Hace unos cuatro meses, José Prato recibió una propuesta de Fernando Puntigliano, director de Desarrollo Ambiental de la Intendencia de Montevideo (IM), para que lo asesorara específicamente en las negociaciones con el sector limpieza de ADEOM. Y aceptó el desafío. Prato tiene una trayectoria acorde con la decisión que tomó: trabajó durante 35 años en la Administración Nacional de Puertos (ANP), la mayor parte como obrero, y llegó a ser secretario general de su sindicato, el SUANP. Luego, en medio de la discusión por la aprobación de la ley de reforma del sistema portuario impulsada por el gobierno de Luis Alberto Lacalle, se dedicó a la vida académica. Hoy es licenciado en Relaciones Laborales y profesor de esa disciplina en la Universidad Católica.
Otros datos: tiene 60 años y está jubilado, creció en Montevideo pero su familia vive en Europa; se casó a los 19 años y tuvo dos hijos, que hoy rondan los 40. Es fanático del músico Luis Salinas y durante su adolescencia tocó el teclado en varias bandas de rock. Nos recibió esta semana en su despacho de la IM, mate en mano y con una sonrisa.
¿Cómo fue tu militancia sindical?
En el puerto. El SUANP fue para mí una segunda casa, incluso en la militancia durante la dictadura. Fui obrero durante muchos años, en los remolcadores y en las dragas. En aquel entonces, como solía suceder en los puertos, había un sindicato amarillo, o no clasista. Es decir, me encontré con un sindicato que respondía a los intereses del patrón, antes que a los de los trabajadores.
Nuestro primer objetivo era derrotar a ese sindicato amarillo y agremiarnos en el SUANP, como sindicato rojo, clasista. Y lo logramos. Durante años ocupé distintos puestos dentro del sindicato, llegando a ser secretario general. Hasta que en los 90 vino la Ley de Puertos, que introdujo cambios muy perjudiciales para los trabajadores. Desde el sindicato nos opusimos y fueron momentos muy duros, hasta que, en un momento, preferí soltar. En resumen, lo que me marcó de la vida sindical es la negociación. Mi vida es la negociación.
¿Estudiaste para ser negociador? ¿Cómo fue tu formación?
Siempre me gustó mucho estudiar. Al principio elegí Derecho, pero allí no encontré la punta que sí encontré en la licenciatura en Relaciones Laborales, una carrera que recién comenzaba dentro de la Universidad Católica. Pude hacerla gracias a una beca; y ahí logré unir mi experiencia con las teorías de la negociación en relaciones laborales. Desde el sindicato recibí críticas por elegir una universidad privada, a pesar de que en la pública no existía esa carrera. En lo personal, no tenía ningún problema con ir a la Universidad Católica. Cursé los cuatro años y me recibí.
¿Cuáles fueron tus trabajos antes de llegar a la Intendencia?
Soy docente. Ya como estudiante empecé a establecer una relación muy fuerte con la Católica, que sigue hasta hoy. En 2002 surgió un convenio con la Universidad de Deusto, del País Vasco, para hacer un doctorado en Economía y Dirección de Empresas. Varios colegas nos fuimos a San Sebastián. En mi caso investigué más sobre negociaciones. Mi tutor fue el actual ministro de Trabajo del gobierno vasco, con quien hoy somos grandes amigos. Allí corroboré que cualquiera se prepara muy poco para las negociaciones. Se talentea mucho. Eso sigue existiendo. Si bien la intuición es muy importante a la hora de la negociación, hay que estudiarlo todo.
El resto de mi vida laboral fue en el Puerto. Me tocó nacer en una generación más conservadora en materia laboral, aquello de trabajar en una sola empresa durante toda la vida y después jubilarse. Yo hice eso; estuve 35 años en la ANP. Entré a los 17 años por una lógica, que hoy no comparto, en la que los hijos de los funcionarios tenían prioridad para entrar. Mi padre, que falleció cuando yo tenía nueve años, era funcionario de la ANP, abogado. Mi madre también trabajaba ahí y me alentó a ingresar en la parte jurídica. Pero preferí el sector obrero, me gratificaba más lo social que sentarme en una oficina. Aprendí pila. No me arrepiento. Gracias a eso me es más sencillo entender algunas lógicas de ADEOM.
¿Siempre estuviste en el sector obrero?
Estuve en el sector obrero más de 20 años y después ingresé al sector profesional, en el área de recursos humanos. Sin embargo, me encontré con una cruel resistencia de parte del resto de los profesionales clásicos del Puerto (ingenieros, abogados, arquitectos), que veían a la licenciatura en Relaciones Laborales como algo “de segunda”. Hoy hay muchos profesionales en relaciones laborales en muchos lugares del ámbito público. Por suerte, porque es un rol imprescindible. En 2005 asumió el ingeniero Fernando Puntigliano como presidente del Puerto. A partir de un documento que hice sobre gestión humana y relación laboral, nos conocimos con Puntigliano y me propuso asumir como gerente de recursos humanos, para llevar adelante juntos una reestructura organizativa de la empresa, con el apoyo del sindicato. Trabajamos en esa gestión hasta 2009.
Y hace unos meses, estando ya jubilado, Puntigliano [que recién había tomado la dirección de Desarrollo Ambiental de la IM] me solicitó que fuera su asesor en negociaciones. Me tomó por sorpresa. La verdad es que no tenía la menor idea de que podía terminar acá.
La mirada sobre la limpieza | Prato encamina su tarea en la IM en un momento en el que, según las encuestas, viene mejorando en la evaluación que hacen los montevideanos sobre la recolección de basura. En diciembre de 2016, según la consultora Equipos Mori, la desaprobación en esta materia alcanzaba 64% y la aprobación, 20%; mientras que en agosto de 2016 la desaprobación bajó a 39% y la aprobación subió a 36%. Algo parecido sucedió en el ítem que evalúa la limpieza general de la ciudad: según la consultora, en diciembre del año pasado, el índice de desaprobación era de 65% y el de aprobación apenas de 15%; mientras que esos números pasaron en agosto de este año a 40% y 33%, respectivamente. En la comuna capitalina también han valorado positivamente otros datos de la última encuesta de Equipos: por ejemplo, que 57% de los consultados haya respondido que el entorno de los contenedores está “limpio o muy limpio”, y que el 93% considere “importante o muy importante” que se hagan campañas de concientización sobre la limpieza de la ciudad.
¿Cómo son las negociaciones y tu relación con ADEOM?
Mis negociaciones son con el sector de limpieza de ADEOM, por la conflictividad que existe. En la Intendencia, el que debe negociar es el Departamento de Gestión Humana, y es correcto que así sea. Pero Puntigliano decidió no perder tiempo y encargar a una persona sola específicamente para esta negociación; y si esa persona sabe del sector obrero y lo disfruta, mejor.
Mi trabajo es negociar las reglas del juego, que deben ser claras, y establecer protocolos de trabajo (que no existen). Encontrar los intereses comunes entre los trabajadores y la administración. La apertura absoluta al diálogo, aunque tengamos el conflicto más despiadado. Porque cero conflicto no va a haber, ni está bien que eso pase. Los conflictos hacen crecer a las personas y a las organizaciones. Mi idea es tender un modelo de cooperación. Los momentos críticos de limpieza también son de la administración. Así que la única solución que tenemos es negociar. El problema que tiene ADEOM es una altísima atomización que hace muy difícil la negociación. De hecho, aún no he logrado detectar un referente para las negociaciones. Pero vamos dando algunos pasos, muy de a poco. Mi planteo fue muy claro desde el comienzo: generar reglas claras de negociación para no estar día tras día con un conflicto nuevo. El sindicato tiene que existir y ser un sindicato fuerte. No puede haber una reestructura sin la participación del sindicato. Pero hay que hacerles entender que son un sindicato, no son la administración. La cogestión no es la tarea del sindicato.
¿Pensás que el sindicato podría sentirse respaldado por vos?
No lo sé. Espero que sí. Yo nunca voy a negociar algo en contra de ningún sindicato. No soy un recién llegado a los temas de relaciones laborales, además de haber sido sindicalista. Y el sindicato sabe la fuerza que tiene. Medidas menores distorsionan; basta que se interrumpa un solo turno para complicarla muchísimo. No discuto que esté dentro de las normas democráticas. Pero si paran, hay una responsabilidad del sindicato y del trabajador al que se le descuentan horas o pierde el presentismo. Entonces uno debe preguntarse qué pierde y qué gana. Yo como sindicalista aprendí que la última medida es el paro; antes siempre está la negociación.
¿Cómo ves a la Intendencia?
Como un monstruo. Hay mucha autocrítica para hacer. La Intendencia necesita reestructurarse. Es inentendible la repetición de tareas que hay a lo largo de todos los departamentos. Se puede trabajar con muchísima menos gente y eso no significa que haya desempleados; hay que ver planes de recapacitacion, reconversión y demás. Lo dije también en el Puerto. Ahora en el Departamento de Desarrollo Ambiental estamos en una tarea de planificación estratégica. Veremos en esta isla cómo funciona y después Daniel Martínez, o quien venga, analizará si se puede replicar en otros lados.
¿Cómo te definís políticamente?
Me considero de izquierda y frenteamplista. No tengo militancia política y pagué el costo por eso. Hay una cultura denostadora en Uruguay a los independientes.
¿A quién tenés como referente sindical o político?
A Héctor Rodríguez. En lo político y en lo sindical, una personalidad incorruptible. Fue un referente de ética, que es lo primero, siempre.
Cultura del trabajo
Prato tiene una convicción: el trabajo debería emocionarnos y hacernos sentir cómodos: “Viví muchísimos años de gente que va a trabajar deseando que llegue la hora de irse, contando los días para jubilarse. Es algo absolutamente terrible”. Está preocupado por el papel que podrían jugar los sindicatos uruguayos en un marco de crecimiento exponencial de la tecnología y caída del empleo, aunque mantiene esperanzas. “Por suerte hay algunas cabezas privilegiadas del sindicalismo, como Fernando Pereira u Óscar Andrade, que también lo están visualizando. El capitalismo se está reconvirtiendo, y lamentablemente es un sistema al que le queda mucha vida, siendo cada vez más salvaje. Entonces, hay que encontrar herramientas exitosas para hacerlo menos salvaje, como el caso de la renta básica universal, una herramienta que antes era utópica”, reflexiona. Agrega: “Acá se paga por trabajo. ¿Y si no hay trabajo? ¿Qué hago con la gente? Además, al capitalismo le sirve una renta básica universal, porque todos los ciudadanos somos consumidores, y eso alimentaría al sistema. ¿Cómo se posiciona el sindicalismo mientras que la tecnología avanza y le sigue ganando terreno al sector obrero, de a miles y miles? Los modelos cambian, y no vamos a seguir negociando de la misma manera. Ese es el gran desafío”.