“El fútbol no es lo más importante para un país, por más cultura futbolística que tenga su pueblo. No obstante, es un vehículo inmejorable para llegar a las cosas más importantes: las personas, la salud, la educación, la seguridad y muchísimas cosas más” es una repetida sentencia del Maestro Óscar Washington Tabárez, líder de las selecciones uruguayas durante más de 15 años en los que se refundó el fútbol de la celeste.

Haber sido campeón del mundo como uruguayo me completó, me hizo feliz como ser individual, pero ante todo como gente, como poseedor imperecedero de miles de Uruguay nomá que se activan en el primer cruce de los genes con el fenotipo tuneado con yerba, dulce de leche, torta frita, una bajada de murga y nueve acordes del Zita.

El gol de Luciano Rodríguez, divino, único y para siempre, después de dos rebotes porque no quería entrar, el gol más lindo porque no hay fealdad cuando el gol es para ser campeón del mundo, fue el que terminó de liberar, de abrir las compuertas de un recipiente sagrado de nuestras posibles almas futboleras para que floreciera, por fin y para siempre, esa emoción arcaica y transmitida de generación en generación desde los albores de Uruguay y del fútbol: ser campeones.

Lo inconmensurable de ser campeón del mundo encuentra reflejos, señales, entre millones de personas que lo entienden, que lo sienten, aunque no haya forma ajustada y precisa de acoplar informaciones, apreciaciones, sensaciones y emociones. Es único. Golpea, sacude, abre el pecho, la cabeza, te deja a corazón abierto. Y te llena, te explota.

La vuelta olímpica de la vida

La completitud de aquel 11 de junio en La Plata, Argentina, y en un templo que lleva el nombre de Diego Armando Maradona, tal vez el único semidiós pagano del reino del fútbol de los últimos días, fue sólo uno de los aspectos emocionales colectivos que se activaron sobre el pueblo uruguayo.

Ser campeón del mundo es un poco dar la vuelta olímpica de la vida.

Hubo mucho, muchísimo más que elevó y galvanizó la compleja construcción y comunión de los orientales con la pelota, dejando de lado por un rato el esfuerzo indomable, la entrega total y las colaterales que manchan con sus excesos de brutalidad para, por fin, con el utilitario título de campeón del mundo, hacer ver que esos valores casi implícitos en los deportistas que representan a este país, pero fundamentalmente a esta sociedad, son determinantes cuando prevalecen la idoneidad, la idea, el proyecto y el orden que da el convencimiento de lo que estamos haciendo como colectivo.

¡Uruguay nomá! Uruguay pa todo el mundo! ¡Uruguay! ¡Uruguay! ¡Uruguay! Gritamos, lloramos y casi nos caemos por las escaleras abrazándonos, llorando de una emoción única.

Uruguay hasta las lágrimas, hasta la conmoción de alegría. Y ahí está, entre la multitud que la vitorea, una veintena de muchachitos, ceibalitos de segunda generación que, en una exhibición sin fisuras, se consagraron campeones del mundo y nos hicieron a nosotros, sus tres millones de compatriotas, campeones del mundo.

Como si hubiese sido un evento del histórico pasado, como 99 años y dos días después de Colombes, los muchachitos que son el Uruguay recorrieron de punta a punta las cuatro tribunas del estadio donde estaban los 40.000 uruguayos que de las maneras más insólitas cruzaron el Río de la Plata para apoyarlos.

Y entonces la profética canción de Lucas Lessa, “Algo que soñábamos de niños”, se hizo realidad:
Yo, yo sé
que vamo a salir, sí,
de nuevo, yo sé
que vamo a salir campeón del mundo.
Antes que me muera, yo voy a salir
para abrazarme contigo, por haber reconocido
algo que soñábamos de niños

Yo, yo sé…

El Mundial, paso a paso

La selección uruguaya sub 20 campeona del mundo jugó siete partidos en el Mundial de Argentina, ganó seis de los siete y sólo perdió con Inglaterra, que fue la única selección que venció la valla defendida por Randall Rodríguez.

El equipo de Broli jugó en tres ciudades distintas (cuatro partidos en La Plata, dos en Santiago del Estero y uno en Mendoza), convirtió 12 goles y recibió dos.

Primera fase, grupo E
22 de mayo: Uruguay 4-0 Irak, estadio Ciudad de La Plata Diego Armando Maradona.
Goles: Matías Abaldo, Andrés Ferrari, Hussein Hassan en contra y Alan Matturro.

25 de mayo: Uruguay 2-3 Inglaterra, estadio Ciudad de La Plata Diego Armando Maradona.
Goles: Franco González y Matías Abaldo (U), Bashir Humphreys, Alfie Devine, Darko Gyabi (I).

28 de mayo: Túnez 0-1 Uruguay, estadio Malvinas Argentinas de Mendoza.
Gol: Franco González.

Octavos de final
1º de junio: Gambia 0-1 Uruguay, estadio Único Madre de Ciudades de Santiago del Estero.
Gol: Anderson Duarte.

Cuartos de final
4 de junio: Estados Unidos 0-2 Uruguay, estadio Único Madre de Ciudades de Santiago del Estero.
Goles: Anderson Duarte y Joshua Wynder en contra.

Semifinal
8 de junio: Uruguay 1-0 Israel, estadio Ciudad de La Plata Diego Armando Maradona.
Gol: Anderson Duarte.

Final:
11 de junio: Uruguay 1-0 Italia, estadio Ciudad de La Plata Diego Armando Maradona.
Gol: Luciano Rodríguez.

Todo un país detrás

El doctor y magíster en Sociología y destacadísimo demógrafo Ignacio Pardo, escriba de la diaria desde los primeros días, tuvo la delicadeza de alcanzarme una información que le demandé para la confección de este artículo: pueden ser más de tres millones, 3.520.000 para arrimarnos más a la estimación del sociólogo, los uruguayos que habiendo nacido a partir del 17 de julio de 1950 nunca habíamos visto a Uruguay campeón del mundo, cosa que no sucedió con nuestros mayores.

Buena parte de las y los millennials arrimaron bastante a esa suerte de mandato histórico de la vida de los nacidos o criados al oriente del río Uruguay por lo menos en cuatro o cinco veces, pero nada tan cerca como la final del Mundial sub 20 de Malasia en 1997, cuando caímos de atrás con Argentina 2-1, o la final del Mundial sub 20 de Turquía en la que perdimos apenas en los penales después de empatar en 120 minutos con Francia.

Buena parte de nosotros hemos comprendido lo que a otros no les llegaron a transmitir casi como principio filosófico del fútbol de esta parte del mundo: no alcanza con ser uruguayos, con vestir la celeste, con trancar con la cabeza, con meter y meter para ser los mejores y ser campeones. Hay mucho más, y parte de ese más estuvo en esta gesta, en el genial aporte de Marcelo Broli, oportunamente acompañado por Diego Ruso Pérez, que emprendió el camino con muchos gurises que ya habían pasado por el complejo Uruguay Celeste, incluyendo a muchísimos de ellos que iniciaron la preparación para el cancelado Sudamericano de 2021, cuando la pandemia hizo suspender el Mundial y el Sudamericano.

Todo

Con Broli y Pérez, una increíble combinación de sapiencia, idoneidad, jerarquía, razón y emoción, estos jóvenes futbolistas representaron la matriz 2.0 del fútbol celeste, casi secuencia de la “Institucionalización de los procesos de selecciones nacionales y de la formación de sus futbolistas” proyectada y ejecutada por Tabárez. Fueron ellos, en cada uno de los encuentros con la celeste, quienes transmitieron una postura casi perfecta, adaptada a las expectativas de lo que los uruguayos esperamos.

La celeste de Broli concretó lo máximo no de forma aleatoria o por la coyuntura de la competencia. Ya lo venía haciendo de una forma muy alentadora, primero en el Sudamericano, en el que perdió el título y el invicto en las postrimerías del último partido con Brasil; y lo concretó en Argentina, ya no sólo por los resultados, sino por el todo, por las formas como colectivo, con una estructura fuerte, equilibrada y con prestaciones técnicas y tácticas de buena nota.

Al final, estos gurises jugaron con 19 o 20 años, pero con la histórica y real carga de 120 años de fútbol en sus gambas, en su postura defensiva, en sus engaños de caderas. Son uruguayos. Son Uruguay. Y así, partido tras partido, con Broli como brillante, sensato y ubicado conductor, llegaron al todo, a algo que soñábamos desde niños.

Todas las participaciones mundialistas sub 20

1975. El primer torneo sub 20, disputado en Túnez, no fue en realidad sub 20, sino sub 19, y trajo consigo un cuarto puesto para Uruguay tras perder en el último partido frente a Brasil. Antes habíamos perdido en semifinales por penales con la URSS con aquel equipo que tenía a Fernando Álvez, Venancio Ramos, Ruben Paz y según la FIFA, con la camiseta 17 al profesor, historiador y politólogo Gerardo Caetano.

1979. La segunda presentación de esta copa del mundo dejó a la celeste en el tercer lugar al ganarle a Polonia por penales. Fue realmente increíble el Mundial de Japón 79, cuando la dicotomía rioplatense era Maradona-Ruben Paz, y en la semi nos ganaron con gran actuación de Diegote cuando era Dieguito y su por entonces amigo Ramón Ángel Díaz. Para Uruguay la victoria por penales ante los polacos representó el primer podio celeste en juveniles.

1981. Los que vivimos Australia 81 aún no podemos olvidar el increíble baile que aquel equipo en el que estaban Enzo Francescoli, Jorge da Silva y Carlos Aguilera le dio a Rumania, que, sin embargo, nos ganó 2-1 en octavos de final.

1983. En México 83 la caída fue ante los surcoreanos. Con el Patito Aguilera repitiendo, Sosita y José Luis Salazar, se nos complicó con Corea del Sur y nos quedamos sin nada.

1991. Tras faltar en las citas mundialistas de 1985, 1987 y 1989, en el 91 fue la peor actuación celeste en el Mundial disputado en Portugal: quedamos últimos en la serie.

1993. Australia fue la sede y el rival de turno en cuartos de final. Nos volvimos de la peor manera, habiendo estrenado el gol de oro en el alargue. Volaban aquellos gurises liderados por Fabián O’Neill y Fernando Petete Correa.
La FIFA suspendió a Uruguay por acontecimientos desgraciados suscitados por los nuestros cuando quedamos eliminados con el gol de oro (en 1991 ya habían sido sancionados Darío Silva y Paolo Montero, pero no la selección) y nos perdimos la competición de 1995.

1997. La celeste retornó a las participaciones destacadas en Malasia, tras perder la recordada final con Argentina 2-1 y alcanzar el segundo lugar en el torneo. La participación de la selección de Víctor Púa, con Marcelo Zalayeta y Nicolás Olivera, generó un enorme festejo a nivel local y una conexión comparable a la de 1979.

1999. En el Mundial de Nueva Zelanda, Púa repitió semifinales y finalmente trajo un cuarto puesto tras la derrota frente a Malí en la lucha por el podio. Pasaron otros ocho años hasta que la sub 20 pudo embarcarse a Canadá.

2007. Con Luis Suárez y Edinson Cavani comenzamos un ciclo que tuvo que ver con el desarrollo del proyecto de Tabárez, en los que Uruguay jugó desde ese año hasta hoy en absolutamente todos los mundiales sub 20 masculinos. Aquella selección cayó en octavos ante Estados Unidos 2-1.

2009. En Egipto nuevamente nos dimos contra los cuartos de final, esta vez ante Brasil.

2011. En Colombia quedamos afuera en el grupo, tras una muy pobre participación.

2013. En Turquía los celestes llegaron a la final ante Francia y tras empatar 0-0 cayeron en los penales, quedándose con el segundo lugar.

2015. En el Mundial de Nueva Zelanda otra vez los penales nos dejaron sin revancha: después de empatar 0-0 con Brasil, en octavos de final quedamos afuera por penales.

2017. Con muchos que serían mundialistas en Qatar 2022 (Federico Valverde, Rodrigo Bentancur, Nicolás de la Cruz, Mathías Olivera, Mathías Viña Agustín Canobbio), quedamos apenas afuera de la final por un gol que les dio el empate a los venezolanos en la última jugada del partido. Los penales, una vez más, nos fueron negativos, esta vez por partida doble: en la semifinal ante los venezolanos y en el partido por el tercer puesto contra los italianos.

2019. En Polonia, con Ronald Araújo y Darwin Núñez, además de Bruno Méndez, Maxi Araújo y Brian Rodríguez, Uruguay llegó a cuartos de final y cayó ante Ecuador 3-1.

2021. No hubo mundial por la pandemia.

2023. Por primera vez en la historia, Uruguay campeón del mundo sub 20.

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