
La transformación educativa se ha convertido en una carrera de conquista por parte del gobierno, que quiere llegar a la luna y plantar la bandera aunque después quede ahí, solitaria, como marca de una época.
Sería deseable que las figuras más relevantes de la izquierda latinoamericana, aquellos hombres y mujeres de gran influencia que compartieron sueños y métodos con Dora María Téllez, le expresaran ahora su solidaridad.
Cuando uno lee la propuesta de reforma educativa no hay casi nada nuevo, pero sí un conjunto de operaciones nominativas que disfrazan aquello existente y lo presentan como notable innovación.
Haría bien el ministro en cumplir su función y, por ejemplo, llamar al orden al coronel (r) Eduardo Ferro, preso en Domingo Arena por la desaparición del militante comunista Óscar Tassino.
De regir el tratado con la Unión Europea tal como fue firmado, los países del Mercosur se atan de manos en lo relativo a la posibilidad de desarrollo de políticas públicas para la transformación productiva.
Emancipados del fascismo clásico, los posfascismos ya no desean derribar la democracia para instalar regímenes autoritarios, sino trabajar dentro de la democracia para socavarla.