El debate está servido: los derechos individuales y los derechos comunitarios se encuentran en lucha no sólo en Estados Unidos, donde en estos momentos las manifestaciones a raíz del homicidio al ciudadano George Floyd por parte de un policía en el estado de Minneapolis causaron una serie de enfrentamientos, sino también en América del Sur, donde el miedo irracional llevó a que en Montevideo un hombre apuñalara a otro en un supermercado por no tener tapabocas, o en Brasil, donde el presidente Jair Bolsonaro incita y participa en las manifestaciones a favor de su mandato.

Estamos en junio de 2020, a sólo seis meses de esos momentos en que el mundo cambió, mutó, comenzó un proceso de transformación como nunca antes se había visto. El virus traspasó las fronteras –en un mundo globalizado era un hecho fáctico– y de repente toda la humanidad se vio sumergida en una pandemia que la Organización Mundial de la Salud decretó como tal, teniendo que realizar cuarentenas sin saber hasta cuándo.

La pérdida de la libertad no fue con aviso previo, y como cualquier pérdida significativa que el ser humano puede tener en la vida, hay un duelo que procesar en distintas etapas.

Como era de esperarse, estas cuarentenas tienen un alto precio para el mundo entero. Los impactos económicos, a raíz de la caída del comercio mundial y la imposibilidad de que el motor de las economías continúe con normalidad rápidamente, comenzaron a dejarse ver y empezaron las manifestaciones de quienes necesitan salir a trabajar para obtener el sustento de cada día.

La pérdida de la libertad no fue con aviso previo, y como cualquier pérdida significativa que el ser humano puede tener en la vida, hay un duelo que procesar en distintas etapas y por el cual se atraviesan diferentes emociones; rabia, tristeza, ansiedad, depresión, pero también miedo e incertidumbre.

Todos estos sentimientos o emociones llevan a la humanidad por diferentes caminos. Muchos se refugian en la meditación, el yoga, las terapias de trabajo introspectivo, mientras que otros exteriorizan estos sentimientos de otras formas, con peleas, enfrentamientos o bien con agresiones hacia los otros o hacia uno mismo.

En momentos en que la humanidad podría trabajar en conjunto su lado más bueno, como el de la solidaridad, la cooperación o la ayuda mutua, estas actitudes en su mayoría escasean debido al miedo irracional que no permite mirar hacia al lado y que empuja a la búsqueda de la seguridad individual.

Basta con recordar las escenas mundiales en que los supermercados de todo el mundo rápidamente se vaciaban en el desespero por llenar despensas familiares sin pensar en la escasez de los bienes y en la falta de estos para el resto de la población. Y es que la realidad modifica la óptica sobre la visión de los derechos colectivos por encima de los individuales.

Los casos de Brasil y de Estados Unidos presentan muchas similitudes. Definitivamente en Estados Unidos la realidad económica, cultural y social es muy diversa no sólo dependiendo de en qué estado se encuentre una persona en comparación con otro estado, sino también dentro de cada uno de ellos. Esas realidades tan distintas son muy similares a las que se presentan en la ciudad de San Pablo, debido a la brecha económica de esta ciudad de tanta importancia para el país y la región, y que ahora es la ciudad con más casos de covid-19 en América del Sur.

Si pensamos en San Pablo, epicentro económico de Brasil, país con más de 208 millones de personas, pero además polo económico de innegable importancia para la economía de la región sudamericana, sin duda que la política de cuarentena representa un punto de conflicto en el pueblo que, por otra parte, se debate entre querer y poder permanecer en sus casas. Hay personas que pueden no ir a trabajar y que no sienten la falta de comida o servicios esenciales, mientras que un altísimo número de personas viven del día a día, y con los ya casi tres meses de cuarentena que esta ciudad mantiene no encuentran salida para la subsistencia.

Por todo lo expuesto no es difícil notar lo complejo del debate. Hablar de derechos colectivos en tanto mantenemos cuarentenas para evitar el contagio del virus es más que complejo cuando cientos de personas no tienen qué comer por no poder realizar sus actividades con normalidad y de esa forma ganarse el sustento de cada día. Asimismo, entender la importancia de reducir los contagios para evitar la propagación del virus que lleva a la saturación de los centros de salud y, por consiguiente, al aumento de muertes, sin duda también es un elemento vital a resolver.

Fácilmente podríamos pensar que una solución lógica sería la ayuda económica de los gobiernos para aquellas personas en tales situaciones de vulnerabilidad, con el fin de asegurar su supervivencia y a su vez lograr establecer cuarentenas efectivas. Sobre esto resulta importante mencionar que en Brasil se han realizado, con este fin, distintas políticas de ayuda, liberando fondos para los estados, a fin de que estos los empleen como medidas de alivio para sus economías.

Asimismo, y con el afán de paliar los efectos negativos de la parálisis económica, se han ejecutado acciones desde las instituciones privadas, con donaciones alimenticias pero también con bajas de tasas de interés en préstamos y con extensiones de fechas de pagos en deudas. No obstante, continúan las manifestaciones en protesta por las cuarentenas semanalmente, y la división aumenta.

Por otra parte, en Estados Unidos, que en este momento ocupa el primer lugar en el ranking de los países con más casos de contagios y muertos por covid-19 en el mundo, el debate se acentúa en torno a protestas civiles en procura de justicia por la muerte de un ciudadano afrodescendiente, que sumada a otras muertes conmociona a todo un país y genera un sentimiento de reclamo en procura de justicia y de cese del racismo hacia la comunidad afro.

En medio de las disputas políticas que la nación del norte vive en torno a la situación de la emergencia sanitaria, en un año en el que además se acercan elecciones presidenciales, el panorama se agrava exponencialmente y la población toma las calles en una clara muestra de saturación ante una situación inédita y cuyas consecuencias a largo plazo aún se están por ver.

¿Cómo será la realidad del mundo en la era poscovid-19? Sin duda es una pregunta unánime en el mundo.

La revolución industrial marcó un cambio de era, también lo hizo la Primera Guerra Mundial. También la globalización, en tanto proceso transformador, con su renovada capacidad de comunicación y la apertura generalizada de los mercados. Resta por preguntarse, en este proceso de cambio mundial que presenta 2020, ¿hacia qué nueva era vamos? El debate está servido.

Ana Laura de León es licenciada en Relaciones Internacionales y posgraduada en Estudios Internacionales, especializada en el área del mundo árabe y en Medio Oriente.