Desde el comienzo del gobierno de Donald Trump, la Casa Blanca apostó por un estilo de comunicación en que la forma es más importante que el contenido, los gestos vacíos sustituyen al discurso y las falacias derrotan a cualquier tipo de argumentación, incluso la de los periodistas, que son callados por pertenecer a un medio crítico. O, como los llama Trump, “fake news”.

En medio de este peligroso panorama, surgieron algunas medidas tomadas en principio con incredulidad y luego con resignación, como suele ocurrir en la mencionada presidencia. Una de ellas fue la Fuerza Espacial.

“El otro día decía, porque estamos haciendo un montón de trabajo en el espacio, que precisaríamos una nueva fuerza. ‘La llamaremos Fuerza Espacial’. No era en serio, pero después dije: ‘Qué gran idea’. Tal vez tendríamos que hacerlo. Podría pasar. Y sería una gran historia”.

El presidente de Estados Unidos dio estas declaraciones en marzo de 2018, cuando el Pentágono se oponía a esta idea. Apenas dos años después, la Fuerza Espacial (que ya existía, aunque con otro nombre y dentro de la Fuerza Aérea) presentó su nuevo logotipo, que es un robo descarado del de Viaje a las estrellas. Pero ya nada importa.

La Oficina Espacial

Mientras tanto, dos personas se ponían manos a la obra para transformar la absurda realidad en un poco de entretenimiento escapista. No se trataba de dos personas cualesquiera, sino de Greg Daniels y Steve Carell. El primero estuvo detrás de la adaptación estadounidense de The Office, además de haber cocreado Los reyes de la colina (con Mike Judge) y Parks and Recreation (con Michael Schur). A Carell lo conocemos, entre decenas de roles, por encabezar The Office como Michael Scott.

Juntos idearon esta comedia que sigue las andanzas del general Mark Naird (Carell), primer jefe de Operaciones Espaciales de la flamante rama de las Fuerzas Armadas. Mientras lo seguimos desde sus primeros pasos hasta la misión más arriesgada que le podría tocar, conoceremos a sus asesores militares, a los científicos que trabajan con ellos y a su familia.

Space Force llegó con muchísima expectativa, no sólo por los talentos sentados detrás de cámara, sino también por el elenco, plagado de pesos pesados del humor, en papeles de mayor o menor exposición.

Al igual que ocurre con las misiones espaciales, estamos ante una serie que se toma su tiempo para salir de la gravedad terrestre. Como un cohete que se separa de las etapas utilizadas para su lanzamiento, el guion nos presenta a los personajes, hace que enfrenten gajes del oficio y finalmente nos introduce la “historia” cuando termina el séptimo de los diez episodios de media hora. ¿Estaremos ante eso que los yanquis denominan too little, too late?

La trayectoria es la recompensa

Por sus características, uno esperaría que esta comedia tuviera un mayor ritmo de “risas por minuto”. De situaciones humorísticas que además sean reideras, porque obviamente el humor y la risa no necesariamente son sinónimos. Una vez que se supera esta lluvia de meteoritos de realidad, Space Force se disfruta más.

Eso no significa que carezca de momentos de carcajada, como ocurre con la aparición de un par de astroanimales o en cada reunión de las Fuerzas Conjuntas, donde en una misma mesa se encuentran actores como Jane Lynch, Diedrich Bader, Patrick Warburton, Larry Joe Campbell y Noah Emmerich.

Quien se pone el guion al hombro y exprime cada uno de sus parlamentos consiguiendo el mejor resultado es John Malkovich. Este veterano de mil batallas interpreta al jefe de los científicos de la Fuerza Espacial y mano derecha de Naird, con quien discute cada uno de los pasos seguir. Es quizás Carell el que menos logra definir su personaje, que no alcanza el absurdo de un funcionario nombrado por Trump y queda a medio camino de la tontera que tendría un funcionario nombrado por George W Bush.

El general Naird canta cuando está nervioso, tiene una relación compleja con su esposa Maggie (Lisa Kudrow, perfecta en sus contadas apariciones) y atraviesa la experiencia de tener una hija adolescente (Diana Silvers). Pero uno pasa toda la temporada tratando de “comprar” su personaje. Incluso yo, que no debo haber visto más de dos episodios de The Office. Sí, ya sé, quéjense por mail.

10... 9... 8...

El cierre es lo mejor de esta temporada, porque finalmente abraza las posibilidades temáticas y humorísticas de la premisa, además de dejarnos expectantes acerca de cómo demonios continuará la historia. Las series de Greg Daniels suelen carretear antes del despegue, así que necesitaríamos una segunda tanda de episodios para determinar hasta dónde puede llegar. Siempre y cuando Trump no se despache con una Fuerza Intraterrestre en los próximos meses y termine de sepultar al humor.