El diputado del Partido Ecologista Radical Intransigente (PERI), César Vega, dio este jueves una conferencia de prensa en el Parlamento en la que propuso un debate entre científicos que están a favor de la vacunación contra la covid-19 y quienes están en contra para que se tengan en cuenta “las dos bibliotecas”. Además, presentó como “evidencia” de los efectos de las vacunas a dos mujeres que dicen que están vacunadas con Pfizer contra el coronavirus y que a raíz de ellos se les pegan al cuerpo objetos como tenedores de metal. A nivel mundial, toda la evidencia científica demuestra que ningún componente de las vacunas genera ese efecto.
“El pueblo se merece una explicación. Ellas se merecen una explicación”, dijo Vega cuando las presentó en el Parlamento, agregó que hay “más casos” como estos y mostró un video donde se ve a personas con distintos metales e imanes pegados a su cuerpo.
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Rápidamente llegaron respuestas desde la comunidad científica uruguaya desmintiendo lo dicho por Vega. Julio Medina, director de la Cátedra de Enfermedades Infecciosas y exintegrante del Grupo Asesor Científico Honorario (GACH), sin nombrarlo directamente aludió a lo dicho por el diputado en su cuenta de Twitter.
Este jueves, previo a la conferencia, dio una entrevista al programa Noticias 970 de radio Universal, en el que dijo varias falsedades y afirmaciones sin sustento científico en contra de la vacunación. En este artículo, verificamos algunas de ellas.
Experimental
Durante la entrevista, el diputado Vega dijo: “Hemos juntado tanto material en contra [de las vacunas]... Están en su etapa experimental las llamadas vacunas. Hoy hablé con algunos de mis asesores. Resulta que la peor de todas es la Sputnik, pero no dejan de ser malas las de Pfizer o Moderna, cuya fase 3 experimental va a terminar recién el año que viene o el siguiente”.
Más allá de que no explica por qué la vacuna del laboratorio ruso Gamaleya es la peor, Vega indica que los productos de Moderna y Pfizer se encuentran aún en una “fase 3 experimental”. Los estudios de seguridad de las vacunas siempre continúan tras su aprobación, es una práctica estandarizada. Entonces, cuando Moderna anuncia que sus estudios clínicos de fase 3 finalizarán en octubre de 2022 y cuando Pfizer anuncia que los de su vacuna contra el coronavirus concluirán en enero de 2023, ¿están diciendo que la vacuna sigue estando en una fase de experimentación y que siguen realizando vacunaciones de prueba? No, significa que ese es el tiempo que van a seguir monitoreando a los voluntarios que se vacunaron durante la fase 3, en 2020.
A mediados de noviembre de 2020, Pfizer anunció el estudio final de eficacia de fase 3, que fue publicado en el New England Journal of Medicine el 31 de diciembre. Allí, además de constatar una eficacia de 95% para evitar la infección del SARS-CoV-2, informaba que “todos los participantes en el ensayo continuarán siendo monitoreados para evaluar la protección y seguridad a largo plazo durante dos años adicionales después de su segunda dosis”.
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Pero esto no quiere decir que las vacunas están en fase experimental. De hecho, a mediados de julio la Administración de Medicamentos y Alimentos de Estados Unidos (FDA) anunció que la aprobación completa de la vacuna de Pfizer-BioNTech daría como fecha límite enero de 2022, es decir, diez meses antes del fin del monitoreo a los voluntarios de la fase 3.
De hecho, mientras se realiza este procedimiento estándar con los ensayos de fase 3, Pfizer y Moderna ya están llevando a cabo los estudios de fase 4, que son los que se hacen cuando la vacuna ya se está administrando de forma masiva y la inmunización circula en la comunidad. En Uruguay, por ejemplo, el Ministerio de Salud Pública (MSP) anunció que la vacunación en el país ingresaba en la fase 4 el 12 de mayo, a partir del estudio de efectividad vacunal, que mide el comportamiento de las vacunas en los diferentes grupos de prioridad y por edades.
Es justamente la existencia de los estudios de fase 4 lo que demuestra que las vacunas ya no son experimentales, porque para que se pueda llevar a cabo este estudio se necesita que un fármaco se esté utilizando a gran escala.
Sistema inmunitario
Durante la entrevista en 970 Noticias, el diputado del PERI afirmó: “Nosotros tenemos un sistema inmunitario desarrollado durante años, tal vez un millón de años, con el cual podíamos enfrentar perfectamente este viru viru, como tantos otros. Te hablo desde el corazón, mirá que mi hermana se vacunó, mi papá también, mi suegra también”.
Más allá de que hay 4,19 millones de muertes en el mundo a causa de la covid-19 (5.950 sólo en Uruguay) que parecen desmentir claramente las afirmaciones de Vega, el hecho de tener o no un sistema inmunológico fuerte no es suficiente para evitar el contagio, porque no tiene inmunidad contra el SARS-CoV-2.
Las pandemias se generan cuando surge un nuevo virus y se disemina por diferentes regiones geográficas alrededor del mundo. Esto se debe, justamente, a que las personas no tienen una inmunidad previa contra ese nuevo virus, lo que las hace susceptibles a enfermarse y contagiar a otros.
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Desde que en el siglo XX los viajes, la integración global, la urbanización, los cambios en el uso de la tierra y la explotación del medioambiente natural aumentaron, también lo hizo la probabilidad del surgimiento de nuevas pandemias.
En el caso de la covid-19, ya están identificadas las poblaciones que corren mayor riesgo de que contraer la enfermedad los lleve a un estado de salud grave o incluso a la muerte: adultos mayores, personas con enfermedades renales, hepáticas o pulmonares crónicas, inmunocomprometidos, personas con discapacidades, enfermos de cáncer, personas con enfermedades neurológicas, diabéticos, personas con síndrome de Down, pacientes cardíacos, personas con obesidad, embarazadas, fumadores recurrentes y exfumadores, personas con trastornos de hemoglobina, personas que recibieron trasplante de órganos o células madre, con enfermedades cerebrovasculares, adictos al alcohol, opioides o cocaína y personas expuestas a desigualdades sociales y de salud sistémicas de larga data.
Pero esto no significa que las personas con un sistema inmune sano y sin patologías conocidas previamente no puedan contraer el virus. Un estudio publicado en The Lancet en abril de este año analizó a 250.000 pacientes brasileños hospitalizados por covid-19 y halló que 16% de ellos (40.000 personas) no tenían comorbilidades ni enfermedades previas antes de infectarse. En Estados Unidos, un artículo de investigación publicado en la revista Science en marzo concluyó que el sector poblacional de adultos más sanos, es decir, de 20 a 49 años, fue el que sufrió más contagios.
Muertes y vacunas
Durante la entrevista, el diputado Vega sostuvo: “A partir de que comenzó la vacunación no solamente acá, sino en el mundo, al mes siguiente se produjo una curva exponencial de muertes. Tengo las curvas de Estados Unidos, donde llevan la muerte por vacunación desde 1990 al 2000. Prácticamente era una línea recta horizontal, y a partir de la vacunación se dispara mucho más que en Uruguay”.
Sin embargo, correlación no significa causalidad. Para que lo que plantea Vega sea correcto, ese aumento de muertes debería ser de personas vacunadas, ya que los no vacunados no deberían verse afectados.
Sin embargo, al analizar los estudios al respecto, esto no ocurre.
En Estados Unidos, la vacunación masiva comenzó el 14 de diciembre de 2020. Si bien se detectó un pico de muertes en ese país a mediados de enero, ese aumento de las muertes se venía produciendo desde mediados de noviembre, antes de que comenzara la vacunación y coincidiendo con la vuelta a las clases y a los trabajos en varios estados. Sin ir más lejos, el 19 de noviembre la agencia Reuters informaba que las hospitalizaciones en Estados Unidos habían aumentado 50% respecto de 14 días antes.
Pasado un mes desde el inicio de la vacunación masiva en Estados Unidos, comenzó un claro y sostenido descenso en los fallecimientos, llegando a un mínimo de 0,65 diarios por millón de habitantes en los primeros días de julio. Actualmente, el promedio está en 0,90 cada millón, según las cifras recogidas por Our World in Data en base a las cifras oficiales.
En Estados Unidos, el Sistema de Notificación de Eventos Adversos (VAERS) monitorea constantemente las denuncias de efectos adversos a causa de la covid-19, mediante el cual los usuarios pueden denunciar si entienden que la inoculación les causó algún efecto secundario a ellos o a alguna persona cercana. A su vez, la FDA exige a los proveedores de atención médica que notifiquen al VAERS cualquier fallecimiento posterior a la vacunación contra la covid-19, incluso si no se sabe con certeza si se debió a la vacuna.
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Según las cifras recogidas mediante este sistema, entre el 14 de diciembre de 2020 y el 17 de mayo de 2021 se administraron 273 millones de vacunas y se reportaron 4.647 fallecidos entre personas que habían sido inoculadas, sin que una cosa esté relacionada directamente con la otra. Esto representa 0,0017% de los vacunados. Una extensa investigación de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de cada uno de los casos indicó que no había relación entre las muertes y la aplicación de vacunas.
Mientras tanto, en Uruguay, el MSP publicó el 30 de junio su tercer informe preliminar sobre vacunaciones, cuando 46,7% de la población estaba completamente inmunizada. Se realizó el seguimiento a estas personas y se concluyó que la vacuna de Pfizer-BioNTech logró una efectividad de 96,16% para reducir fallecimientos y la de Sinovac alcanzó 94,65%.
Los dichos de Savio
Vega dijo a 970 Noticias que el infectólogo Eduardo Savio “ha dicho los disparates más grandes que puede decir un infectólogo, por ejemplo, que los muchachos surfeando ocasionaban un problema, que cuando tomábamos agua muy caliente se podía destruir el virus”.
El 6 de abril de 2020, cuando todavía no se cumplía un mes desde que la pandemia había llegado al país, Savio dijo al programa Primera mañana de El Espectador que “cuanto más esté en su casa, mejor. Si usted tiene espacios abiertos, un balcón, una terraza, bueno, disfrute de eso. Pero ya salir cada vez menos porque el contacto social es cada vez más. La gente comenzó a aflojar las medidas. Hoy tenemos más autos en la calle, ayer había no menos de 25 surfistas en playa Honda. En fin, están autoflexibilizando medidas que no es el momento para flexibilizar ni de lejos”.
Sin embargo, el infectólogo nunca dijo que el agua caliente servía para combatir el coronavirus. De hecho, dijo lo opuesto. El 17 de marzo, a sólo cuatro días de detectada la pandemia en el país, Savio fue consultado por Subrayado sobre si el agua caliente podía contrarrestar el virus y respondió que “no sirve para nada”.
Luego, el 22 de marzo, fue entrevistado por Ana Jerozolimski para el Semanario Hebreo Jai y volvió a referirse a ese rumor: “La mayor parte de lo que circula es fake news, en primer lugar. En segundo lugar, hay una campaña de desinformación como que el agua caliente hace bien para evitar esto, que la infusión de ajo cura… todo eso que usted lee no se quede en eso, busque la evidencia que hay atrás de eso o no”.