La violencia de género sigue siendo uno de los temas que despierta mayor debate en la opinión pública cada vez que un caso cobra notoriedad. Lo cierto es que tanto estos casos como los que no alcanzan esa repercusión tienen en su amplia mayoría a mujeres como víctimas. Si bien esto es un reflejo de la realidad, puede llevar a conclusiones erróneas, como pensar que sólo las mujeres son o pueden ser víctimas de violencia de género. ¿Será cierta esta idea de que los hombres no pueden ser víctimas de violencia basada en género?

De acuerdo a los datos oficiales, en el primer semestre de 2017 se registraron 17.380 denuncias por violencia doméstica, cifra que supera en 12% las 15.520 de 2016. En cuanto a su resultado más lamentable, en 2016 se produjeron 38 homicidios domésticos, según el informe “Femicidios íntimos en Uruguay”, publicado por el Ministerio del Interior.

Los números anuales de denuncias no dejan de subir, presumiblemente debido a una mayor concientización de la importancia de denunciar a los agresores.

El mismo informe señala que 14 hombres murieron a causa de homicidios domésticos en 2016. Esto representa 36,8% de todos los homicidios domésticos registrados ese año y la mayor cifra desde 2012, cuando 18 varones fallecieron por esta causa. A su vez, este documento revela que en el período 2012-2016, 9,6% de los homicidios de varones ocurrieron en un contexto de violencia doméstica. En el mismo período, 68,7% de las mujeres asesinadas murieron como consecuencia de la violencia de género.

Un camino similar recorren las cifras de denuncias de violencia doméstica, dado que en 2015 las denuncias tuvieron como víctimas a los hombres en 23,3% de los casos.

Existe cierta lógica intrínseca en los números que distintas fuentes proveen sobre los hombres que mueren por violencia doméstica. En talleres de Derribando Mitos se ha discutido que parte de las causas de que los hombres sean más violentos se vinculan con el hecho cultural de que están más expuestos a situaciones violentas desde pequeños.

La otra cara de la misma moneda reside en la resistencia de los hombres a denunciar que son víctimas de violencia porque “los hombres no lloran”. Lo cierto es que los hombres se ven expuestos desde edades tempranas a situaciones violentas, debido a lo que los estereotipos de género establecen como comportamientos esperados.

El informe “Masculinidades jóvenes desde una perspectiva de género” muestra que 11,6% de los adolescentes varones dicen haber sufrido algún tipo de agresión física, frente a 5,2% de mujeres.

En definitiva, los datos muestran que los hombres también son víctimas de violencia de género, tanto en los planos descritos como en otros que, por sus características, impiden que estos hechos sean aprehendidos por herramientas de recolección de datos. Si bien toda violencia es pluricausal, es importante destacar el papel que los estereotipos de género juegan en el comportamiento de varones y mujeres.

A los varones se los suele criar bajo ciertas concepciones de lo que constituye “hacerse hombre”, tales como asumir la responsabilidad de ser el proveedor del hogar, alguien que no demuestra emociones ni depende de nadie y para quien la violencia es siempre una opción. Esto se vuelve sumamente violento, dado que hay una forma de “ser varón” por cada varón. La violencia de género hacia los hombres se manifiesta tanto de forma material como simbólica, al tiempo que la propia idea de que el hombre debe defenderse solo hace que esta se invisibilice aun más. Estos son los prejuicios que hay que vencer. Para erradicar la violencia de género no hay que dejar de tener en cuenta que los hombres pueden ser (y son) no sólo victimarios sino también víctimas de violencia de género.

Estos artículos se trabajaron en un taller abierto con adolescentes y jóvenes, organizado por CÍVICO y GEDUCA y llevado a cabo en el Instituto Nacional de la Juventud el 23 de noviembre de 2017.