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la diaria

Fuera de sección

Escuela de Mecánica de la Armada, Buenos Aires. Foto: Iván Franco (archivo, julio de 2012)
Fuera de sección

Área de recuerdos

Tengo un recuerdo inventado que me acompaña desde la niñez: ronda el mes de marzo de 1976. Caminamos con mi madre por el barrio, tomadas de la mano. Yo tengo cuatro o cinco años. Ella tiene una panza enorme, está embarazada de mi hermano mayor. Caminamos apuradas, disimulando un trote miedoso. Su expresión lo explica todo. Doblamos la esquina al divisar un tanque de guerra.
Fuera de sección

El día de la marmota

La democracia electoral o democracia de masas o democracia de medios tiene grabada en su genoma, desde antes de que el mundo fuera mundo, la cara de Donald Trump. Lo que debemos combatir no es el advenimiento de los advenedizos, ciertos personajes que consideramos peligrosos o excesivos; lo que debemos combatir es la lógica que los produce y los perfecciona, y esa lógica no es sino la propia democracia electoral de medios y masas. El circo y el espectáculo, clásico recurso divertido y distractivo con respecto a las cuestiones propiamente políticas, no es ahora sino la lógica de la propia política. El deporte, la competencia, las cifras y los porcentajes, el momento orgásmico en el que los adversarios se miden en la arena como gallitos colorados: alguien va a ganar y alguien va a perder. Especialistas, politólogos, encuestadores, sociólogos, publicistas, asesores de imagen y administradores de lo visible son una muestra clarísima de periodismo deportivo. Dentro de ese género, que podemos bautizar como “las grandes profecías de lo obvio”, ellos viven de hacer sus observaciones y mediciones, sus cálculos de probabilidades, de estirar indefinidamente la previa y calentar el ambiente, para llenar luego el vacío del período refractario con intervenciones epilogales que glosan, comentan, analizan y vuelven a contarnos lo que todos ya sabemos, porque todo ya recomenzó.
Olla popular en la Plaza de Mayo, frente a la Casa Rosada, en Buenos Aires. Foto: Juan Mabromata, Afp
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Fuera de serie

No nos vamos a hacer los nunca vistos. Al bajar del barco ya sabemos que vamos a entrar a una ciudad alterada. Una inquietud nos ronda o se apodera de nosotros. Nos cambia la dimensión frente a toda esa exuberancia, ese delirio de avenidas y gente que no se detiene. Nunca. Tampoco vamos a mentirnos como si nada: uno llega a la ciudad y ahora al país gobernado por Mauricio Macri. Y sabe que eso estará presente y que uno jugará constantemente entre saber y no querer saber, entre participar en discusiones encarnizadas o evitarlas, entre darse el lujo de un paseo por una ciudad sin fin o escuchar la palabra de los amigos e intentar tomarle el pulso a la nueva realidad.
Foto: Pablo Vignali
Fuera de sección

El miedo al tránsito

Estoy en el préambulo de un viaje. No es el gran viaje de mi vida, apenas cruzo el río y voy a Buenos Aires, pero todo viaje altera, siempre. Porque no queremos hacerlo, porque es lo que más queremos, porque al fin de cuentas armamos bolso o valija y nos trasladamos más allá del recorrido cotidiano, intervenimos el espacio y el tiempo; un barco nos transporta y algo, más allá del cuerpo y los huesos, también se mueve.
Foto: Nicolás Celaya
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La búsqueda del tesoro

Entre mis amigas soy la única que se bajó la aplicación Tinder y la tuvo funcionando más de un día, y eso siempre es motivo de algarabía cuando me encuentro con un personaje interesante, tengo una conversación extraña o sencillamente hay que paliar el aburrimiento de alguna forma. Entonces jugamos al Tinder, a especular qué tanto podemos saber de una persona con tan poca información, porque soy la única que se banca el estigma y lo usa abiertamente; pero fascinarles, les fascina a todas.
Foto: Federico Gutiérrez
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Mientras dure

Hay una amistad profunda, seria, que se solidifica a la distancia y sin que un amigo sepa nada del otro. Sin pegotes, exigencias, reclamos, "no estuviste" o "no estás". Esos vínculos extraños que no sabemos si son recuerdos, huella del alma, fotografía instantánea. Un diálogo que dura toda la vida y se repite como mantra, aquella palabra exacta, el "no" perfecto con una caída de ojos, el llanto expedido porque sí en el momento inesperado y proseguido del abrazo, el chiste que 20 años después y solamente evocado por uno le rompe la jeta a lo agrio con una carcajada incontenible.
Foto: Cecilia Vidal
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Historia de la violencia en cinco actos

Hay una idea muy extendida de que el siglo XX fue el siglo de las ideologías, la época en la que más gente estuvo dispuesta morir por ideas que ataron pasado, presente y futuro y que se materializaron en estados y partidos, mientras que el siglo XXI -que empezó, más o menos, en 1990- es el siglo de la incertidumbre, una época tan violenta como sin sentido en la que todos podemos encontrar la muerte por las razones más inesperadas, inverosímiles y estúpidas.
México DF, 25 de abril de 2016. / Foto: Ronaldo Schemidt
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Abuelita, no está sola

MéxicoDuele, postula un hashtag usado en el último año, aunque hay que estar en México para sentir ese dolor en el cuerpo. Un ramalazo similar deja el triángulo norte centroamericano al paso de la Caravana por la Paz, la Vida y la Justicia. Dicha caravana ha sido una iniciativa amplia que nucleó a organizaciones indígenas y estudiantiles, madres mexicanas con hijos desaparecidos, organizaciones de migrantes, grupos de usuarios de drogas y organizaciones de derechos humanos en general, que recorrió Honduras, El Salvador, Guatemala y México hasta llegar a la sede de la Organización de las Naciones Unidas, en Nueva York.
Foto: Santiago Mazzarovich
Fuera de sección

La vieja no está en la cueva

No hice nada por nadie. No arrimé una lata de arvejas, un kilo de arroz o un pantalón que ya no uso a algún centro de ayuda, no puse tres pesos en ninguna cuenta bancaria, no me moví de mi casa, donde estaba protegido de las furias del cielo que arrasaron con medio país o por lo menos un departamento entero. Tampoco posteé fotos en Facebook ni dije “qué horrible, hagan algo”. No subí esa hermosa canción de Sylvia Meyer sobre Juana de Arco, “Bajo una lluvia fría”, ni me regodeé en la tormenta y el agua copiosa que todo lo llevan y todo lo curan, esas expresiones poéticas que más bien hubiesen resultado impúdicas o de insensibilidad sarcástica cuando a una viejita se le caía el techo en la cabeza, se le derrumbaba la casa, le entraba agua hasta en el alma. Tuve ese pudor, ese cuidado.