Chuck Norris. No es casual la remembranza, puesto que las ficciones de Jack Reacher, tanto en las 20 novelas sobre el personaje que lleva publicadas su autor, Lee Child, como las dos películas protagonizadas por Tom Cruise, como la serie que nos ocupa hoy, tienen en común con la legendaria estrella de acción un mismo tipo de ficción: la del héroe solitario -o más o menos solitario- que vence cada una de las dificultades que se le crucen.

Sin importar el grado o nivel de la amenaza, sabemos de antemano que será superada por el protagonista. Es más, la gracia de este tipo de cine de acción -muy popular en la década de 1980- es apreciar la forma en que la amenaza es vencida. El disfrute, entonces, no está en sorprenderse por las revelaciones o giros en su trama (no ocurre nunca), sino en el goce casi estético de las peleas, las secuencias de persecuciones, las frases matadoras que lanza el héroe de turno justo después de dejar tirados sin dientes a sus rivales al finalizar la batalla.

La referencia al bueno de Chuck no es casual: la nueva trama de la serie Reacher remite directamente a una de sus películas más emblemáticas. En esta segunda temporada, que adapta la novela Bad Luck and Trouble (2007), nuestro protagonista -nuevamente interpretado por el completamente adecuado Alan Ritchson, combinación perfecta de physique du rôle y carisma- descubre que sus viejos compañeros de unidad están siendo asesinados uno a uno tal cual ocurría en The Good Guys Wear Black (Ted Post, 1978), de Chuck Norris. Y, al igual que el legendario karateca bigotón, Reacher deberá investigar por su cuenta antes de que la unidad -y él mismo, podrían decirnos, pero no vamos a creerlo nunca- sea exterminada.

Así, mientras Reacher y algunos de sus compañeros supervivientes investigan, tenemos también algunos flashbacks que nos reconstruyen el trabajo de esa unidad de inteligencia militar, al tiempo que en el presente las amenazas se van alternando en adecuado in crescendo.

No hay nada en Reacher que nos sorprenda, pero tampoco nada que nos decepcione. Sí, es verdad que en algún momento las tonterías son muchas -como lo increíblemente ineficaz que son todos los sicarios y asesinos que tratan de eliminar a nuestro gigantón- y que el relato no tiene mucho vuelo. Pero cuando uno se percata de que salta de manera adictiva de uno a otro episodio o de que espera ansioso la siguiente semana para que llegue su estreno, es evidente que lo que sea que hace la serie lo hace bien.

Mucha de la efectividad de Reacher recae sobre las espaldas de Ritchson, quien es uno de los pocos actores que pueden encarnar convincentemente el personaje. Su combinación ganadora entre mastodonte indetenible y héroe carismático es realmente disfrutable, sea cuando rompe cabezas o cuando lo vemos atrapado por un traje estrecho que lo incomoda a cada paso. Tiene el balance exacto de simpatía, humor y presencia física para alimentar esta serie. El elenco secundario lo acompaña siempre correctamente (esta temporada suma un secundario de lujo con el ex The Wire Dominic Lombardozzi y un villano correctísimo con el veterano Robert Patrick) y cada entrega brinda escapismo, diversión, mucha sangre y mucha muerte.

Reacher recuerda más la televisión del siglo XX que la contemporánea, aquella de mirar la pantalla por espacio de una hora, relajarse, apagar el cerebro y simplemente dejarse llevar.

Reacher, segunda temporada. Diez episodios de 50 minutos. En Prime Video.