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Apegé

Panteón San José, delegación Iztacalco, Ciudad de México. Foto: Apegé
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Pura vida

Territorios | Muchos días de muertos
Rescatistas en Ciudad de México. Foto: Apegé
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Traumas

Territorios / Segundo sismo en Ciudad de México
Foto: Apegé
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Oscuridades encendidas

Qué lo voy a negar. Uno de los primeros territorios que visité en la noche es lo que llaman “zona rosa”. Bastante cerca del centro de la ciudad, es precisamente lo que dice el nombre: una zona que no es exclusiva para los gays, pero casi. Tres o cuatro cuadras enteras y algunas calles adyacentes, repletas de boliches del ambiente. En principio, viejo lobo de mar, ninguno me sorprendió sobremanera. No he visitado muchas capitales, pero en Madrid, Buenos Aires, Montevideo o Ciudad de México se parecen mucho entre sí. Ya sabemos, también hay un corte homosexual que responde a tendencias contemporáneas (y de mercado).
Quema de siluetas masculinas en una marcha contra los femicidios, en la plaza Libertad. Foto: Pablo Vignali (archivo, octubre de 2016)
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¿Otra guerra de los sexos?

A la vez que se visibiliza, se denuncia, se marcha, se piden respuestas sociales y judiciales y se toma conciencia de la escalada de asesinatos de mujeres por parte de hombres a martillazo, cuchillo, arma o puño alzado, otro asunto también toma relevancia, y no deberíamos dejarlo de lado, en el afán de abordar la tragedia. En el Río de la Plata, sobre todo en Buenos Aires, a nivel masivo y en la voz de aquellas feministas que toman por los cuernos cada nuevo asesinato como reflejo de una sociedad misógina, machista y patriarcal, la cuestión se está convirtiendo discursivamente en un asunto de mujeres.
Taxco, México. Foto: Apegé
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Personas de montañas y pueblos mágicos

Al rato de salir de Ciudad de México, el ómnibus se transforma en una víbora que serpentea elegante una ruta que son curvas. Así asciende durante más de dos horas hacia Taxco. Uno mira por la ventanilla y todo lo que podía ser miedo (altura, ómnibus al borde de un precipicio) se convierte en asombro y hallazgo geográfico. La vista se amplía hasta límites difusos, y entre montañas y pequeñísimos pueblos -allá abajo, allá a lo lejos, allá en lo alto- algo se ensancha también adentro. Parece que el hombre ha llegado y conquistado, hace cientos de años, el espectáculo de la naturaleza.
Foto principal del artículo 'Sideral'
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Sideral

Cómo relatar o decir lo que no se entiende, lo que no se puede aprehender en unos días o en un mes. Una cultura realmente otra que desorbita los ojos aunque, en primera instancia o aproximación temerosa (no hay que ser temerario frente a lo desconocido), tengamos noticias de los mojones obvios, históricos, fundacionales o turísticos. Pero el inicio toma el riesgo de contar lo consabido o la visita obligada de los íconos de una ciudad, porque uno no puede andar por ahí como si lo supiera todo, como si decodificar una ciudad o un pueblo fuera cuestión de ensanchar la vista y aguzar el oído en unas semanas. Hay que andar con calma, aunque hablemos de lugares comunes, y así evitar pupilas incineradas y escuchas que, por apresuradas, pueden producir sordera.
Foto principal del artículo 'La percepción de una falta'
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La percepción de una falta

Rabia, furia, desacato. Decir en nombre nuestro sin pudor o con toda la inteligencia de la que seamos capaces, pero con el corazón y las tripas sobre la mesa; y en el papel escrito que chorrea las verdades propias, el atragantamiento de años o ese dejarles paso a los otros, siempre los otros, los que nos antecedieron, los de luchas más bravías y destinos marcados, construcciones de antaño, caminos trazados. Craso error, es cierto, negar la tradición, la acumulación sabia, el conocimiento construido sobre pilares fuertes, la masa crítica a la que debemos recurrir para no empezar constantemente de cero. Pero algo cala hondo en ese recordatorio y homenaje constante a la historia, a quienes la pergeñaron, la hicieron suya, y también la impusieron.
Foto principal del artículo 'El ridículo y el manifiesto'
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El ridículo y el manifiesto

Hace muy poco que le encontré otro sentido al manido concepto de micropoder concebido por Michel Foucault. A esas alianzas mínimas que podemos establecer incluso con aquellos que pertenecen a una estructura con la que no estamos de acuerdo, con las que disputamos discursos, con las que peleamos grados de éticas y estéticas. Incluso con aquellas personas con las que estamos profundamente en desacuerdo sobre los medios para alcanzar determinados fines.
Foto: Patrik Stollarz, AFP
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La muerte del padre

Hay polos, hay grises, indiferencia, odio, veneración irracional. Manifestaciones, actitudes o discursos que a lo largo de la historia han diletado entre el “Cuba sí, yanquis no” de los militantes acérrimos; el Cuba nunca de los otros acérrimos, los llamados gusanos; el Cuba a veces de los flojos, dirán algunos, de los no embanderados, pensarán otros. Cuba es más que un país, es todo un enunciado: contiene a Fidel Castro, al Che Guevara, las revoluciones o insurgencias de América Latina y buena parte del mundo después de los años 60 del siglo pasado; al pensamiento pro y antiizquierda y al obsecuente y al crítico y al que dileta entre ambos; la Revolución (esa Revolución) como referencia o pesar.
Foto: Iván Franco
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Nos siguen pegando abajo

Hace un par de días pasé por el McDonald’s ubicado enfrente a la plaza Matriz. No voy a hacer el chiste bobo de que algunos sólo utilizamos esa cadena internacional de comida chatarra para ir al baño, aunque es absolutamente cierto. Lo que me asombró esta vez, sobremanera, fue un gesto que ofende o causa repulsión hasta al más lego en cuestiones de explotación laboral. Les habían cambiado los uniformes a los empleados.
Foto principal del artículo 'Rotos'
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Rotos

Sí, ya lo dijo Mateo: “Esa tristeza que tienes / viene de un rostro cansado”. Esto no es uruguayez al palo, y sí lo es. Ya no se trata de una melancolía poética ni de decir que vivimos agónicos; tampoco de quedarnos con el podio de los primeros puestos en algunas estadísticas mundiales: whisky y suicidio, y creo yo que cocaína. No puedo ahora hacer una estadística de todos los consumos que llaman “problemáticos”, pero sí quiero detenerme en algo que hace tiempo me viene rondando. Y que no tiene que ver con detener el ojo en los pobres, los lúmpenes, los descarriados, los caídos del sistema (o nunca subidos), sino con un nosotros un tanto huidizo, pero bastante identificable.
Ciudad de México, ayer. Foto: Pedro Pardo, AFP
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Abjuraciones

Me declaro incapaz de entender las reglas del juego. Írrito en cualquier declaración que se aproxime a comprender el mundo. Roto o ni siquiera armado ante las explicaciones globales que me dejan atónito, al levantarme y mientras espero el chiflido de la caldera, escuchar cada día la nueva caída. Asumo la ineficacia de mi lengua y de casi todos los lenguajes, excepto los de la destrucción, la maldad y la guerra, ante la maquinaria feroz que, en distintos planos, nos devora por tierra, por aire y por mar.
Cementerio Dolores, ayer, en Ciudad de México. Foto: Alfredo Estrella, AFP
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La finitud y sus relatos

Quizá una vez tomarse el Día de los Muertos en serio y, todo lo contrario, festejarlos por la existencia que tuvieron. Copiarles a los mexicanos la fantasmagoría que ofrenda el estatus de persistir en el recuerdo, bailando y bebiendo, o que anden por allí, en las cocinas, los patios y las calles, con la mejor herencia que un difunto nos puede dejar: la de un abrazo, tres carcajadas y la conciencia de la finitud. (Olvidemos a los malos o a los que nos hicieron daño).
Georgina Orellano durante un escrache de la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina, el 1º de agosto, frente a la organización La Alameda. Foto: ammar.org.ar, s/d de autor
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A mucha honra

La vi en 2013 en un estrado minúsculo frente al Congreso argentino. Era una concentración pequeña en el lugar físico y simbólico de las concentraciones más populosas y populares de Argentina. Hacía tiempo que una proclama, un discurso y una voz cantante no me dejaban con la boca abierta en relación con la prostitución, el machismo y los feminismos. Era la voz de Georgina Orellano, que en su perfil de Facebook (abierto) se muestra con su nombre y la bajada: “Puta Feminista Peronista” (y también como “dama de compañía” y “trabajadora sexual”). Es la secretaria general del sindicato de meretrices de la Argentina (Ammar-CTA).
Foto: Iván Franco
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El famoso apretón de manos

Con esfuerzo mayúsculo, dejemos de lado a los muertos de cada día, a las víctimas y victimarios, y en paz por un segundo a los deudos de la violencia social. Pensemos en esa máxima que dice que el lenguaje construye realidades. O crea percepciones, formas de estar, de hacer, sensibilidades. Y que toda expresión puede ser utilizada para sostener una idea o su contraria, según el contexto en el que es emitida o según quién la enuncie.