“Será mañana”, asegura Mariana Carbajal en un combativo texto escrito, supongo, entre el frío de la negativa senatorial a legalizar el aborto y el calor de la revolución feminista en curso. “Mañana será ley”, pero ya hoy es una realidad que ocurre y nadie puede esconder debajo de la alfombra ni adentro de un discurso. “Ahora que nos ven” sepan que cuando lo necesitamos abortamos; digan ustedes lo que quieran. El aborto no es todavía legal, pero tiene esa legitimidad irreversible que sostienen los cuerpos y las voces ejerciendo derechos sin ocultarse. “Nos tienen miedo porque no tenemos miedo”.
La victoria política de las mujeres argentinas es una señal a contracorriente de las tendencias dominantes a nivel mundial y de la región. Maticemos. Va a contracorriente de una subjetividad con apariencia y pretensión dominante. Ellas son mujeres en multitud, que vienen a desbaratar el orden del mundo macho mundial, que funciona bajo el gesto de los barones de pija y garrote, dedo en el gatillo y botón nuclear debajo de la almohada. Frente a un necropoder escenificado por los Trump, Putin, Kim, Ji, Ortega, Bolsonaro, Duque, Macri, aparece un movimiento que avanza sobre risas, ironía que desestructura, disidencia que se fiestea despreciando el poder necio.
Semejante significado es motivo suficiente para asomarse a la marea verde argentina con emoción y reconocimiento, claro está, pero también con genuina curiosidad. Es una revolución feminista que desencadenó una marea social que se propuso remover uno de los núcleos de subordinación estructurante de nuestras sociedades. El control patrimonial social masculino sobre el cuerpo y la condición reproductora de las mujeres. De eso trata, al final de cuentas, toda lucha por legalizar el aborto. Y esa marea verde no sólo ganó en las calles, sino que mordió los costados más blindados del poder, como son los espacios de comunicación y el corazón del poder político. El debate en el Congreso de la Nación argentina mostró todo el esfuerzo que se vieron obligadas a desplegar las fuerzas antiderechos para mantener el monopolio de lo legal. Veremos por cuánto tiempo.
La marea verde argentina es un momento clave de nuestra época. Su comprensión profunda en tanto estrategia, fortalezas, condiciones de realización y sutilezas tácticas es una oportunidad para todas las fuerzas defensoras de los derechos humanos. Especialmente porque esto no está ocurriendo en Uruguay, cuya escuela pública se proclama laica, gratuita y obligatoria desde 1877, sino en Argentina, tierra de crucifijos y papa. La marea verde enseña que nuestras sociedades se mueven de modo y en direcciones que exceden las interpretaciones confortables a derecha e izquierda. Y, como es sabido, “Dios ciega a quienes quiere perder”.