El programa social del Partido Nacional (PN) se caracteriza por un núcleo de ideas de carácter mágico, presentadas desde un lenguaje pretendidamente moderno, que coquetea con la agenda de derechos, y un conjunto de señales demagógicas que prometen acceso al poder a ciertos actores sociales (líderes comunitarios) si colaboran juntando los votos necesarios para la victoria.

A ello se agrega, en lenguaje técnico, un conjunto importante de medidas que simulan una estrategia y que son muy ajenas al sentido común, muy difíciles de ser pensadas en forma concreta, y que a cualquiera pueden encandilar. Son tecnicismos rodeados de afirmaciones aparentemente bien informadas y promesas vinculadas con el sentido común, en general prejuicioso. Por ejemplo, prometen que van a construir un Estado eficiente, a desburocratizar la función pública, a usar sistemas informáticos para el control de las políticas y un sinfín de acciones que ya se hacen o que siempre podrían hacerse mejor, gobierne quien gobierne.

Es un ensayo hecho por publicistas a partir de una lluvia de ideas cuidadosamente extraídas por técnicas de análisis que buscan decir lo que la gente quiere escuchar y que, por tanto, no pretenden tener ninguna consistencia para la acción social.

Este conjunto de ideas, más que razonabilidad, precisan algo de esoterismo para poder ser juntadas en un texto e intentar vincularlas con acciones de política. Es por ello que aparecen figuras místicas, como los “mentores sociales”, que son ex pobres que enseñarán a los actuales a salir de la pobreza, o la idea de recurrir al abrazo terapéutico y al yoga para sacar a la gente de la calle.

Enunciar los problemas desde su raíz social y material es absolutamente incompatible con la reducción sustantiva del gasto público, y por tanto un programa de ajuste fiscal de 900 millones de dólares no puede más que recurrir al esoterismo y la mística si quiere prometer atender problemas sociales.

Precisan convencer a la gente de que hay un camino barato para solucionar los problemas sociales, que históricamente nunca han estado entre las prioridades o preocupaciones del PN pero alguien descendió del cielo y les pasó la fórmula, desconocida a nivel nacional e internacional por las miles de personas que estudian y trabajan cotidianamente en estos temas a lo largo y ancho del mundo.

En suma, se trata de un engaño a la ciudadanía que sirve de entretenimiento y cumple con la formalidad de dejar a la novia presentada en sociedad, vestida de seda y pronta para recibir a su prometido, un fabuloso y espléndido ajuste fiscal antitrabajadores y antijubilados que la llevará al altar del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, que es donde se está preparando la verdadera fiesta de promoción de la desigualdad.

Para ilustrar estas conclusiones se presentarán algunas de las contradicciones místicamente empaquetadas con tales propósitos.

El programa social del PN comienza diciendo, bajo los subtítulos “La centralidad de la persona” y “La dignidad de la vida”, en la página 117:

“El objetivo último de las políticas sociales es facilitar el acceso a oportunidades, dar contención y proporcionar las herramientas que hagan posible el desarrollo social genuino de todos los miembros de la sociedad. [...] Si bien la distribución de apoyos materiales y de oportunidades es importante, el objetivo final es construir identidad, conciencia de la dignidad personal y sentido de vida. Sólo quien ve a su propia vida como valiosa y significante tiene motivos para aprovechar los recursos y oportunidades que están a su alcance. [...] Una consecuencia de esta idea es que las políticas sociales deben organizarse de un modo que no genere dependencia ni asistencialismo. Una buena política social es aquella que termina por volverse innecesaria”.

Este conjunto de ideas, más que razonabilidad, precisan algo de esoterismo para poder ser juntadas en un texto e intentar vincularlas con acciones de política.

Las cursivas son del texto original y representan en conjunto uno de los pilares del pensamiento que matriza el documento, que da para muchos más comentarios que los que se realizan en este breve artículo.

Existen tres interpretaciones posibles sobre el fondo del asunto:

1) Las políticas sociales del PN son iniciativas vinculadas con la asistencia a la pobreza, no son de corte universal y no involucran todo lo que hace a la vida integrada del resto de la sociedad, y son por lo tanto un retorno de las políticas para pobres, tan evaluadas como inútiles para los propósitos de combatir la pobreza, como reconocen hoy hasta los organismos internacionales que las promovieron en todos los países de la región desde la década de los 90.

En todo caso parece excesivo referir a las políticas sociales igualándolas a los programas de asistencia social y cabe preguntarse desde cuándo la asistencia por sí sola ha logrado “la dignificación de la persona a través del ejercicio efectivo de los derechos y obligaciones, y del fortalecimiento de capacidades” (página 117).

Los estudios nacionales e internacionales son contundentes en estos resultados. Ninguna política de asistencia social focalizada en la pobreza logra superarla si no intervienen potentes iniciativas universales de integración social (trabajo, vivienda, salud, educación). La gente no trabaja porque la convenza un “mentor social”, precisa un trabajo para hacerlo.

2) Una segunda interpretación es que si bien las políticas sociales son de corte universal, pues toda la población debe “ver su propia vida como valiosa y significante” para así “aprovechar oportunidades”, una buena política social “es aquella que termina por volverse innecesaria”, lo cual significaría que de ganar el PN podría desarmar una buena parte del Estado vinculada con la provisión de servicios públicos y la regulación de servicios privados, cosa creíble considerando las leyes promovidas en 1991, pero a todas luces ocultado en esta campaña.

Si habláramos de políticas sociales como universales, entonces desconcierta la intención de que desaparezcan. Implicaría nada más y nada menos que pasar buena parte o todos los servicios universales (salud, vivienda, educación, cuidados, etcétera) al mercado autorregulado, cosa que ni las sociedades más liberales del mundo rico han hecho, aunque sabemos que está en algunas agendas.

Basta con observar que nada más que de los 14 puntos del PIB que el país invierte en jubilaciones y pensiones, casi la mitad provienen de la existencia de una política social previsional, y eliminarla implicaría, aunque fuera en forma gradual, bajar las jubilaciones y pensiones a cerca de la mitad, dejar a una porción importante de la población sin cobertura o habilitar un nivel de desigualdad muy superior en las prestaciones, haciéndolas asunto del sector privado. El modelo chileno puede ser un buen ejemplo para ello.

3) Una tercera interpretación es que todo el programa, como se dice en los párrafos introductorios, es un collage de frases hechas que dicen las cosas que se supone le caen bien a la gente porque validan los prejuicios de la población, construidos por la prédica aporofóbica de los sectores conservadores del sistema político y sus comunicadores.

Esta última interpretación explica de mejor manera la formulación de un pensamiento mágico que recubre esotéricamente las propuestas y remite a la existencia de un poder nunca antes descubierto en las políticas de asistencia que proviene de la condición subjetiva de la población como la clave del éxito.

En concreto, la gente puede parar de sufrir si se lo propone, si imita a un conjunto de líderes carismáticos “mentores”, quienes ya lo han hecho, si tiene fe en que las oportunidades existen y si entiende que el problema es ir por ellas y aprovecharlas.

Sin embargo, viniendo las propuestas de donde vienen, no es posible descartar que haya un poco de cada cosa; no olvidemos que el PN fue el único capaz de bajar en términos constantes el presupuesto de la educación durante su gestión, cosa que no sucedió en los otros seis gobiernos desde la salida de la dictadura.

Esta breves líneas sirven para observar que estamos frente a la irrupción en la escena política de una nueva técnica de sugestión que podríamos llamar, por analogía con Gabriel García Márquez, “irrealismo mágico”, o, con un poco más de maldad, frente a una operación de manipulación de la opinión pública con una dosis de cinismo pocas veces vista.

Juan Pablo Labat es licenciado en Sociología, magíster en Demografía y estudios de población, y director nacional de Evaluación y Monitoreo del Ministerio de Desarrollo Social.