En la adolescencia uruguaya hay unión de baja motivación y endogamia. El problema del aislamiento es grave porque los jóvenes creen que viven lo contrario: consideran que están muy interconectados y comunicados con el mundo.
Los exámenes, las evaluaciones no son otra cosa que mojones en el camino para que cada quien pueda dar y darse cuenta de lo aprendido, de sus propios avances, de su proceso.
Es evidente que los grandes poderes no nos quieren atentas a esa zona en disputa: nos quieren ansiosas, pendientes del instante, cansadas y productivas.
La disyuntiva de hierro exige coraje, valentía e inteligencia, todas cualidades que el Sr. Presidente de la República posee. Está en él saberlas usar. Y a tiempo.
Se otorga el derecho a un régimen sionista y criminal a supervisar, controlar o disponer de cualquier medio para condicionar a la supuesta fuerza de paz, siempre que aquel entienda que se interpone con sus reales intereses en Gaza.
Uruguay no está dividido, está partido. Entre la costa que vive como si fuera Europa y el país que sobrevive como puede. Entre la postal y la realidad. Entre los que miran el mar y los que miran el suelo.
Los países que lideran transiciones tecnológicas tienen Estados estratégicos, capaces de asumir riesgos, coordinar actores y apostar a sectores con potencial. Un Estado que emprende, no solo regula.
Poner en jaque la lectoescritura en una sociedad plagada de información —mucha de ella basura—, con redes sociales y sus cámaras de eco, en la que regalamos nuestros datos, es el equivalente a estar en una cornisa y dar un paso adelante
Construir una subestrategia coherente y sostenible de poder blando para Uruguay no será rápido: supone trabajo diplomático serio bajo clara dirección política presidencial y amplio consenso multipartidista.