“Este libro me lo leyó muchas veces mi mamá, ¡que lo disfrutes mucho!”, es la dedicatoria que Sofía escribió en uno de los libros que donó al Programa de Estimulación de Lectura en Sala de Espera y Domicilio, que desde 2015 lleva adelante el equipo de salud de la policlínica de pediatría del Centro de Salud del Cerro. El programa ofrece a los participantes la posibilidad de llevar un libro para la lectura en el hogar: desde que se creó entregaron 6.100 libros a distintos hogares del barrio, además de organizar lecturas en la sala de espera varias veces a la semana. El equipo hizo un informe de los resultados durante el primer año de funcionamiento del programa: constató una muy baja presencia de libros en los hogares y registró un aumento de la lectura en aquellas familias que participaron en el programa.

Para la pediatra Diana Sastre, que participa en la iniciativa desde el comienzo, el mayor logro ha sido “que los chicos tengan un lugar donde sepan que pueden llevarse libros”. “Además, es un logro haber involucrado a toda la comunidad”, comentó en diálogo con la diaria. Según el informe del equipo de salud, de las 135 familias encuestadas, 84% tenía interés en la lectura antes de participar en el programa; sin embargo, 24% tenía sólo entre cero y tres libros en sus casas, mientras que 39% tenía entre cuatro y diez libros: “La mitad de esa población tenía interés en leer, pero no contaba con los libros en su casa. En eso el programa fue muy útil, les dio la posibilidad de tenerlos y disfrutarlos el tiempo que quieran”, subrayó la pediatra.

Al equipo le preocupaba el índice de repetición y ausentismo en la zona: los escolares de barrios aledaños a la policlínica llegan a 16% de ausentismo cuando la media del país está en el entorno de 8%. Según su relevamiento, en 28% de los hogares algún niño había repetido dos años o más. Con estos indicadores a la vista, el equipo decidió reimpulsar el programa y darle mayor énfasis a la lectura. Para eso retomaron el contacto con el Ministerio de Educación y Cultura, por intermedio del Plan Nacional de Escritura, que volverá a leer libros en la sala de espera y organizar actividades para la comunidad, una vez por mes. También decidieron unirse con el Municipio A y otros actores culturales para hacer intervenciones artísticas en el barrio que promuevan la lectura.

“Existe una creciente convicción sobre la importancia de una escolarización temprana en el desarrollo integral de los niños y en la promoción de un conjunto de competencias claves para esta etapa del ciclo vital. Sin embargo, en los primeros dos años de vida, la cobertura de servicios de cuidado, atención y educación es mayoritariamente privada. En familias complejas, donde no se puede garantizar los estímulos adecuados, es el Estado el que debe garantizar que el niño tenga el desarrollo al que tiene derecho, cambiando el rumbo condenatorio del desarrollo físico, mental y afectivo”, demanda el equipo en su informe. Para el período 2018-2019 se propusieron nuevos desafíos, además de integrarlo a políticas públicas por intermedio de los actores institucionales. Buscarán, sobre todo, enfocarse en la población de cero a tres años y trabajar la estimulación temprana y compartida de la lectura para, de alguna forma, intentar recompensar las carencias de escolarización.

También durante este año empezaron a trabajar, mediante la lectura, las habilidades para la vida que, según define la Organización Mundial para la Salud, son comportamientos útiles para enfrentar situaciones problemáticas de la vida diaria (autoconocimiento, empatía, pensamiento creativo, manejo de problemas y conflictos, toma de decisiones, entre otras). Estas habilidades se adquieren por medio del entrenamiento intencional, por lo que el equipo de salud junto con los voluntarios impulsarán la reflexión y el diálogo con los niños utilizando diferentes cuentos.

Dar y recibir

Pulgarcito, el clásico de los hermanos Jacob y Wilhelm Grimm, estuvo durante tres meses en la casa de un pequeño de dos años y medio del barrio Maracaná. Esta semana, el niño volvió al control pediátrico, devolvió el libro y se llevó otro. Su madre dice que “es muy bueno que se pueda llevar libros de la consulta” y espera que el programa continúe. Por día son 150 niños los que pasan por la consulta pediátrica en el Cerro; los libros van y vienen a los hogares, pero también son protagonistas de la sala de espera, donde los pequeños y sus familias llegan a estar hasta tres horas antes de ser atendidos. Un pequeño living los espera con libros sobre la mesa. Tres niñas de menos de cinco años matan el tiempo en sus pequeñas sillas, ojeando los volúmenes, leyéndolos aunque estén al revés. “Invitamos a los más pequeños a estar en contacto con los libros; no es necesario que estén alfabetizados: el simple hecho de tenerlos y verlos ya es un muy buen estímulo en las edades más tempranas”, destacó Sastre.

En la sala de espera los libros son protagonistas, también, cuando un invitado llega a leer. Adolescentes de los liceos cercanos, docentes, familiares y voluntarios de distintos barrios pasan su tiempo en la policlínica y se dedican a leerles a quienes estén interesados. Dionisio Fleitas viaja todos los lunes desde Flor de Maroñas para narrarles cuentos a los niños: “La motivación temprana al niño para leer es algo que se ha perdido un poco. No está el hábito, y me parece muy importante recuperarlo. Además, promovemos la fantasía y la imaginación del niño, que es algo fundamental”, comentó a la diaria antes de empezar a leer.

La elección del libro corre por su cuenta, pero no es una decisión al azar. Fleitas, que también lee de forma voluntaria en escuelas, elige “pensando cuáles son los autores más apreciados por las maestras”. “Estoy atento a eso. Además, elegimos los cuentos según los niños que hay, vamos viendo las opciones. La lectura tiene que ir con el ambiente. A veces nos damos cuenta de que si queremos leer un cuento de circo y no hay mucha gente que haya ido, no va a haber mucho interés”, explicó.

Durante la lectura de Hamamelis y el secreto, la atención de los niños giraba en torno a la historia y a los dibujos que Fleitas mostraba mientras avanzaba la narración. La televisión, que en ese momento estaba transmitiendo al Pato Donald, no llamaba la atención; los padres, que estaban sentados en las sillas, miraban sorprendidos a sus hijos, absortos en el relato. Apenas terminó el cuento, la pediatra preguntó quién quería llevarse un libro a su casa: todas las manos se levantaron.