Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.
Uruguay tiene problemas graves. Unos se vinculan con los efectos sanitarios, económicos y sociales de la pandemia; otros, con las políticas del gobierno nacional. En todo caso, son problemas del país. Luego están las repercusiones de esos problemas en el terreno de la política partidaria: en qué medida se ven afectadas la imagen o la popularidad de oficialistas y opositores por lo que dicen, proponen y hacen ante la gravedad de la situación.
Distinguir entre los dos terrenos es lo menos que se puede pedir. Va de suyo que los integrantes de cada partido (o de cada sector partidario) estén convencidos de que sus ideas son las mejores para el país y consideren, por lo tanto, que es una tarea muy necesaria lograr que la ciudadanía confíe más en ellos que en los integrantes de otras fuerzas políticas (o de otros sectores). Pero no deberían olvidar que tienen también responsabilidades más altas, como la de aportar para que se mantenga un clima político medianamente civilizado, que facilite la cooperación en busca de soluciones.
El Frente Amplio no está libre de pecado en ese terreno, pero es muy claro qué quiso decir su presidente, Javier Miranda, cuando afirmó que “el gobierno está llevando adelante una política barata para hacer frente a la situación de pandemia”, con “magros esfuerzos en materia de gasto público”, de “inversión para la reactivación económica” y de apoyo a los afectados por la crisis. Sin embargo, varios dirigentes oficialistas se centraron en cuestionar el adjetivo “barata”, como si hubiera sido usado con intención insultante, y el presidente del directorio del Partido Nacional, Pablo Iturralde, acusó a Miranda de “reptar”.
A su vez, el exlegislador colorado Pedro Bordaberry, formalmente alejado de la actividad partidaria pero en los hechos no tanto, criticó mediante una nota de opinión en El País a quienes “se empiezan a desmarcar del gobierno”. Aludió en forma inequívoca, sin mencionarlos, a Cabildo Abierto (CA) e incluso a decisiones del Comité Ejecutivo Nacional del Partido Colorado (PC), y sostuvo, en un crescendo de cuestionamientos, que “empiezan a crear una carrera de propuestas y exigencias cada vez más radicales”, que se trata de “populismos peligrosos” y que les falta “espíritu patriótico”.
Sería muy provechoso discutir los niveles de gasto público e inversión más que la retórica de Miranda. O las propuestas que tan terribles le parecen a Bordaberry más que la presunta falta de patriotismo de quienes las plantean. O las necesidades de las ollas populares más que unas remeras con inscripciones contra la ley de urgente consideración.
Es sumamente lamentable, por supuesto, que algunas personas, irritadas por una intervención policial contra manifestantes antivacuna en Maldonado, hayan insultado al presidente de la República o afirmado que lo querían matar. Le corresponde a la Justicia determinar en qué medida son imputables. Pero tanto o más lamentable resulta que las formas irracionales y violentas de discrepar abunden entre quienes se dedican profesionalmente a la política. Hasta se podría decir que lo segundo propicia lo primero.
Hasta mañana.