“Más Unidos Que Nunca [MUQN] es una forma de hacer las cosas bien. No lo defino como hacer política, es un movimiento de jugadores que está dando un ejemplo a la clase política de que se puede ser digno teniendo cincuenta millones de euros en el banco y viniendo en ómnibus a hacerme la nota, como hiciste vos. ¿Y cuál es la diferencia entre uno y otro? Ninguna”.

Ninguna, o las pocas o muchas distancias que nos ubican en clases sociales tan móviles que hablamos igual pero contamos distinto. Ahí, donde explotó la burbuja, alguien dijo “los derechos se arrancan”. Citó a José Martí y puso en jaque a lo establecido. Ese fue Diego Lugano. Desde acá los jugadores locales hacíamos jaque en la calle Rivera, hace poco más de un año, un 9 de febrero, con pancartas y más de 600 trabajadores del balón. También jaque en el Parlamento, jaque en los medios, jaque en la razón que nos ubica como obreros. Jaque en los conceptos. Con caras que son banderas y otras que son como el viento: siempre están, y no sólo para llevarse historias. El altruismo es la capacidad de procurar el bien ajeno aun a costa del propio, o esa es al menos una lectura. Quizás en esa energía permanente generada por jugadores celestes y otros con colores de barrios sea el altruismo la forma, la militancia, el medio, la discusión y la herramienta. Pesa la vergüenza social cuando se descubre el sistema, cuando a la razón la desnuda la miseria, cuando la unión hace la fuerza, y cuando el trabajador de a pie se identifica con el trabajador de botines. Y viceversa.

¿Cómo era la situación en Nacional, y luego en Plaza Colonia, cuando arrancaste? ¿Tenés conocimiento de países en que el fútbol esté en condiciones similares?

Cuando llegué de Canelones a Nacional para mí era el paraíso. El impacto por venir del interior; era todo lujo, todo positivo. Pero analizando el fútbol uruguayo en general, la situación era muy favorable para lo normal. Al poco tiempo igual, como siempre, comenzaron los atrasos de sueldos. Fue la época de la crisis de 2002, que paradójicamente me ayudó a salir más fácil a Brasil. Plaza Colonia era típicamente del interior, las mismas condiciones que hoy tienen los equipos uruguayos. Pero te repito: en esos momentos veía la oportunidad, no lo que no tenía. El hombre es el resultado de su convicción pero también de su experiencia, y yo en ese momento no tenía experiencia. Las canchas eran duras como el cemento, el agua caliente en invierno era casualidad, y la sala de musculación era un aparato solo, un fierro torcido. Condiciones parecidas no vi en ningún lado, y no sólo conocí los países sino las diferentes categorías; en Brasil –acá al lado– no tenés idea de la infraestructura de los clubes, lo avanzado que están respecto de nosotros; al mejor nivel de los equipos de Europa. Turquía, unas comodidades bárbaras para que el profesional se desarrolle. Francia ni que hablar, Inglaterra ni que hablar. España tal vez de todos el menos, pero nada se equipara a Uruguay, porque ellos parten del principio, la lógica, de que cuantas más comodidades hay para el profesional mejor resultado y mejor evolución, mejor venta de los derechos, y así se va armando el círculo que vas alimentando desde hacer las cosas con coherencia y con intención de crecer.

¿La cuestión es entonces europeizar o encontrar una nueva forma, propia, de administración?

Creo que Uruguay tiene un potencial; tenemos que adaptar muchas cosas de las que pasan en el mundo a Uruguay, no uruguayizar sino adaptar. Nos falta la humildad de decir “vamos a aprender de Chile”, “vamos a aprender de Colombia, de Argentina y de Brasil”; después vamos a Europa, pero primero vamos acá cerca. Repito: no hacerlo a la uruguaya, atado con alambre, sino adaptarlo a nuestro medio. A buen entendedor, pocas palabras.

¿Era necesaria la aparición de un movimiento para que se dieran los cambios en Uruguay?

Si no se dio antes es porque no se iba a dar de otra manera. El movimiento de jugadores en Uruguay es histórico, no ha pasado y no va a volver a pasar. En Brasil hubo algo similar, el Bon Censo, donde varios líderes y capitanes se juntaron para intentar cambiar temas como el calendario, los horarios. Se generó mucha consciencia de parte de los jugadores, pero no participaron los de la selección, que son siempre los que tienen más influencia; fue diferente. No tuvo la profundidad del nuestro. Nosotros fuimos a la raíz del problema. Pero que los jugadores se encarguen o intenten encargarse de las cosas del fútbol es único en el mundo. Y creo que también es justo que el jugador participe en las decisiones que le competen, eso de “vos dedicate a jugar y nosotros nos encargamos del resto” ya no corre más. El fútbol es una pasión cultural convertida en industria. Es la industria del entretenimiento que más vende en el mundo. Y la tendencia es que siga aumentando ese mercado, entonces hay que gestionarlo de una forma coherente, transparente, con gente idónea y con buenas intenciones. Principalmente con una legislación, como hay en la mayoría de los países serios, que marque las pautas y reglas de convivencia para evitar que sea una selva donde rige la ley del más fuerte. Lo que la industria genere, que vaya para la industria. Que el movimiento arrancara con los jugadores era la única forma; primero, porque el jugador es una raza noble, tenemos buenas intenciones porque el fútbol nos dio todo y queremos devolverle lo mejor posible. Los de afuera con cierta visión, y los de adentro con otra vivencia. Hay que complementarse, no tenemos cuestiones o temas individuales. En Uruguay se dio como se tenía que dar. Es la única manera de romper los círculos negativos que el fútbol tiene hoy, cuya tendencia es alejarse cada vez más de la realidad sudamericana; olvidate de Europa.

¿Qué similitudes encontrás con Sócrates y la Democracia Corinthiana?

Son situaciones y momentos diferentes. Lo puedo comparar porque fue un movimiento de conciencia, de hacer que el jugador participe en las tomas de decisiones, que tome conciencia de lo que él significa para la sociedad. Hay una frase de Sócrates que dice: “No van 80.000 personas a verme jugar solamente, van a escucharme y también quieren que yo las escuche”.

¿Cuál es el rol de la selección en MUQN? ¿Son luchas distintas? ¿Cómo debaten internamente las resoluciones?

En la selección debatimos mucho tiempo; años, concentraciones, viajes. Empezamos a ver las cosas de afuera y a ver cómo acá las cosas no funcionan. Sobre todo hacer las cosas bien: ¿por qué hacerlas mal si se puede hacerlas bien? Había liderazgos marcados, había y hay mucha confianza, un núcleo más familiar, más cerrado. Siempre había consenso porque era bien claro: acá la llama ya estaba encendida, nosotros teníamos que respaldar esa llama. Entendimos que éramos nosotros quienes teníamos que dar la primera lucha porque teníamos la influencia, la obligación y la responsabilidad de pelear por lo correcto. Era mucho más fácil hacer la nuestra y seguir siendo ídolos, pero sería ir en contra de nuestros valores.

¿Cómo se empatiza con el futbolista del medio viviendo realidades tan distintas?

La desigualdad la marca el mercado. Hay jugadores que representan mucho más de lo que incluso cobran. El jugador, para alcanzar el máximo nivel mundial en el fútbol, pasa por todas las etapas, vivís todas las dificultades, y lo poco o mucho que conseguís es por mérito propio, por trabajo, por dejar muchas cosas de lado para alcanzar tus sueños. Entonces no hay muchas cosas que te sean ajenas, ni las experiencias complicadas ni las buenas. Yo cuando jugué en Colonia ya tenía un gurí, tenía que mantener esa familia, cobraba en el cajero unos pesitos y había días que metía la tarjeta y no salía la plata. Siempre algunos meses sin cobrar, desesperado. La vivimos, nadie nos la contó. Las pasamos también. Por eso mi principal aporte es desde lo más genérico, ver el bosque, no el árbol; mejor reparto, más justo, que beneficie a la mayor cantidad de gente. Lo principal no es cuánto hay sino hacer las cosas bien, que los guachos tengan comida, tengan vitaminas; no está en la cantidad, está en las formas.

¿Por qué tiene que haber una empresa, gente o dirigentes que hagan que la distribución sea desigual? ¿Quién firmó qué cosa? ¿Por qué? ¿Los jugadores estuvieron de acuerdo? ¿Quién se beneficia y quién se perjudica?

Los futbolistas son todos aquellos que viven del fútbol o intentan vivir de él. En ese intento están quienes temporalmente no tienen equipo (o quienes se quedan sin él), quienes aún no han sido profesionales porque están creciendo, quienes están en la C y sueñan con el profesionalismo o incluso quienes no lo sueñan, y quienes lo soñaron, lo lograron y se retiraron también son futbolistas. Y quien lo considere arte u oficio también. Por consiguiente, los futbolistas son todos y todos los que no son, porque ¿cuántos no pudieron serlo? Hay 700 equipos en OFI [Organización del Fútbol del Interior]. Esos también son jugadores y no sabés cómo meten, cómo festejan un gol, cómo festejan un campeonato y cómo sufren un descenso. En Uruguay la cultura del fútbol está arraigada como en ninguna parte del mundo. Yo jugué en OFI, fui campeón con mi equipo en Canelones, capaz que ni cuando salí campeón con San Pablo estuve tan contento. Te lo digo en serio: debuté marcando a Wilmar Cabrera, que jugaba en Cerrillos, yo tenía un cagazo que ni marcando a Ronaldo, vomité los fideos del mediodía; tenía 17 años. El fútbol fue utilizado a principios de siglo como argumento para generar una actitud nacionalista que antes no teníamos. Antes éramosla Banda Oriental; cuando les empezamos a ganar a los porteños empezamos a ser Uruguay.

¿MUQN es un movimiento plural?

Es un movimiento plural, debe ser lo más cercano a la democracia que puede haber, con las dificultades y el desorden de eso mismo, un movimiento que todavía no es un gremio. Tiene que haber orden, liderazgos claros, para ser ejecutivos y pragmáticos en muchas cosas, pero lo que ha hecho Más Unidos Que Nunca, lo que se ha logrado y lo que se va a lograr, no existe ni va a existir en el mundo: unir a los jugadores de fútbol, desde Luis Suárez en Barcelona hasta un capitán de la C.

¿La lucha es contra Tenfield o contra cualquier monopolio?

En realidad la lucha no es contra nadie, es a favor de los derechos del jugador, de profesionalizar las relaciones. Ese fue y es nuestro discurso y pensamiento desde el principio. Lamentablemente lo han querido llevar para otros ámbitos, tal vez como estrategia, pero nada nos separa ni un segundo de lo que queremos. Que la AUF [Asociación Uruguaya de Fútbol] sea elegida democráticamente –hoy la eligen entre algunos–. Falta participación de todos los estamentos, como recomienda FIFA y existe mundo afuera; del fútbol del interior, del fútbol universitario, de los árbitros, de los jugadores, etcétera. Que quienes elijan la AUF sean los estamentos plurales que son parte de nuestro fútbol para que las decisiones sean debatidas y que haya menos chance de corrupción o malos hábitos. Vamos a hablar las cosas como son. En cualquier actividad económica el monopolio conspira contra la competencia y acaba perjudicando el producto; creo que formalizando y legislando correctamente todos nos beneficiaríamos, incluso, principalmente, los empresarios que con reglas claras quieran participar en la industria del fútbol.

¿Qué es la política?

Cada vez estoy más confundido, decepcionado con la realidad política de Sudamérica en general. Dicen que es el arte de lo posible. Creo que debería ser el arte por intermedio del cual la mayor cantidad de gente viva en paz, en democracia, en condiciones de poder disfrutar la vida. Pero en la política, como en cualquier ámbito, hay intereses, hay egos, hay hambre de poder, somos seres humanos y eso nos trae mil debilidades.

¿Sos de izquierda?

En las últimas elecciones, y sin nada para esconder, voté por el Frente, pero no tengo una ideología que defienda a capa y espada. Hay que intentar ser pensante y ver la realidad y el contexto para intentar entender qué es lo mejor para el país. Si la honestidad fuera una ideología, esa es la que seguiría. Nadie es dueño de la verdad, y eso es lo interesante de debatir las cosas sin encerrarse en ideologías. No puedo dejar de mencionar que, al introducirme en esta lucha, y entre otras cosas que he sufrido –cosas que se saben y otras que no–, que he visto y otras que me han contado, me he decepcionado un poco. Uno tiene una imagen ingenua de un mundo ideal, pero Uruguay no es un oasis, y al ver ciertas cosas uno puede llegar a pensar que apenas somos la misma mierda con diferente olor. Los poderes ocultos, las intromisiones. Me enseñaron en la escuela que el feudalismo ya no existía, sin embargo lo seguimos practicando. Pero siempre hay también en todos los ámbitos, y son mayoría, haciendo menos ruido, gente de bien, con una visión más altruista.