Este viaje forma parte de la investigación que estamos realizando para elaborar un libro sobre flora nativa. Estuvimos en las quebradas del norte, fuimos hasta Artigas, a la triple frontera, a los montes del Queguay y sus islas, entre tantos otros lugares. Gracias a Grupama, una ONG ambientalista de Artigas, conocimos a Paco, Francisco Bergós, el encargado regional del litoral oeste del Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SNAP), quien nos invitó a conocer Esteros de Farrapos.
El establecimiento Bichadero está ubicado en la Cuchilla de Laureles, en el noroeste del departamento de Tacuarembó, casi en el límite con Rivera. El predio se encuentra entre los arroyos Cañas y Laureles. Justamente, este último, que tiene su origen en la Cuchilla de Haedo, separa los dos departamentos.
Un proyecto local de recuperar flora nativa, en Tacuarembó, comenzó con pitangas, siguió con molles cenicientos y otras especies nacieron solas. Se intentó que el monte nativo regenerado equilibrara la huerta y alojara a pájaros y otros animales.
Entre el río Uruguay y el arroyo Caracoles Grande se encuentra un paraje rico en flora que será destinado a un campamento educativo y de investigación.
El Arequita, sus ombúes y sus molles guardan historias de distintas épocas, las que escribieron naturistas que visitaron Lavalleja, las que cuenta la literatura y las de quienes habitaron el lugar.
En las costas de Punta del Este, pese a la fuerte urbanización, varias especies de plantas autóctonas logran pervivir. Junto al mar, el pasto dibujante, la margarita de la arena y la redondita del agua ayudan a preservar las dunas. En cambio, otras especies, que fueron introducidas para cumplir esa misma función, aceleran el proceso de erosión de las playas.
La localidad de Margat, en Canelones, alberga un sistema en el que conviven plantas autóctonas y especies que introdujo en el país el naturalista francés que da nombre al lugar. El peculiar equilibrio, sin embargo, está amenazado por diversos proyectos agrícolas e industriales.