Hay una belleza constatable, inmediata, que no precisa traducción. Los textiles que la artista boliviana, residente en Chile, aruma (Sandra de Berduccy) mostrará en Montevideo hasta noviembre rezuman tradición y experimentan. Vienen de otra concepción del tiempo, del trabajo comunitario, es decir, de todas las tareas que insume llegar al telar, recurren a materiales típicos y de última generación y se inscriben en una continuidad de códigos para reflejar una cosmogonía.

En otras palabras, “con un lenguaje absolutamente contemporáneo, Illariykuna, fibras de un sol rectangular, tejidos resplandecientes ofrece una mirada sobre una de las tradiciones más significativas de la producción cultural del sur del continente americano”, dijo Facundo de Almeida, director del Museo de Arte Precolombino e Indígena (MAPI), durante la presentación de la exposición que quedará inaugurada mañana con un concierto.

Foto del artículo 'Textiles encendidos desde el viernes en el MAPI'

Una primera versión de esta muestra fue montada el año pasado en el Museo Nacional de Bellas Artes de Chile, donde despertó el interés de más de 100.000 visitantes. El guion actualizado reúne una veintena de textiles, distribuidos en distintas salas, que incorporan la tradición andina y que dialogan con el arte digital y sonoro, y en esta oportunidad, con objetos arqueológicos y etnográficos seleccionados de la colección del MAPI. De ahí que De Almeida se refiriera además a lo que implica volver a mostrar el conjunto en otro contexto: “Esto resulta especialmente relevante en un territorio en el que los grupos indígenas no han podido mantener una continuidad en sus prácticas culturales, como sí ocurre en otros países del continente. Por eso en Uruguay hay quienes entienden lo indígena como perteneciente a un pasado remoto y poco desarrollado o primitivo, en la acepción peyorativa del término”.

En cuanto a las obras, algunas son piezas de gran porte, como una cápsula o gran telaraña, y provocan un efecto de inmersión mediante urdimbres que utilizan la luz y el sonido, a través de hilos conductivos, fibra óptica, cobre, led, combinados con lana de alpaca, oveja o yute, cactus y flores, activados por dispositivos provistos de sensores de oscuridad y de latidos, así como microprocesadores.

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Curadora especializada en artes mediales, Valentina Montero agregó que aruma trabaja “desde una perspectiva que ilumina el conocimiento, la sabiduría y la sensibilidad de los pueblos originarios, enseñándonos a conectar con su delicada y profunda manera de comprendernos como sujetos en el mundo”.

La artista, a su vez, reconoce que tiene maestros tejedores en todo el continente. Aunque teje desde los 13 años, fue en el bosque nativo de Bolivia donde se internó durante ocho años para estudiar las técnicas antiguas, y hoy maneja desde la rueca hasta el telar de cintura (atado a un árbol). De ese modo fue asimilando las costumbres de las culturas wari, tiwanaku (500-900 d. C.) y chimú y chankay (900-1400 d. C.) e incorporando a ellas la electrónica, la programación y la electroquímica.

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En esta exhibición la artista ensayó “hipótesis interpretativas en torno a los posibles significados del telar que, desde sus orígenes, habría buscado el brillo, la comprensión de los ciclos solares, las proporciones del paisaje, la geometría del universo”, indica el texto curatorial. “Aruma explora las posibilidades en las que la energía circula y se puede experimentar a través de los textiles andinos. En su práctica, los textiles están pensados y concebidos para ser decodificados y percibidos más allá de los usos tradicionales que se les atribuyen en la vida cotidiana o en el mundo del arte”, nos previene.

No se trata de un rescate, coinciden aruma y su curadora, ya que la tradición textil de los Andes nunca cesó. “Los tejidos de la comunidad q’ero registran el movimiento del sol desde el punto de vista de la tejedora. Esta concepción permite observar movimientos cósmicos complejos a partir de un punto central que se desdobla para alinearse con los puntos que marcan los solsticios y equinoccios, convirtiendo al textil andino en una interfaz para comprender el espacio-tiempo”, explicó la creadora.

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La exposición contará en Uruguay con un complemento a su medida: una composición musical a cargo de Brian Mackern, quien realizó una sonificación de datos y una pieza sonora generativa especial que podrá apreciarse el viernes a las 18.00.

La exposición, que cuenta con el apoyo de las embajadas de Bolivia y de Chile, estará abierta hasta el 9 de noviembre en el MAPI (25 de Mayo 279).


Pájaros en la cabeza

En la Casona del Museo del Jardín Botánico (19 de Abril 1181), este jueves a las 17.00 tendrá lugar la charla “Aves en la ciudad”. La actividad estará a cargo del Washington Jones y Carlos Calimares. Luego se realizará un avistamiento en las inmediaciones. Cuesta $ 500 y para inscribirse hay que enviar una solicitud a [email protected].

Bordando escombros

Este viernes de 17.00 a 20.00 y el sábado de 11.00 a 14.00 regresa al Cabildo de Montevideo una propuesta que vincula la arquitectura y el ritual del bordado. El olvido de la belleza se presenta como una acción poética y colaborativa que propone la creación de un archivo textil colectivo sobre las casas que fueron demolidas.

Coordinan Agustina Fernández Raggio y Eugenia Ravera, con todos los materiales incluidos. Para sumarse a los 120 autores que ya pasaron por el taller hay que escribir a [email protected].

Cestería en el Molino

Este sábado a las 10.00 se reedita el taller de cestería a cargo de Silvia Umpiérrez en el Molino de Pérez. La idea es crear piezas a partir de materiales que se encuentran en el entorno del propio parque Baroffio. Por más información, comunicarse al 098 728 617.