Se trata de Decentraland, un emprendimiento que combina tecnologías inmersivas y blockchain para construir una experiencia virtual social. Además, permite generar contenidos para ganar criptomonedas con valor en el mundo real. Los detalles de dos tendencias tecnológicas que unen sus caminos.

Desde clásicos del cine como Tron o Matrix, hasta Ready Player One, de Steven Spielberg, que se estrenará en breve. La idea de usar la Realidad Virtual para fabricar mundos ha permeado la cultura popular durante décadas. Ahora, gracias a los últimos avances, varias empresas ya están haciendo realidad ese sueño; una de ellas asoma desde el Cono Sur. Se trata de Decentraland, una start-up fundada por argentinos que pretende crear un universo virtual de código abierto, cuyos usuarios podrán comprar tierra y usarla para crear desde obras de arte hasta eventos sociales. La divisa de este “metauniverso” no será el dólar ni el peso, sino una criptomoneda basada en la tecnología blockchain, similar al Bitcoin, que le ofrece a sus usuarios el control total sobre sus bienes virtuales.

“Decentraland siempre fue pensado como un proyecto de utilidad pública, un mundo virtual fuera de la dominación de cualquier corporación privada”, explicó a la diaria Ariel Meilich, integrante de Decentraland Foundation. Este porteño, que pasó por la carrera de filosofía y estudió neurociencias en Estados Unidos antes de volcarse a los negocios digitales, cuenta que se acercó al mundo del blockchain frustrado por las dificultades que le imponían las restricciones cambiarias en Argentina. En esa atmósfera, rica en ideas de negocios y tecnología, conoció a los ingenieros informáticos Esteban Orlando, Manuel Aráoz y Yemel Jardi, sus actuales socios.

¿Pero cómo funciona el blockchain y cómo es que permite crear monedas y mundos virtuales enteros? En vez de confiar en la clásica arquitectura web, donde la información se aloja en servidores centralizados, esta tecnología está distribuida en miles de computadores de toda la red, quitándoles el control monopólico a unas pocas empresas. En este andamiaje digital una empresa llamada Ethereum construyó un sistema que permite efectuar transacciones e incluso crear “aplicaciones descentralizadas”. A cambio de mantener esta estructura, algunos usuarios reciben una criptomoneda llamada Ether (ETH), que no sólo es el combustible del sistema sino que cotiza como un activo financiero en el mundo real (actualmente de unos 200 dólares).

“El proyecto surgió en 2015 como un experimento de usos no financieros de blockchain. Al principio era una grilla 2D en la que los usuarios podían crear píxeles y transferirlos entre sí. Así logramos asentar en blockchain la propiedad de estos activos digitales, que con el tiempo evolucionaron hasta ser 3D”, explica Meilich. Hoy la versión demo del proyecto transporta al usuario a un desierto digital, en el que se ve rodeado de figuras flotantes que incluyen desde el famoso Halcón Milenario de Star Wars hasta bandadas de fidget spinners. Según Meilich, en el futuro la plataforma incluirá herramientas de diseño y la capacidad de crear contenidos dinámicos como juegos, exposiciones de arte y eventos sociales.

Si bien en la actualidad la “población” de este mundo virtual es de apenas 1.500 personas, sus impulsores confían en que el proyecto puede escalar hasta “al menos 1.000 millones”. Un objetivo nada modesto, teniendo en cuenta que representa a más de la mitad de lo usuarios actuales de Facebook, la red social más popular del mundo. Para el ex neurocientífico, los miembros de este universo (accesible mediante computadoras, celulares o cascos de realidad virtual) desarrollarán interacciones “sociales, lúdicas y educativas”, y se conectarán varias horas por semana. Pero, sobre todo, apuestan a su capacidad de crear bienes y servicios digitales que puedan monetizar, generando una suerte de “economía virtual”.

Los países virtuales también emiten moneda

La concreción de este proyecto exige un gran financiamiento: unos 20 millones de dólares. Y en este aspecto Decentraland también innova, ya que en vez de acudir a capitalistas de riesgo o vender acciones, sus fundadores optaron por una estrategia menos convencional pero muy popular entre empresas de blockchain: una Initial Coin Offering (ICO), o sea, la emisión de su propia criptomoneda (o “token”). La de Decentraland, llamada Mana, servirá para comprar tierra y objetos dentro del metauniverso, pero la empresa también la ofrecerá en su sitio durante agosto a un precio inicial de 0.024 dólares por unidad. Con el dinero recaudado continuará con el desarrollo del proyecto, y se espera que, de tener éxito, el valor del Mana aumente y recompense tanto a los inversionistas como a los fundadores.

Según Ivan Tello, director de Quantia Capital y especialista en el mercado de las criptomonedas, debido al éxito de muchas de estas rondas de financiación, invertir en tokens puede ofrecer rendimientos “siderales”. Pero si bien ve a las ICO con buenos ojos, también reconoce sus riesgos. “Recomendaría interiorizarse en cada proyecto antes de invertir en él, ya que existen fraudes e iniciativas que tienden al fracaso, y sin una entidad central que los controle los inversores pueden no recuperar su capital”. Esta semana la Comisión de Bolsa y Valores de los Estados Unidos (SEC, por su sigla en inglés) advirtió que el capital reunido mediante ICO también “requiere adecuarse a las leyes federales de valores”. Así se propone regularizar el mecanismo, que con más de 1.000 millones de dólares recaudados desde 2016 ya se trata para algunos de una burbuja financiera.

Singular pero no única | Si bien es un emprendimiento novedoso, Decentraland no es el primero en apostar por la realidad virtual como plataforma de interacción social. Desde proyectos de reconocidas empresas de tecnología como Facebook Spaces o Sansar (de los creadores de Second Life) hasta nuevos nombres como VTime o AlstpaceVR, la incorporación del otro en lo virtual promete un nuevo salto a la inmersividad. Para Maximiliano Silva, desarrollador del estudio de RV social Waman, el uso de avatares capaces de moverse y gesticular como sus usuarios “es un componente fundamental para percibir el mundo virtual como el real”. Sobre Decentraland, destaca que si bien otros proyectos lo superan en calidad gráfica, su apuesta por el open source puede hacer que “perdure más allá de cualquier iniciativa privada”. Y esa es ciertamente la esperanza de Ariel Meilich y su equipo, que desde Latinoamérica compiten en la carrera por crear los nuevos mundos virtuales.

Juan Charovsky