Si bien la industria del papel está instalada en Uruguay desde el siglo XIX, la producción de la pasta de celulosa comenzó hace unos 80 años. Norberto Cassella, profesor del Instituto de Ingeniería Química de la Facultad de Ingeniería, vinculado al sector desde hace más de 30 años, nos recibió en su despacho para conversar sobre la evolución y las perspectivas de esta industria que desde hace unas décadas se está trasladando desde el hemisferio norte al sur. Sostiene que los valores de las maderas acá son “excelentes” y que la cuestión está en “si Uruguay va a utilizar esa plataforma para hacer otras cosas”. Para que así suceda es necesario que las empresas de gran porte se abran a un mayor vínculo con el entorno local: la academia y otros sectores, como la construcción y la producción química. Las palancas que ayudarían son la normativa y necesariamente, la voluntad del gobierno.
¿Qué fue lo que te llevó a entrar a la industria del papel?
Empecé como estudiante a trabajar en ella porque tiene la característica de que es extremadamente rica en procesos y operaciones, entonces era muy interesante: desde ese punto de vista, es como una juguetería para un niño.
¿Cómo era la industria cuando te involucraste?
Uruguay tiene una tradición de industria papelera de muchos años. La primera se instaló a fines del siglo XIX, dedicada básicamente a la producción de papel. A partir de mediados de la década del 1940, la Fábrica Nacional de Papel [Fanapel] comenzó a producir pasta de celulosa a partir de la paja de trigo en Juan Lacaze [Colonia]. Había otras industrias –Pamer en Mercedes e Ipusa en Pando– que producían otro tipo de productos. Más adelante, en la década del 70, Fanapel comenzó a producir celulosa blanqueada a partir de la madera de eucalipto: una pequeña producción, integrada con la producción de papel. Pero recién con la implementación de la Ley Forestal fue que surgió una gran masa de producción de madera que permitió la aparición de Botnia (luego UPM) en Fray Bentos a principios de siglo y posteriormente de Montes del Plata en Conchillas, ambas de gran porte, destinadas a la producción de celulosa con destino a la exportación.
¿Qué sucedió con la industria del papel?
La fabricación de papel tuvo una etapa de crecimiento hasta la década del 90, en los sectores de papel de impresión de escritura, de embalaje y cartón y papel higiénico, pero se estancó y no creció más. En ese entonces Fanapel hizo un esfuerzo de especialización en la producción de papeles estucados–un nicho existente en la región–, pero a medida que el mercado se globalizó la producción local no pudo competir con la internacional, fundamentalmente por los costos internos. Está destinada mayoritariamente al mercado interno y regional, y dadas las limitaciones de tamaño,las posibilidades de crecimiento son bajas. Tradicionalmente se hablaba de que la industria crecía el doble que el PIB [Producto Interno Bruto] y ahora vemos que es una industria madura y en algunos rubros con tendencia al decrecimiento; la principal industria del sector es la producción de pasta de celulosa, que es un bien intermedio en la producción de papel, porque se hace donde está la materia prima mientras que la de papel se fue a los mercados de consumo, y el mercado de mayor crecimiento hoy en día es China y el sudeste asiático.
¿Qué te parece que atrajo a las empresas transnacionales a instalarse y producir celulosa en Uruguay?
En este momento está ocurriendo un fenómeno de traslado de la industria de celulosa desde el hemisferio norte al sur. Esto ha sido acompañado de un aumento significativo de escala de la operación, lo que es posible en función de la disponibilidad de madera en esta región. En América Latina, Brasil y Chile inicialmente, y posteriormente Uruguay tuvieron un crecimiento muy grande de esa industria. En nuestro país la producción de celulosa está asociada estrechamente al desarrollo de la industria a partir de madera de eucalipto, que es una materia prima excelente para producir distintos tipos de papel, y el valor de crecimiento de estos es excelente acá.
Además de la potencialidad de crecimiento de eucaliptos, ¿responde a otros factores el desplazamiento de la industria hacia el sur?
Los motivos son fundamentalmente económicos. La industria forestal tradicional estaba en Escandinavia y el crecimiento forestal ahí es una fracción del que se da en esta región, entonces lo que tenemos es disponibilidad de una materia prima de muy buena calidad y muy barata.
¿Cómo fue la llegada de estas empresas transnacionales?
En general se coincide en que fue la Ley de Incentivo a la Industria Forestal la que determinó el crecimiento de la forestación, lo que dio origen a la instalación de las plantas. De inicio, la idea de muchos era que esa madera iba a ser exportada sin procesar. En los hechos ocurrió la industrialización con la llegada de empresas de gran porte.
¿Qué pensás sobre ese cambio de planes?
Creo que tiene muchísimos aspectos, es un tema complejo. Lo que se dio al establecerse la industria fue una mayor estabilidad del negocio forestal. Es decir, el negocio de exportación de madera para producción de celulosa es una fracción muy pequeña del total de madera que se consume en las plantas. El abastecimiento de madera para las plantas es un negocio local. Entonces, los productores forestales en el caso de Uruguay estaban en una condición muy débil, porque el mercado era muy fluctuante. La industria de celulosa es cíclica, y en los momentos más bajos se dejaba de exportar madera o los precios caían enormemente. En este sentido, el establecimiento de las plantas le dio estabilidad al negocio.
Entonces, favoreció a las más chicas.
Desde ese punto de vista, sí.
Hoy en día, ¿cómo ves la industria?
La industria de celulosa como tal está consolidada. Lo que pensamos [desde el instituto] es que es necesaria una integración mayor de esta con otros negocios. En otros países, incluso en Chile, hay una integración muy alta de la producción de celulosa con el procesamiento mecánico de la madera, por ejemplo, con destino a la construcción, entre otros. Eso en Uruguay está faltando. Tenemos acá una producción muy importante de madera de coníferas [pino] sin un destino industrial claro. Además, hay una cantidad muy significativa de madera que se está exportando sin procesar a China. Esa situación difícilmente cambiará si no se instala más capacidad de procesamiento mecánico de la madera, y creo que eso debería fomentarse y crecer en el futuro.
¿Qué limitaciones pensás que tiene hoy ese desarrollo?
Creo que hay un sinnúmero de factores, por ejemplo, normativos.
En cuanto a la construcción en madera, se ve en casas de “lujo” en la costa, por ejemplo, y en algunos casos puntuales de viviendas para realojamiento de personas en contextos críticos. ¿Por qué se da así?
Es una pregunta que nos hacemos. Además lo que se está construyendo en madera, paradójicamente, es con materiales que muchas veces vienen del exterior. Hay ejemplos de construcción en CLT [paneles de madera contralaminada] que vienen de Italia, para construcción de lujo. Pero nosotros pensamos que hay un espacio para el crecimiento de la industria de construcción a partir de madera. De hecho, ese va a ser uno de los temas centrales del Congreso Internacional de Academias de Ingeniería que se realizará en setiembre en Montevideo.
Este espacio del que hablás, ¿es para la construcción de casas, o de otro tipo de obras?
La madera sirve para muchísimos destinos en el área de la construcción: desde vigas hasta tableros estructurales, que permiten la construcción de una casa en fábrica y el traslado en un contenedor y construcción en tiempos mucho más acotados a los que estamos acostumbrados en la actualidad. Eso es apostar a una industria madura.
¿Qué tipo de ventajas tiene la madera como material?
Muchos. Tanto del punto de vista ambiental como de insonorización, aislamiento térmico, huella de carbono. Creo que es un fenómeno creciente; en los países vecinos hay leyes recientes que están incentivando la construcción en madera, incluso en nivel medio y bajo, y no exclusivamente en viviendas de lujo.
¿Lo que faltaría, entonces, es la legislación para impulsarla?
Hay una parte de incentivos a nivel de gobierno, pero también hay otra serie de elementos: la industria de procesamiento de madera es intensiva en la utilización de energía eléctrica, por lo que tener precios competitivos para los insumos es esencial.
¿Qué opinás de la cultura de las transnacionales?
Debido al funcionamiento en zona franca, el relacionamiento con el resto del medio es parcial. Sería deseable que hubiera más relación con la academia. Son empresas extranjeras que tienen su centro de investigación instalados fuera del país –básicamente en Europa– y sería deseable que una parte de esa investigación se realizara en el país.
¿Cómo es el vínculo actual?
Es bueno. Se trabaja en una serie de temas, básicamente asesoramiento, pero pensamos que debería ser más profundo.
¿Cómo se compatibiliza la investigación en casas matrices con la que se da en Uruguay?
Evidentemente, tienen más información que la que tenemos nosotros. Es un tema complejo, porque la información tiene un valor económico y las industrias tratan de reservársela. No se trata de compartir información, sino del desarrollo conjunto de la información. Es un proceso; todos los actores deberían trabajar para que eso funcionara en el mejor sentido para el país. A veces se dice que no existen los recursos humanos para la investigación, y de repente no están porque no está la apertura para que así sea. Creo que es interesante analizar el caso de Chile, donde se ha conseguido una sinergia significativa entre las empresas y la academia.
¿Sobre qué aspectos en particular le interesa a la facultad profundizar?
En la facultad se ha desarrollado, por iniciativa de las industrias, una maestría en celulosa y papel. Un ejemplo sería un más amplio trabajo de maestrías y doctorados asociados a trabajos de investigación en el área de celulosa y productos asociados a la industria. El concepto nuevo de la fábrica de celulosa no es de la que produce sólo celulosa para papel, sino una fábrica que produce otras cosas: lignina, nanocelulosa y productos químicos para otros destinos. La instalación de biorrefinerías en vez de industrias de celulosa es un fenómeno que está creciendo en el mundo; acá todavía no. Sería deseable que las nuevas plantas incorporasen el concepto de biorrefinería, que ya está empezándose a establecer en el resto del mundo.
¿Qué implica?
Es pensar la industria no como una destinada a la producción de fibra con fin en la industria papelera, sino como un concepto integral por el que de la madera se obtienen diversos productos: fibras, productos químicos y biocombustibles. Ya sabemos que las plantas de celulosa acá tienen un excedente energético que están vertiendo a la red; es un tema relativamente nuevo que provino de la mayor eficiencia en las plantas y de un aumento del tamaño relativo.
¿Cómo ves la instalación de la segunda planta de UPM?
El recurso forestal aparentemente está ahí, y si este existe, es interesante que haya una industrialización. Yo supongo que se está trabajando para que esa industria dé origen a la mayor cantidad de actividades posible en Uruguay. Ese es el tema: la industria de celulosa en sí misma no requiere mucha mano de obra –la mayor parte es indirecta–, entonces sería deseable promover actividades y productos asociados a la instalación de la nueva planta. Que no quede en el empleo directo y el pico de trabajo originado por la instalación.
¿Creés que está la apertura de las transnacionales para que así sea?
No está claro. Lo que sabemos de las negociaciones es relativamente poco.
Hay muchas críticas a la utilización de eucaliptos por los excesivos recursos naturales que demanda; ¿cuál es tu opinión?
Creo que, tomando los recaudos adecuados, la plantación de eucaliptos es perfectamente compatible con el resto de las actividades agrarias. Incluso hay un modelo forestal-ganadero que se está instalando que funciona muy bien. El tema no es hacerlo o no, sino cómo se hace.
¿Te imaginabas hace 30 años la industria de hoy?
No. Las presunciones eran que era difícil que se instalasen industrias de gran porte en Uruguay. Evidentemente, las cosas cambiaron. Además de la globalización del mercado, la producción de celulosa se orientó hacia los sectores en los que había mayor productividad forestal y la producción de papel más cerca de los mercados. Entonces, ahora tenemos la industria de celulosa uruguaya produciendo para China, por ejemplo, y el papel es fabricado allá.
¿Lo considerás una pérdida de oportunidad?
Por un lado, la industria de papel no está muy bien en Uruguay, pero por otro la de la celulosa da lugar a un montón de cosas que se podrían y deberían desarrollar. Es un tema de cambios que están ocurriendo a nivel mundial y contra los que no podemos luchar.
¿Cómo te imaginás el sector en 20 años?
La industria de la celulosa como un todo tendrá un crecimiento relativamente bajo los próximos años, pero el fenómeno que va a ocurrir es la sustitución de operaciones obsoletas en el mundo desarrollado por operaciones de gran porte a partir de madera de eucalipto en el hemisferio sur. Nosotros vemos que tanto desde el punto de vista de la materia prima como de la tecnología de las empresas a 20 años no van a ocurrir grandes cambios en la demanda de eucaliptos. Y como decía, hay una posibilidad de desarrollo muy interesante en el corto y mediano plazo en lo que refiere a la madera de construcción, que completaría la paleta de productos de la industria. A mediano y largo plazo está el tema de productos químicos asociados a la madera, hoy en fase de investigación y comercialización temprana.
¿Qué tipo de productos químicos?
Hoy la industria está basada en un porcentaje muy alto en petróleo, matriz que va a ser sustituida, y la madera sería un material excelente para operar este cambio. La base forestal de Uruguay es excelente para el desarrollo de esa industria también, tanto a partir de eucaliptos como de coníferas. No son cosas que compitan entre sí, por el contrario; pueden y es conveniente que coexistan.
¿Habría lugar para una cuarta planta de celulosa de gran porte?
En función de los números que hemos visto, la instalación de la tercera planta tendría una base forestal adecuada. Entendemos que en el caso del eucalipto no existe todavía el área disponible para una cuarta; habría que analizar si una alternativa es la madera de pino, para la que no existe una industrialización de base suficiente.
Más allá del espacio y las posibilidades, ¿pensás que es conveniente que se siga desarrollando esta industria en el país?
Creo que es una industria interesante para desarrollar, el problema es cómo: si constituye una plataforma para que a partir de ahí podamos tener un panorama más amplio de productos forestales que brindarán no sólo más empleo, sino servicios, creo que sí; si el fenómeno queda reducido a la producción de celulosa, es bueno pero limitado.