Los espermatozoides son las células reproductoras masculinas, pero ¿cuál es la importancia de estudiar el proceso de generación de espermatozoides? Las justificaciones son múltiples. Desde el punto de vista biomédico, en las últimas décadas, en gran parte a causa del estrés, se registra un importante declive en los índices de fertilidad masculina humana a nivel mundial: los hombres cada vez producen menos espermatozoides y de peor calidad. Además, el cáncer testicular es el tipo de tumor sólido más frecuente en los hombres jóvenes. Desde el punto de vista agroveterinario, el interés en profundizar avances en las tecnologías modernas de fertilización in vitro, clonación, etcétera, impone la necesidad de investigar en estos temas. Desde el punto de vista biológico, interesa estudiar el proceso de generación de células reproductoras, pues es tan importante y complejo que participan la mitad de todos los genes del organismo.

Las células reproductoras, o gametos (ovocitos y espermatozoides), se generan por un método de división celular único, diferente al del resto de las células del organismo. Para comprenderlo, debemos comenzar por mencionar que los cromosomas (estructuras que contienen los genes y que se encuentran en los núcleos de las células) se disponen de a pares. En cada par de cromosomas, uno de los miembros del par ha sido heredado del padre y el otro de la madre. Ahora bien: durante la división celular especial que da origen a los gametos, llamada meiosis, ambos miembros de cada uno de los pares de cromosomas se alinean entre sí e intercambian segmentos de información; luego, con su información genética reordenada, los integrantes de cada par de cromosomas se separan y se dirigen a cada una de las células hijas. Este reordenamiento de la información es la base de una de las principales fuentes de variabilidad genética en las poblaciones de individuos, y permite la adaptación a ambientes cambiantes.

Los gametos son el vehículo que transporta los genes a la próxima generación. En ese sentido, la naturaleza ha desarrollado un mecanismo de control de calidad para asegurar que el material genético transportado por esas células sea de la mejor calidad posible. Es así que en el proceso de formación de las células reproductoras existen puntos de control o “checkpoints” que evalúan si los complejos eventos que allí ocurren, como el alineamiento cromosómico, intercambio de información y distribución a las células hijas, se han desarrollado del modo adecuado. Las células que no superen los puntos de control generalmente estarán condenadas a morir. Como consecuencia de esto, mutaciones en genes que son clave para la gametogénesis pueden producir infertilidad, al desencadenar la muerte masiva de células que no pasaron los controles de calidad. Por otra parte, aquellas células con defectos genéticos que por error escapen a estos controles pueden eventualmente dar lugar a anomalías cromosómicas o genéticas. Gran parte de estas anomalías impedirá el desarrollo del feto, produciendo abortos espontáneos.

El estudio de esta división celular que lleva a la formación de las células reproductoras masculinas ha constituido uno de los temas emblemáticos de investigación del Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable (IIBCE). Fue precisamente en este Instituto, en aquel entonces llamado Instituto de Investigaciones en Ciencias Biológicas, que en 1950 se fundó la Primera Escuela de Microscopía Electrónica de Sudamérica. Haciendo uso de la moderna tecnología incorporada en ese entonces, destacados investigadores como José Sotelo Lotufo, Omar Trujillo-Cenóz y Rodolfo Wettstein realizaron durante las décadas de 1950 y 1960 algunos de los descubrimientos más relevantes de la época acerca de la meiosis y los mecanismos que llevan a la formación de los gametos.

Es bastante lo que se ha avanzado en el conocimiento desde esos primeros descubrimientos hasta nuestros días. El auge de la biología molecular ha contribuido enormemente a estos avances, permitiendo conocer y caracterizar genes involucrados en la gametogénesis, y en particular en la meiosis. La obtención de modelos animales para estudiar la función de estos genes ha representado una herramienta muy valiosa, si bien aún resta mucho camino por recorrer.

Fieles a la tradición del Instituto, continuamos estudiando el tema, actualmente con metodologías de última generación. A fines de la década de 1990, el IICBE volvió a estar a la vanguardia, al incorporar el primer citómetro de flujo con clasificador celular del país. Esto abrió un gran espectro de posibilidades de investigación, por ejemplo en relación a la purificación de las células que originan los gametos masculinos, permitiendo su estudio detallado. En las últimas dos décadas hemos identificado, caracterizado y analizado la función de genes involucrados en la generación de espermatozoides. Hoy en día estamos abocados al estudio de cómo ciertas mutaciones en genes implicados en estos procesos pueden alterarlos, desencadenando patologías como la infertilidad y el cáncer testicular. Intentamos además desarrollar mecanismos que puedan contribuir a la reversión de dichas patologías, mediante terapia génica.

En los próximos meses, gracias a la financiación de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII), se instalará en el IIBCE un nuevo citómetro de flujo con clasificador celular de última generación, con características únicas en el país y la región. La gran versatilidad del equipo habilitará su uso en múltiples líneas de investigación fundamental, así como en el desarrollo de aplicaciones biotecnológicas de interés para el sector productivo, médico e industrial. Además, permitirá la formación de recursos humanos especializados en el área. En relación a nuestra área de estudio, tendrá un potencial enorme, por ejemplo en el desarrollo de cultivo de células de línea reproductiva masculina para tratamientos de infertilidad y para preservación de fertilidad en pacientes oncológicos.

Más allá de los avances científicos y desarrollos tecnológicos, conocer cómo se generan las células cuya fusión origina un nuevo individuo constituye un misterio que el hombre nunca comprenderá por completo. La complejidad del proceso es tal que su concreción sin errores parece casi milagrosa. Sin embargo, la mera posibilidad de hacer algún aporte en este sentido hace que nuestro trabajo sea verdaderamente apasionante.

Adriana Geisinger, de la sección Bioquímica de la Facultad de Ciencias (Universidad de la República) y Rosana Rodríguez-Casuriaga, del departamento de Biología Molecular del IIBCE.