El candidato a la presidencia del Frente Amplio (FA), Daniel Martínez, anunció ayer su esperada elección de una compañera de fórmula, y la decisión por Graciela Villar despeja algunas incógnitas, al tiempo que plantea varias otras.

Respecto de las relaciones entre Martínez y los demás dirigentes del oficialismo, el mensaje –quizá deliberado, quizá no– es bastante claro: el candidato escuchó a todos durante cuatro días y luego hizo lo que le pareció mejor, aunque no fuera lo que prefería ninguno de los líderes históricos frenteamplistas, y tampoco lo que esperaban los sectores con mayor peso militante y electoral. Desde este punto de vista, quedan pocas dudas de que se propone operar con considerable autonomía.

Por otra parte, hay audacia en la opción por Villar, que si bien tiene una trayectoria de muchos años en el movimiento sindical y en la política, obviamente no era, hasta que comenzó a manejarse su nombre para la fórmula, una persona ampliamente conocida. En este sentido, Martínez confirma lo que hizo al integrar la plana mayor para el gobierno departamental de Montevideo, priorizando criterios de funcionamiento interno en equipo y apostando a su propio olfato por encima de la imagen externa inicial.

A la vez, surgen dudas. No da la impresión de que el candidato tuviera ya una decisión y haya querido simular un proceso de consultas, o de que haya escuchado sugerencias para pensar si cambiaba su preferencia inicial, o de que haya realizado su ronda de entrevistas para convencer a otros de lo que tenía en mente. Parece más bien que, cuando Martínez conoció el resultado de las internas, no tenía previsto cómo resolver esta cuestión, y que tampoco había conversado al respecto con Villar, algo que ella incluso admitió ayer en sus declaraciones. Una ingenuidad política llamativa.

El proceso deja machucones en algunos intereses sectoriales e individuales, y no hubo esmero en el cuidado de varias personas cuyos nombres estuvieron en danza. Esto importa con miras al futuro del FA y de Martínez. El oficialismo afrontará en octubre las elecciones más difíciles de este siglo, y el candidato se arriesga, desde ya, a que le cobren con atraso esta factura si no gana.

Además, falta en este caso (salvo en lo que refiere a la paridad) el criterio de complementación que incidió para que se definieran anteriores fórmulas del FA. La decisión final siempre fue del candidato a la presidencia, pero Rodolfo Nin Novoa, compañero de Tabaré Vázquez en tres campañas sucesivas desde 1994, aportó convocatoria por su trayectoria previa en el Partido Nacional y también en el interior. Danilo Astori contribuyó en 2009 al equilibrio de corrientes internas y a la disipación de temores sobre el manejo de la economía en un gobierno de José Mujica. En 2014, Raúl Sendic simbolizó el acuerdo entre Vázquez y Mujica, al tiempo que se destacaba como una figura relativamente joven entre líderes añosos. Las jugadoras se ven en la cancha, y sería una impertinencia descartar que Villar pueda enriquecer la oferta electoral frenteamplista, pero en principio no lo hará porque represente algo muy distinto que Martínez en términos de procedencia, de perfil ideológico o de edad.