Hablame de metanarrativa. Un representante de la vieja guardia, un dinosaurio, regresa a su coto de caza después de décadas fuera de servicio, y se encuentra con que el mundo ha cambiado. Al igual que Morfeo en la historieta (y luego la serie televisiva) The Sandman, debe adaptarse o morir. Sylvester Stallone es el actor veterano que protagoniza su primera serie de televisión, en un mundo que ya no las considera hermanas menores del cine. Y su papel es el de Dwight Manfreddi, un mafioso que luego de 25 años en prisión descubre que el crimen organizado perdió ciertos códigos, y termina armando su propio negocio en el medio de Oklahoma.

Paramount+ estrenó semanalmente los nueve episodios de Tulsa King, una serie que parece hecha a la medida de Stallone, tanto como los trajes que usa Dwight en su regreso a las pillerías. Sin las aspiraciones de una serie premium, abraza clichés y le saca el juego al talento de cada uno de los protagonistas, reemplazando diálogos que ganarían premios por momentos en los que la serie desborda corazón. Sepan a qué atenerse.

Es tan clásico el planteo de la serie, que el primer episodio es prácticamente un caso de estudio acerca del armado del elenco. El mafioso sale del aeropuerto de Tulsa, y el primer chofer disponible se convertirá en su chofer personal durante el resto de esta primera temporada. El primer comercio que le llama la atención (un dispensario de marihuana, algo impensado para él) termina siendo el primer comercio que le paga por protección. Si hasta el último episodio termina con la revelación de que la mujer con la que tuvo sexo en su primera salida nocturna es integrante de la Agencia de Alcoholes, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos (ATF).

A partir de ese momento, la serie avanza a buen ritmo, en especial si se la veía en incrementos semanales. Cada episodio avanza una trama que nunca deja de involucrar a la mafia neoyorquina, que anda en busca de cualquier excusa para deshacerse de Dwight, y él, seamos sinceros, les hace bastante sencillo el trámite. Para peor, en su búsqueda por ampliar el miniimperio criminal en ese rincón alejado del mundo lo enfrenta a una banda de motoqueros criminales al mejor estilo Sons of Anarchy cuyo líder es un irlandés con muy pocas pulgas.

De nuevo, es fundamental tomar en cuenta que esta es una serie sin grandes pretensiones dramáticas, que en cada episodio deja momentos de humor y una o dos escenas de acción, algunas de muy buena factura (la persecución durante el examen de manejo tiene acción y humor en buena cantidad).

Hay actuaciones destacadas, como el eterno Max Casella en el papel del infeliz que huyó hasta la mitad de Estados Unidos y terminó topándose con uno de sus excompañeros. Martin Starr no se aleja del registro que lo llevó a la fama en la serie de comedia Silicon Valley, mientras que Andrea Savage sabe jugar a la agente algo rota que flirtea en contra de sus intereses. Del lado de la mafia neoyorquina, Domenick Lombardozzi es el violento que quiere salir cuanto antes de la sombra de su padre, y Vincent Piazza sigue demostrando que tiene la mejor cara de mafioso del Hollywood actual, como cuando interpretaba a Lucky Luciano en Boardwalk Empire.

Si algo se le puede reprochar a Tulsa King, son un par de decisiones torpes del último episodio, que por razones obvias mencionaré sin mucho detalle. Por un lado, la serie parece que intentara redimir al personaje de Dwight, de quien sabemos sus lazos con el crimen organizado y que lo hemos visto cometer numerosos delitos en los ocho episodios anteriores. Por el otro, la escena que cierra el arco más importante de la temporada es resuelta con una velocidad y una falta de gracia inusitadas. Por suerte, la colita del episodio nos deja bien enganchados para la tanda que viene.

Al final, todo recae en los hombros de Sylvester Stallone, a quien se lo ve entero, excepto en aquellos momentos en los que el guion lo necesita en pedazos. Lo que tiene para hacer lo hace bien, devorando sus escenas y recordándonos por qué supo ser una estrella de fama mundial durante tanto tiempo. Pero claro, hay que reinventarse para sobrevivir. Igualito, igualito que Dwight Manfreddi.

Tulsa King. Nueve episodios de entre 35 y 45 minutos. En Paramount+.