Con aroma a tilo, la mamá y el papá de Lola Chomnalez eligen recordarla y traerla. Adriana Belmonte y Diego Chomnalez la recuerdan con amor, como hacen los padres con las hijas y los hijos. Eligen anécdotas para describirla, siempre llena de luz; siempre viva.
A Lola la mataron el 28 de diciembre de 2014, mientras caminaba por la playa de Valizas, en Rocha, a pocos días de llegar desde Argentina para vacacionar. Entre tantas mujeres que fueron asesinadas en estos años, el caso de Lola quedó en la memoria de ambos países.
“El tiempo que pasa es la verdad que huye”, decía el criminólogo francés Edmond Locard. Adriana y Diego esperaron respuestas el tiempo equivalente a la mitad de la vida de Lola. “A Lola la mataron con 15 años recién cumplidos”, indica Diego, “y esto llevó casi siete años y medio”, lamenta Adriana. “Fue muy duro por mucho tiempo. Hubo momentos muy difíciles. No digo que ahora no lo sean, pero, en este momento, gracias a Natalia Sandberg, cambió todo”, afirma Diego.
La mamá y el papá de Lola esperan abrazar en estos días a Sandberg, quien es la encargada de laboratorio del Registro Nacional de Huellas Genéticas de Policía Científica, que maneja el Ministerio del Interior desde el año 2011, y [fue la responsable de la estrategia que logró dar con Leonardo Sena, que ahora está procesado con prisión como presunto autor del homicidio.
Las ciencias forenses fueron determinantes para el esclarecimiento del caso. Las pericias también plantean que a Lola la mataron al menos dos personas, por lo que la investigación continúa. Además de Sena, hay otro hombre, Ángel Cachila Moreira, preso por encubrimiento desde el año 2019.
En lo que respecta a la investigación, en estos días se le tomó declaración a Sena y se le practicaron pericias. Según Juan Raúl Williman, abogado de la familia, “la coartada de Sena se está cayendo”; hasta ahora, no confesó si conoce o no al Cachila. De acuerdo a lo explicado por Williman, el Cachila es quien se ubica en la escena con detalles, y eso sólo es posible por haber estado o por tener la expertise técnica de leer una autopsia. “Siempre se planteó la duda de su grado de participación, pero no de que no haya estado en el lugar”, señaló. Para Adriana, “encubridor o coautor es igual de femicida”, porque “no le prestó auxilio” y “también terminó con su vida”. “A sus declaraciones le restó importancia. Hay una prueba irrefutable: es su sangre. No me importa que diga que no mató ni a una mosca. Su declaración es inverosímil”, reafirma Adriana. Sobre si pensó en encontrarlo en algún momento, responde: “Pensé en mirarlo a los ojos y ver qué me puede decir. Pero no es algo que anhele”.
Más allá de la investigación y los avances del caso, “recuperar” a Lola también es recordarla: “Nuestra hija fue siempre muy inspiradora, desde que nació”, dice su papá orgulloso. Por eso, además de anécdotas, también tienen varias formas de recordarla, que van más allá del Cementerio de la Recoleta, donde está su cuerpo. “A raíz de que a las amigas les costaba ir, se empezaron a crear lugares”. Y así aparece el tilo, un árbol y un aroma que a Lola le gustaban. Hay un tilo plantado en Buenos Aires, que crece fuerte y frondoso, que debajo tiene un monolito con parte de la letra de la canción “Vuela alto”, que fue creada e interpretada por la familia y las amigas de Lola. También hay un mural frente a la escuela primaria a la que fue y un banco la homenajea en el parque Rivadavia. A la vuelta de la casa de Adriana y Diego, en la zona de Caballito, hay un mural que fue pintado por un primo que vive en Colombia. “Tiene los colores que a Lola le encantaban: azul y rosa chicle”, describe Adriana, que dice que “a Lola la quieren mucho”.
Para ellos, “Uruguay es su patria”. Lola venía a Uruguay desde que nació. Adriana cuenta que la primera vez que puso los pies en el mar fue en La Barra, en Maldonado. Desde que mataron a Lola, las visitas anuales a Uruguay pasaron a ser para exigir justicia. “Ahora venir a Uruguay es una sensación de alegría y de nostalgia; son sensaciones encontradas, porque sabemos que venimos a empezar a recorrer un nuevo camino”, explica la mamá de Lola. Adriana suele soñar con su hija, aunque “a veces pasa tiempo sin que sueñe con ella”. “Pero Lola me habita y me acompaña”, reivindica.
Las anécdotas se repiten y las palabras hacen trampa. En una de ellas, Diego arranca diciendo: “Lola se había muerto...”. Adriana lo interrumpe: “La mataron”. También ella se rectifica cuando dice “se murió” en vez de “la mataron”.
Hay nombres que para la familia son para destacar: el de Juan Gómez, fiscal de Corte, por “su humanidad y su forma de tratarlos”; el de Mariela Solari, directora de la Unidad de Víctimas de la Fiscalía, por el apoyo que les brindó; el de Jorge Vaz, fiscal inicial del caso, que dio pasos fundamentales en la investigación; el de Graciela Barrera, expresidenta de la Asociación de Familiares de Víctimas del Delito, por articular y presentarles a Williman, a quien resaltan por “ponerse la causa al hombro”.
“Le pedimos a Juan que se hiciera cargo del caso de nuestra hija porque a dos años del caso no pasaba nada. Tenemos una gran amiga, Graciela Pera, que es madre de un chico asesinado, y ella nos tocó la campana. Nos dijo: ‘Está la Justicia, los abogados, los magistrados, si vos no te ponés al hombro la causa de tu hija, no vas a llegar a nada’. Graciela Barrera nos dijo lo mismo: ‘Hay que ponerse el caso al hombro’. Ahí nos vinimos diez días para acá y juntamos a Juan con Jorge”.
También hay nombres, sinsentidos y silencios que prefieren olvidar. “Nosotros tenemos una lista de agradecimientos. Pero no le vamos a agradecer a ‘la Justicia’, le vamos a agradecer, dentro de ese inmenso mar de personas que están ahí, solamente a las poquitas personas que colaboraron en ese inmenso mar”, aclara Diego.
Sobre Lola, su caso, y el camino que emprenden en búsqueda de justicia, Adriana y Diego dialogaron con la diaria.
Dicen que Lola era “inspiradora”.
Diego Chomnalez (DCH): Lola era una bomba de luz, desde que nació, todo el tiempo. Era la alegría misma. Era la representación de la alegría. Era imbatible.
Adriana Belmonte (AB): No era, es.
DCH: Es imbatible. Es difícil de transmitir. Porque decís esto y parece que sos un cancherito. Pero era arrolladora, una catarata. Entraba en un lugar, así fuera de lo más formal o tradicional, y ella no era invisible.
AB: Descontracturaba todo. No pasaba nunca desapercibida.
¿Por eso hay un recuerdo vivo?
AB: Muy vivo. Lola era muy descontracturada. Una vez le regalaron un vestido con volados y ella dijo directamente: “Mirá, si vos no te enojás, yo lo voy a cambiar porque no uso así con volados”.
DCH: Ella era así, no se guardaba nada.
AB: En el último tiempo, le decía que no hiciera eso. Qué boba yo, porque le decía que no hiciera esas cosas. Pero ella era así. Libre.
¿Cómo fueron estos años?
DCH: Muy duros. Ella en un momento se quería matar.
AB: Yo no me quería matar. No me quería matar porque no me animaba, pero me las quería tomar.
DCH: Te las querías tomar para arriba.
AB: Le pedía al médico que me diera algo, quería una especie de eutanasia.
DCH: Por suerte estábamos juntos. Porque cuando ella caía, yo estaba. Y al revés, también. Siempre hubo un equilibro de ayuda entre nosotros, fue natural.
AB: Nos hizo resilientes. O somos resilientes o nos sumimos en la depresión. Yo me las quería tomar de la tierra porque era impresionante el dolor y pensaba que no iba a haber luz.
Debe ser difícil querer seguir viviendo.
AB: Me pasó más que nada el primer y el segundo año.
DCH: Cuánto más cerca de la muerte de Lola, fue más difícil. Después se fue alejando un poco el sufrimiento intenso.
AB: Vas trabajando el duelo, que nunca lo terminás de gestionar. Nunca. El duelo es para toda la vida, pero empezás a poder elaborarlo un poquito. Estoy agradecida de poder haber accedido a una terapia y de haber tenido el privilegio de que si me quería quedar llorando en la cama porque no me podía levantar, podía hacerlo porque nuestro trabajo era en familia [en el rubro de la gastronomía]. Pero hay gente sufriente que no puede hacer eso. Hay mucha gente que tiene que seguir con la vida enseguida porque tiene que alimentar y vestir a su familia. Siempre agradezco no haber decaído para que esta causa siga adelante. Siempre tuvimos la posición firme de seguir adelante. No podemos decir que no sabemos cómo lo hicimos, porque sí sabemos cómo lo hicimos. Sólo nosotros sabemos lo que es estar en nuestros pies, porque es inenarrable.
Ustedes se enojaron mucho con la Justicia.
DCH: Son indolentes. Nos atendía un empleado de un gran sistema que parece que está más allá de la gente, y vos estás esperando una respuesta.
AB: Uno espera respuestas prontas. Yo pensé que esto se iba a resolver en el primer año. Nosotros vivimos del otro lado del río y estuvimos muchos años viniendo a Uruguay.
¿Qué significa la impunidad para ustedes?
DCH: Hicimos todo tipo de elucubraciones con esto. Muchas eran producto de nuestra imaginación. Un poco sí, y otro poco no, porque no sabemos qué cosas eran ciertas y qué cosas no. Por suerte, se logró descubrir al asesino gracias a, repito, Natalia Sandberg. Algo que tanto esperamos. Ahora se abre la puerta que tanto esperábamos que se abriera: el camino a la verdad. Este es el camino a la verdad, porque no quiere decir que sepamos ya, ahora, pero empieza. Al empezar, ya estamos en el camino a la verdad.
AB: Las respuestas vinieron de la mano de Natalia. La que abrió la puerta fue ella. Esto recién empieza. Este proceso recién empieza, porque no hay justicia todavía. Apenas es una respuesta.
¿Qué sentían sobre la Justicia?
AB: No quiero herir a nadie, pero pensé que no estaban investigando. A la distancia, me di cuenta de que estaban investigando y que lo blindaron. Y estuvo muy bueno que lo blindaran. Hace unos años, cuando vinimos en 2017, la fiscal subrogante Patricia Sosa nos dijo: “Esta causa estaría bueno blindarla”. Fue la primera que utilizó esa palabra. En ese momento no la entendí, ahora entiendo por qué me dijo eso. Eso se los quiero agradecer, porque yo me equivoqué con ellos pensando que no estaban haciendo nada.
DCH: Me acuerdo patente de esa tarde. “Yo esto lo blindaría por completo y no dejaría que nadie toque esto”, nos dijo. Había mucha rotación de fiscales y jueces, y claramente nosotros no podíamos manejar nada de eso porque no correspondía, pero era algo que nos angustiaba mucho. Ver que las personas que estaban trabajando en serio eran rotadas. La inquietud nuestra era querer pedirle a alguien que dejaran a esas personas. En cambio, los que no trabajaban o no manejaban el tema con sensibilidad se quedaban.
Lo frustrante era irse sin respuestas.
AB: Exacto.
DCH: Nunca nada. ¿Sabés lo que es nunca nada?
AB: En 2017, entró Juan Raúl Williman a la defensa, a quien conocí a través de Graciela. Estoy muy agradecida a Graciela y a Juan. Primero, porque Juan nos explicó por qué cambian tanto los fiscales y los jueces. Juan nos explicó el mecanismo, que no era que se querían ir de la causa, sino que era parte del sistema; de la carrera fiscal y los ascensos.
También cambió el Código del Proceso Penal años después del crimen de Lola.
DCH: Antes la víctima no tenía lugar, ni voz. Todo eso nos fue permeando en la cabeza para mal.
AB: Cuando nos explicaron el proceso penal y lo que estaba pasando, fue todo mejor para nosotros. En Argentina hicimos una pequeña investigación y llegamos a algunas hipótesis. Cuando las trajimos, el fiscal Jorge Vaz estaba en la misma línea. Esa línea conducía al Cachila, y en mayo de 2019 lo detuvieron.
DCH: Este tipo [Cachila] dice lo que pasó antes y lo que pasó después, pero del durante no dice nada. Esa era mi pregunta: “¿Qué hace este tipo que dice qué pasó antes y qué pasó después? ¿En el durante qué hizo?”
Un mes antes vinieron a reclamar avances en la investigación y se reunieron con Juan Gómez. ¿Qué venían a buscar?
DCH: Parece casualidad, pero nada es casual. Esto lo aprendí en estos años. Cuando vos venís, siempre ocurre algo. Sí, nos reunimos con Juan Gómez.
AB: Yo había estudiado el caso de Yara Gambirasio [una adolescente asesinada en Italia, en un caso similar al de Lola, cuyo femicida fue hallado tras contrastar miles de muestras de ADN]. Lo que quería como madre era que se investigara. Mi pedido en su momento era poder ver a Luis Alberto Heber, ministro del Interior, para ver qué método científico estaban utilizando, si era obsoleto, qué pasaba con el ADN, porque por ahí podíamos colaborar. La ciencia es algo importantísimo en esto. Ese fue el pedido, y mirá qué contundente.
Ustedes en ese momento también decían que si el Cachila era el encubridor, tenía que haber un autor.
DCH: Claro. Ahora, con este descubrimiento, los dos están en la escena del crimen. Alguno va a tener que hablar. Cachila está mudo. Pero hablará el nuevo [Sena].
AB: Yo espero que aparezca el tercero.
DCH: Esperá con el tercero, hay que esperar. Este [Sena] va a tener que hablar. Se va a saber.
AB: Hay otra persona.
DCH: Sí, que ya va a caer porque van a hablar.
Trascendió, según las pericias, que hubo al menos dos personas involucradas. ¿Fue una novedad?
DCH: No, nosotros sabíamos que fueron tres.
AB: Sabíamos que era más de uno y hasta tres. Yo siento que hay otra persona más. Y eso es lo que hemos investigado por nuestra cuenta, pero hay que seguir indagando.
DCH: Hay una mujer y hay cuatro líneas de investigación.
AB: Una mujer o, lo que dice Guido Berro [forense], no es que sea una mujer, sino que tiene “rasgos feminoides”, como pueden ser manos más chicas, por ejemplo. En un momento yo pensaba que había una mujer. Puede ser que hubiera una mujer en la escena del crimen.
¿Cómo fue el momento en que te enteraste de que encontraron al presunto responsable?
AB: Estaba trabajando y me llegó tu mensaje [el de la periodista autora de la nota]. Diego estaba en terapia. Llamé a Juan, no me respondía. Llamé a Jorge y lo escuché súper emocionado. Me dijo que estaba yendo para Rocha porque dio un ADN 99% positivo. Yo lloraba y le decía a todo el mundo que estaba tranquila, pero no paraba de caminar por toda la casa. Quería contárselo a todo el mundo. Fueron emociones encontradas. Un sólo adjetivo no puede llenar todo lo que sentimos. Llorábamos.
Y vos, Diego, en terapia.
DCH: Por suerte, me enteré en la terapia, porque en un momento, hace unos años, casi me voy para arriba y la terapia me salvó.
Adriana, vos habías soñado algo relacionado con números que coincidieron con las fechas.
AB: Soñé. No le conté a Diego del sueño porque no lo quería poner ansioso, pero se lo había contado a los abogados. Llamé a Juan y le dije: “¿Ustedes tienen algo pensado para el 12, el 18 y el 19? Porque se me apareció Lola en sueños y en una pared me mostraba esos números y me hacía un gesto con la mano, como que esperara”. Juan me respondió: “Estás muy conectada con tu hija, estoy acá con Jorge porque el 12 tenemos una reunión en la Fiscalía porque hay una línea de ADN, inspirado en el caso de Yara. Estamos siguiendo esa línea y seguramente tengamos un informe sobre qué pasa”. Eso fue el 12 de mayo. El 18 detienen a este hombre y el 19 se hace pública la noticia.
¿Tienen claro que recién ahora empieza otra parte del proceso penal?
DCH: Empieza ahora, por eso hay que ser cautos. Estamos al comienzo de un desenlace que nos podría llevar al final, pero soy muy cautelosa.
AB: Ser cautos y tener paciencia.
Sena tenía un antecedente de 2009, en el que tuvo un modus operandi similar al que habría tenido con Lola en 2014, año en que había sido liberado por ese delito.
AB: Violó a una chica en La Paloma.
DCH: A ella no la mató, la violó. Mirá lo que es la Justicia, lo dejaron libre, no le pusieron una tobillera, no lo controlaron, no le hicieron un seguimiento. No hicieron nada. ¿Cómo se puede explicar que lo hayan largado de la cárcel así nomás?
Cuando vieron la conferencia, ¿hubo algo que les llamó la atención?
AB: Estábamos mirándola con las mujeres de la familia y amigas de Lola en casa. A todas nos llamó la atención que fueran todos hombres los que dieron la conferencia de prensa. Pero, sobre todo, que hablaran de “la genetista”.
DCH: La nombraban como un ente.
AB: “La genetista”.
No la nombraron.
AB: Y era clave.
DCH: Era una identidad que tenía que estar presente ahí. No era una más, era la más importante. Si no estaba ella, no había resolución.
AB: La fiscal del caso tampoco estaba [Jessica Pereira]. Desconozco cómo es el protocolo, pero aunque sea nombrarlas por su nombre y su apellido. Aunque sea eso. Fue muy machista y verticalista.
DCH: A nosotros nos chocó mucho eso. Era algo que era obvio que no podía ser así.
AB: En la familia a todos nos pasó lo mismo; todos nos preguntábamos cómo se llamaba “la genetista”.
Por eso ustedes buscaron a Natalia.
AB: A las y los periodistas de allá también les llamó la atención y les parecía mal que no la nombraran. Me puse a buscar y encontré su nombre en una nota en El Observador. Vi que la nota la firmaba la periodista Paula Ojeda, así que la contacté. Conseguí el teléfono de Natalia y enseguida le escribí. Era imposible comunicarnos porque no podíamos parar de llorar. Yo lloraba, ella lloraba. Llorábamos juntas.
¿Qué significa ella para ustedes?
AB: Natalia viene de “natalicio”. Y para nosotros acá hay un nacimiento.
DCH: Es muy importante. Fue todo. Por momentos decaíamos porque teníamos la sensación de que no íbamos a llegar nunca a este punto.
AB: Porque no había respuestas. Natalia es una respuesta.
DCH: Más allá de que ahora viene el proceso, ella es la que dijo: “Este es el asesino”.
AB: Natalia le puso nombre y apellido al fantasma. Porque había un fantasma. Un fantasma que daba vueltas hacía siete años y medio; la presencia fantasmal ahora tiene nombre y apellido.
DCH: Lo que ahora haga la Justicia con este juego es otro tema.
Eligieron venir a Uruguay el 3 de junio, fecha de Ni Una Menos.
DCH: Siempre veníamos los 3 de junio.
AB: Como apareció la identidad de este fantasma, me pareció que el 3 de junio tenía que estar acá. Elegimos venir al Ni Una Menos_ porque es una fecha que en Buenos Aires es muy fuerte. El primero fue el 3 de junio de 2015, organizado por varias periodistas. Habían pasado unos meses del femicidio de Lola.
Decías que Lola era un ser de luz, que siempre descansó en paz y que descansa en paz. Pero ustedes no, ustedes recién ahora empiezan a descansar diferente.
AB: A mí me cambió el semblante. Ahora me siento inmune a muchas cosas.
DCH: Estamos mejor los dos. Yo no dormía hasta hace poco, hasta hace dos semanas no dormía.
AB: Yo me despertaba en medio de la noche.
DCH: No es que ahora “estamos del otro lado”, pero es mejor.
¿Tiene que ver con reducir la impunidad?
AB: Es como que hay una paz que terminó de bajar. Yo sé que Lola me inmunizó.
DCH: Todavía no terminó todo, recién ahora empieza la joda. Hay que seguir luchando.
Pero tienen otras respuestas.
AB: Tenemos otras respuestas. La única respuesta que tuvimos en los primeros cinco años fue la del fiscal Jorge Vaz, y ahora esta respuesta que nos trae la Justicia, de la mano de Natalia, que es la hacedora. Después, si la Policía se ofende, tienen toda la vida para ofenderse. Encontrar la verdad es reparar. Y con la verdad se acerca la justicia. Aunque “justicia” sería que Lola estuviera acá. El dolor va a estar siempre, pero está bueno no anclarse en el sufrimiento, trascender e ir por la reparación para sanar.
DCH: Ahora empieza otra etapa.
AB: Como madre, quiero ir hasta el final con el caso de Lola. Lola va a estar conmigo siempre. Diego y yo le prometimos a ella que la íbamos a cuidar siempre. Y esta es ahora nuestra manera de cuidarla. La vida sigue, con instantes. Yo voy a ser siempre su madre, Lola es y va a ser siempre mi hija.