La ocupación –en tanto modalidad del derecho de huelga– se presenta como una herramienta reivindicativa potente que lleva al límite la tensión capital-trabajo.
Los estudiantes de bachillerato del liceo 1 quedan huérfanos. Queda el liceo sin aquellos que jugaban el partido todos los días con entusiasmo. Dejan el lugar al miedo, a las voces bajas, al vacío intelectual.
Sólo cabe interpretar esto como una bravuconada autoritaria, como un abuso de poder que pasa por encima de la libertad de expresión de los trabajadores sindicalizados.
El ámbito de aplicación de la laicidad es el aula, el acto de la clase; no se prescribe cuál debe ser la adscripción del pensamiento que pueda tener el docente.
Además de avanzar hacia energías más limpias, América Latina debería abrir el debate público sobre los TBI y otros acuerdos y analizar si no están otorgando derechos excesivos a empresas.
En el confinamiento se multiplicaron las horas de trabajo no remunerado, el sistema de salud y el educativo se apoyaron en la espalda y en las oportunidades de las mujeres.
La llegada de las primeras vacunas es una buena noticia. Sin embargo, en lo económico y lo social no se ha producido ni se avizora nada parecido a una recuperación impulsada por los “malla oro”, y estos por el momento se dedican, sobre todo, a demandar mayores beneficios.
El imperialismo actual, por consiguiente, además de los tradicionales instrumentos de presión –militares, financieros, monetarios (y desde luego diplomáticos)– actúa también sobre las opiniones públicas de todo el mundo.
Qué peligroso es cuando se lleva adelante una campaña apostando a denostar al contrincante sin generar propuestas para gobernar. Tan peligroso como ser gobierno y seguir con la misma estrategia.