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la diaria

Fuera de sección

Mario Levrero. Foto: Eduardo Abel Gimenez
Fuera de sección

Desde este lado de la venta(na)

Mi posición acerca de la venta de los libros de Levrero estaba dividida, complicada: tenía que estar más cercana a la de los críticos y de los investigadores, que acusaban a la familia de vender al por menor una biblioteca que debería estar preservada en una institución pública para su futuro estudio; sentía que era así, al fin y al cabo estoy acá por eso. Sin embargo no lo hice, no investigué, alejándome cada vez más, muy levrerianamente, de una idea de tesis académica, convencional.
Foto:Iván Franco
Fuera de sección

“Ignorado perro de la dicha”

Tampoco he escrito tanto sobre el amor como para sentirme en falta con los asuntos sistémicos (la culpa del periodismo progre) si decido hacerlo otra vez. Hacerlo otra vez, en este asunto, se parece a hacer el amor, y hacer el amor es una expresión que roza la antigüedad o el ridículo y está bien lejos del estuvimos (también caído en desgracia) y más distante aún del cojemos o cojimos (estoy militando por cojer con j cuando de hacerlo o estar se trata, sea o no con amor).
Fuera de sección

Cómo conversar con un fascista

¿Qué cosa hace que uno escriba? Al principio es una tensión, un clima espeso, un olor a piña de garrón. ¿Lo sintieron alguna vez? El olor a piña de garrón es un vaho flotando en el aire que te indica que cuando menos te lo esperes y desde cualquier lugar, alguien te la va a dar.
Foto: Iván Franco
Fuera de sección

La misma agua

Días escapando y para qué. Así estamos a veces, sacándole el cuerpo a lo que de todas formas vamos a hacer o decir. Retardando el llanto, apretando la lengua, a la espera de que se nos pase. Y no, no funciona, porque si no, todo se queda adentro, comprimido, infectando la tripa. Hace unas semanas me mudé a la Ciudad Vieja, sobre la Aduana, y no he podido despegarme de las ventanas.
Foto: Iván Franco
Fuera de sección

Escriba, lo estamos grabando

Existe un solo video de mi infancia. Tengo seis años, estoy vestida de blanco y espero con aburrimiento mi turno para bailar una coreografía celebrando el fin del ciclo lectivo. En un momento hablo con Marcia. Ella entrecruza sus dedos a la altura de la oreja derecha y me sorprende descubrir que un gesto que sigue haciendo hoy empezó hace tanto tiempo. La dueña de la cámara es la madre de mi amiguita Gisela, así que Marcia y yo aparecemos como personajes secundarios. Lo que tengo es eso, nada más. No sé cómo era mi voz, cuán complejo era mi vocabulario o cuáles eran mis preocupaciones. Siempre envidié a la gente que guarda montañas de VHS de archivo familiar: mis padres nunca filmaron nada y la niña que fui sólo existe en el recuerdo selectivo de los adultos y en mi aun menos confiable memoria. Por suerte todo cambió en agosto de 1999.
Gastón Ciarlo, Dino, en Dolores. Foto: Santiago Mazzarovich
Fuera de sección

La respuesta está soplando en el viento

Preguntar por Dino en Dolores es como nombrar al Sabalero en Juan Lacaze. Como brújulas, casi todos los doloreños saben apuntar a su casa. Pero ésta está hecha un esqueleto. Las ventanas y puertas son como cuencas vacías. Alrededor, como prótesis, hay andamios y fierros. Pero basta con preguntar para que los doloreños-brújula apunten a la casa de su hermana, donde se está quedando.
Fuera de sección

La invisibilidad en la transparencia

¿Por qué propuse la “paridad de géneros” previo a unas elecciones sindicales en el Estado? Porque necesitamos aprender a tramitar los conflictos políticos sin que eso implique legitimar la violencia del amo. ¿Cuál es el problema con pensar-sentir distinto? ¿Es importante pensar que las palabras “circulan” en el sindicalismo? ¿Para qué hablar de “paridad” frente a la posibilidad de elecciones sindicales? ¿Desde dónde partir para escribir un texto sobre la “paridad”? ¿Qué es la “paridad”? ¿A quién le importa la “paridad”? ¿Encerrarse en el silencio o acostumbrarse al dolor de oído? ¿Anclarse en la escucha? ¿Perderse en la mirada del otro? ¿Quién es ese otro? ¿Qué implica tomar una palabra?
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Los auténticos decadentes

La idea de que lo mejor que nos puede pasar como sociedad está atrás y de que el presente es una pendiente cada vez más empinada hacia el abismo es la de los decadentes. Según ellos, la decadencia tiene varias aristas, pero aquí voy a centrarme en las tres más famosas: la decadencia moral, la decadencia cultural y la decadencia política.
Foto: Iván Franco
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Abogado del diablo

La ilusión perpetua de rearmarse, reinventarse. Cada tanto ese sentimiento, ese deseo, viene y nos cincha de los pelos bajo el paradigma de la reconversión, y más ahora que el devenir y lo no fijo cuentan con áreas académicas enteras, con bibliotecas, teóricos y militantes, con discursos que han dejado a lo quieto en una vergonzante actitud de vida. Pero también estar en movimiento perpetuo, en construcción (deconstrucción, dirán los acusados), en un word in progress emocional, genera un estrés que a veces sólo la teoría soporta.