Pierre Anton, un personaje creado por la escritora danesa Janne Teller, es un adolescente que se levanta en el salón de clases para decir a viva voz que nada tiene sentido, que lo sabe hace mucho tiempo pero que ahora descubrió, en consecuencia, que ni siquiera vale la pena hacer algo. “Algunes de sus compañeres creen que tiene razón, pero tampoco lo pueden andar diciendo por ahí porque lo que van a hacer los adultos es llamar a un psicólogo e intentar convencerlos de lo contrario. La novela avanza en la lógica de ese grupo intentando encontrar aquellas cosas que sí importan. Y ese intento lleva a situaciones muy límite”, cuenta Sabrina Speranza. La directora acercó Nada al elenco de Ta’ propia y tomando esa lectura como puntapié, juntos desarrollaron un espectáculo que amplifica el diálogo y que “funciona como gancho que nos liga a la pulsión de vida”, reza la sinopsis del montaje.

Protagonistas del discurso

No bastó con trasladar esa provocación. “En el epílogo la autora dice que esa novela es un intento por discutirle a este personaje, que ella siente que nació antes que la novela, y nuestra obra también lo es; por un lado, porque hay cosas que sí tienen sentido, esas fueron algunas de las cosas que estuvimos indagando, y por otro, preguntarnos en qué momento de la adolescencia sentimos que Pierre Anton tenía razón”, dice Speranza, quien manejó una premisa básica: es mejor construir puentes en lugar de muros. La obra resultante es una construcción elaborada a lo largo de un proceso de investigación que involucra la dramaturgia actoral o lo que en el mundo anglosajón se denomina devising theatre, que usualmente a nivel local se presenta como creación colectiva. Así se va armando la pieza en función de los ensayos.

“En realidad, no hay un texto previo; hay siempre disparadores o preguntas que la obra busca resignificar, porque a veces no las responde”, ahonda la directora. Hay que visualizar a esa juventud movilizada por las preguntas, rellenando post-its de colores con sus hallazgos. “Es un proceso de investigación en el que se va creando en base a ejercicios. Tiene distintas etapas, sobre todo en este caso, que no estoy trabajando con un elenco estable, ni siquiera con actores profesionales. Entonces, la primera tiene que ver con la conformación del grupo. Eso es fundamental para que todo lo demás fluya. Después hay un segundo momento, de empezar a experimentar, a pensar fuera de la caja, a proponer escénicamente, y un tercer momento de abordar la temática particular, de hacernos preguntas respecto del tema e ir creando escenas, de producir muchísimo. No todo queda en la obra, porque no cuadra, no entra, pero una vez que tenemos todo el material sobre la mesa, escribimos los momentos que teníamos en hojitas de colores para ir viendo, ensayando y armando como un puzle. Es una obra que, dentro del teatro posdramático, no tiene una línea argumental clara, sino que funciona como un collage en donde hay distintos lenguajes que se van superponiendo para crear nuevo sentido”.

Speranza, que es docente en la Escuela Multidisciplinaria de Arte Dramático (EMAD), invitó a participar en este proceso a estudiantes que habían completado con ella una pasantía de teatro en contextos de privación de libertad. “Tenía dos condiciones para formar parte de este proyecto: necesitaba gente joven, porque es una obra pensada especialmente para adolescentes y jóvenes, y quería que en el elenco la voz protagónica fuera de ellos y no de adultos actuando de adolescentes. Para mí, además, era importante que se entendiera el compromiso con todo el costado social, que es la integración y el acercamiento, o mejor dicho, la democratización de los bienes de producción cultural, que personas que habitualmente no acceden ni siquiera como espectadores hicieran teatro. A estos estudiantes ya los conocía desde ese lugar de compromiso, de entender la función social del teatro, podríamos decir. Sabía que era gente que iba a poder reconocer la riqueza de la diversidad. Y coordiné, por otro lado, con el Inisa [Instituto Nacional de Inclusión Social Adolescente] la participación de adolescentes”, resume sobre la conformación del grupo. De ese modo unió en la posibilidad de contar su historia personal y de indagar en aquello que vale la pena, o lo que en su jerga “ta’ propio”, a “jóvenes que han trabajado en privación de libertad desde el teatro y jóvenes a quienes la privación de libertad les ha atravesado el cuerpo”.

Foto: Mauro Tomasini, difusión

Foto: Mauro Tomasini, difusión

El hecho de que la obra haya sido seleccionada en 2022 por el programa Fortalecimiento de las Artes de la Intendencia de Montevideo, subraya Speranza, les permite no sólo hacer teatro sino trabajar en teatro. “Hay que intentar que la línea que separa el adentro y el afuera sea lo más fina posible”, recalca como uno de los objetivos del proyecto.

El año pasado Speranza fue seleccionada para participar en el curso Art in Prisons en el Royal Conservatoire of Scotland, lo que sin dudas apuntaló esta búsqueda. Sin embargo, nada de esto es nuevo en su trayectoria, ya que desde 2005 se dedica a la investigación y práctica liminal entre lo escénico y lo político, especialmente desde la metodología de Teatro del Oprimido. Este espectáculo sigue esa filosofía, “esto tan provocador que dice Augusto Boal: que se puede hacer teatro en cualquier lugar, incluso en los teatros, y que teatro puede hacer cualquier persona, incluso los actores. Pero también es algo que atraviesa otras corrientes teatrales”, advierte, “en la línea del teatro autobiográfico, conocido como biodrama en la línea de Vivi Tellas, de Lola Arias, que acá aprendí a trabajar con Leonor Courtoisie, con Florencia Zabaleta, con Jimena Márquez, esta cuestión de poner la propia biografía en escena. Ahí se puede amalgamar el elenco, en el reconocimiento de que la historia propia es válida, es importante, el reconocimiento del derecho que tenemos a contar nuestra historia, y de alguna manera es defender nuestro derecho a existir”.

Ta’ propia, con dirección de Sabrina Speranza, va en teatro El Galpón los miércoles, jueves y viernes a las 17.00 hasta el 14 de abril. Más adelante habrá funciones gratuitas por los barrios. En escena: Melanie Antuoni, Pablo Blanco, Mateo Cancela, Marcos Rodríguez, Romina Russo y Ángel Silva. Entradas a la venta en Tickantel y boletería de la sala a $ 150 para jóvenes de 12 a de 18 años y $ 300 para adultos. Grupos comunicarse con la producción de la obra al correo [email protected]. No apta menores de 12 años.


Madre coraje

Luego de la gira que completó en 2022 en España, donde fue destacada como una de las mejores obras del año presentadas en Madrid, y con cuatro premios Florencio recibidos en la temporada 2021 en las categorías Mejor Espectáculo, Mejor Director, Mejor Actriz y Mejor Actriz de Reparto, este mes Ana contra la muerte vuelve al teatro Solís el 7 y el 9 de marzo a las 20.30 (entradas desde $ 350; Comunidad la diaria, 2x1). La obra que Gabriel Calderón concibió para Gabriela Iribarren, Marisa Bentancur y María Mendive trata sobre una mujer imbatible y todo lo que está dispuesta a atravesar con tal de salvar a su hijo.

La potencia de este trío de actrices se constata en cada uno de los 14 personajes que componen, en cada segundo de esta pieza que significa un quiebre en la escritura de Calderón, como reconoce el propio dramaturgo: “Recurrí a los orígenes y las tradiciones de la escritura teatral, encontrando en la escritura de diálogos un buen lugar desde el cual pensar la escena. Es por esto que me propuse imaginar y escribir todos los diálogos difíciles a los que una madre se tiene que enfrentar cuando es impulsada en legítimo derecho a hacer lo imposible para salvar la vida de su hijo. Ana contra la muerte viene además atravesada por una experiencia dolorosa y personal como el fallecimiento de mi hermana a sus jóvenes 35 años. Con esa experiencia y en medio de esta escritura, cuidando respetar el material en su esencia de ficción, me convencí de cambiar radicalmente la esencia de mi dramaturgia y respetar el tamaño y el dolor que el propio material exigía”.