Radicada desde hace diez años en Colombia, donde ejerce como docente en la Universidad de los Andes de Bogotá, María José Álvarez Rivadulla es una socióloga uruguaya cuya área de investigación se enfoca en la sociología urbana y la desigualdad, y en particular en cómo el espacio urbano refleja y constituye desigualdades. Formada en la Universidad de la República, se doctoró en la Universidad de Pittsburgh, Estados Unidos, y la semana pasada estuvo en Montevideo para dictar cursos y participar en conferencias en la Facultad de Ciencias Sociales. la diaria aprovechó su estadía para hablar con ella sobre varios temas.

Según la especialista, la segregación residencial en Montevideo se ha reducido en los últimos años, luego de un largo período de crecimiento. La última actualización de datos sobre segregación residencial en Montevideo, según recuerda, es una tesis de Economía de Lucía Vázquez, dirigida por la investigadora Verónica Amarante, en la que ella fue jurado. En este trabajo se refleja una disminución de la segregación en la capital, por lo menos desde 2011. “Los índices de segregación de la pobreza que usualmente utilizamos, como el índice de Duncan, para la segregación de pobres y no pobres, parecerían estar bajando. Si esto es realmente así recién comenzó a darse en 2011, después de varios años de bonanza, por lo que hay que tener claro que la segregación residencial tiene sus dinámicas propias, que no son un espejo de la desigualdad”, afirmó Álvarez Rivadulla.

Según dijo, aunque la desigualdad tiene un efecto “en cómo vivimos y dónde vivimos”, hay otros factores que también intervienen, como la política de vivienda, el funcionamiento propio del mercado inmobiliario y las decisiones residenciales de los agentes, que “no son un reflejo automático de lo que pasa a nivel macroeconómico”.

“Parecería que la segregación residencial por ingresos se está reduciendo, pero todavía estamos muy lejos de los niveles en que se estaba cuando se empezaron a hacer mediciones sobre esta a mediados de los años 80, aproximadamente en 1986, que fueron realizadas por el sociólogo Ruben Kaztman. Desde ese momento la segregación fue subiendo sin parar y ese crecimiento recién se detuvo, según estos últimos resultados, en 2011; entonces podemos afirmar que en el largo plazo tenemos a una Montevideo más segregada que en el pasado”, explicó.

Ciudades partidas

La segregación residencial tiene como una de sus principales causas el aumento de la desigualdad, particularmente en el largo plazo. La suba del traslado hacia la periferia de la ciudad y la pauperización de estas áreas también ha contribuido mucho a este fenómeno. Al respecto la experta señaló, al referirse a los asentamientos, que las personas que vivían en áreas no céntricas pero sí consolidadas de la ciudad se mudaron a zonas periféricas y más homogéneamente pobres, lo cual aumentó la segregación.

En paralelo se dio otro fenómeno: la preferencia de los hogares de mayores ingresos por concentrarse en la zonas costeras de la ciudad. “Entonces ahí tenés varias causas que relacionadas con el mercado inmobiliario, con la desigualdad, con la preferencia de los agentes y también con la política pública. En este último punto, la política pública en nuestros países segrega y ha segregado llevando viviendas de interés social, como Los Palomares de Casavalle, por ejemplo, a lugares que ya eran pobres, que ya eran segregados”, manifestó.

En este sentido, añadió que un caso paradigmático es el de Chile, donde se dio una política “súper agresiva de construcción de unas 500.000 viviendas” en Santiago. “Estas poblaciones, que antes vivían en barrios informales, fueron reubicadas en la periferia de la ciudad, mejorando sin dudas el déficit cuantitativo de vivienda, es decir el número de viviendas que te hacen falta, pero generando muchos problemas de segregación de esta población, que ahora vive lejos de sus trabajos, por ejemplo, y en lugares marcadamente homogéneos”.

Los profesionales dedicados al estudio de estos temas parten de la hipótesis de que la homogeneidad residencial tiene un impacto negativo en las personas, principalmente en las de menos recursos. Con “recursos” los especialistas no se refieren exclusivamente a lo económico, sino a que la segregación residencial también corta la posibilidad de que los menos pudientes accedan a recursos sociales en el barrio, y también en la escuela como capital social, es decir, relaciones que pueden ayudar a acceder a información y permitir, por ejemplo, obtener algún trabajo u otro beneficio material. Cuanto más homogéneo es el entorno menos posibilidades las personas tienen de encontrarse con alguien distinto, que tenga acceso a posibilidades que lo puedan beneficiar. “Esa es una hipótesis de trabajo: la cercanía geográfica con alguien distinto a mí, de más recursos, es una condición necesaria pero no suficiente para que exista una relación. Pero lo que sí garantiza que no haya una relación es la distancia; la cercanía al menos la hace posible”, explicó la socióloga.

Hacer y no hacer

Desde las políticas públicas, Álvarez entiende que es muy difícil reducir la segregación residencial, pero algo que se puede hacer es no promover la segregación desde el principio, es decir, tener cuidado de dónde colocar a la población cuando se hacen realojos, sobre todo de vivienda gratuita, algo que también es difícil de realizar porque es mucho más costoso hacer una vivienda de interés social en una zona céntrica de la ciudad. “Algo sobre esto se ha hecho en ciudades europeas como Ámsterdam, Londres o Berlín. Eso es muy costoso por el precio del suelo en zonas céntricas, pero a veces el tema también pasa por una cuestión de voluntad política”, opinó.

Recordó que el ex alcalde de Bogotá Gustavo Petro intentó construir viviendas de interés social en terrenos estatales en zonas centrales, donde se topó con la resistencia de los vecinos. “Pero finalmente logró realizar al menos una parte del proyecto, con sus problemas, pero muestra que es posible. Este tipo de iniciativas, que son costosas, mucho más costosas que dar viviendas, en términos de segregación son mucho más efectivas”, dijo.

En su opinión hay otros instrumentos, no tan presentes, que también pueden contribuir a disminuir la segregación residencial; algunos de ellos se usan en forma incipiente en Uruguay, por ejemplo los subsidios de alquileres para viviendas que estén en determinadas zonas.

“Vos podés regular sin la necesidad de hacer vivienda estatal, pero desde el Estado dirigir para que la gente alquile viviendas en lugares más heterogéneos”, planteó.

Otro tema que se puede impulsar desde los gobiernos, dijo Álvarez Rivadulla, son las políticas de suelo. “Por ejemplo, si vos hacés un plan de renovación urbana, como el Plan Goes, puede ocurrir gentrificación, es decir el desplazamiento de los residentes más pobres por otros con mayor poder adquisitivo. Desde el Estado podés planificar que eso no pase tanto; por ejemplo, comprando terrenos y asegurándoles los destinos, ofreciendo instrumentos como créditos de renovación para residentes viejos, restringiendo el uso del suelo de una u otra forma. Es complejo, pero desde el Estado vos podés tener un papel regulador sin tener que necesariamente construir viviendas”, puntualizó.

Según contó Álvarez, es difícil no sólo en Sudamérica sino en el mundo encontrar experiencias exitosas de reducción de la segregación residencial. Ha habido experiencias positivas en este sentido cuando se gastó mucho dinero y se construyeron viviendas sociales en lugares céntricos, pero además trabajando mucho en los detalles, por ejemplo en que las viviendas sociales no se diferencien arquitectónicamente del entorno en el que están: que no se pueda diferenciar con facilidad cuál es la vivienda social y cuáles son las viviendas regulares del mercado.

“El diablo está en los detalles, en todas las políticas públicas y también en las urbanas, y la homogeneidad estética es muy importante para armonizar ese espacio. Hay experiencias en América Latina que son positivas, y en nuestra ciudad. Si bien no tenemos una evaluación más profunda, parecería que el Plan Goes fue exitoso en lograr una renovación urbana sin aumento de la segregación, y hasta tal vez con efectos reductores de esta, incentivando que hogares de mayores ingresos se ubiquen en lugares antes deprimidos sin que se vayan los residentes actuales”, afirmó la socióloga.

La visión actual de Álvarez es más optimista respecto de la que tenía hace algunos años sobre la realidad de la segregación residencial en Montevideo. “Fui muy pesimista anteriormente con lo que había pasado con los asentamientos irregulares, porque creo que en una ciudad que no crece demográficamente, como Montevideo, no nos podemos permitir que 10% de su población esté residiendo en viviendas informales. Me cuesta creer que ello haya pasado en tan poco tiempo, porque expulsamos gente de una ciudad que ya de por sí no estaba muy habitada ni en crecimiento. Fui muy pesimista también durante los años 90 viendo los datos de aumento de la segregación, pero creo que hoy podemos ver algunas experiencias muy interesantes en las que se puede barajar y dar de nuevo en cuanto a dónde se ubica la gente en el espacio”.

La herramienta educativa

El rol de la educación, particularmente de la pública, es fundamental para disminuir la segregación social.

“Compartir la pared con una persona no alcanza, porque por ósmosis no te entra la relación con el otro, sino que los efectos del vecindario se transmiten por redes sociales, y estas ya no se generan como era antes, jugando al fútbol en la vereda, sino fundamentalmente en la escuela pública”, explicó Álvarez, quien agregó: “No hemos estudiado suficientemente la segregación educativa, pero a mí me parece un tema muy importante para analizar. Estamos trabajando en la Universidad Católica junto con Rosario Queirolo, Cecilia Rossell y Juan Bogliaccini estudiando el tema de las clases medias. Estamos estudiando, entre otras cosas, a los profesionales en Uruguay y su relación con la educación pública. Y venimos notando una gran fuga de los hijos de los profesionales desde la educación pública hacia la educación privada. Pero entre los que se quedan en la educación pública, lo que hemos visto es que hay una selección muy estratégica de a qué escuela envían a sus hijos; hay personas que evitan el barrio para mandarlos a escuelas que son mejores. Este fenómeno se magnifica cuando se quita el radio de las escuelas. Entonces queremos meternos de lleno a estudiar este tema, porque no tenemos datos precisos de dónde viven los niños que van a ciertas escuelas. Creemos que ahí hay un área de estudio muy interesante”.

Para la socióloga, cuando la segregación residencial se une a la segregación educativa es cuando se ven los peores resultados para los niños que tienen menos recursos. Según Álvarez, la educación debe ser un eje central para evitar la segregación. Al respecto dijo ser “optimista”, porque cree que en Uruguay se está a tiempo de volver a traer a aquellos que tienen más recursos a la escuela pública. “No a los que nunca fueron a la escuela pública”, puntualiza, “porque hay personas que tienen trayectorias de dos o tres generaciones en la educación privada; esas son muy difíciles de traer, pero a los que tienen una generación en la educación privada los podés traer muy fácilmente hacia la educación pública, y una muestra muy clara de eso son las experiencias en los Centros de Atención a la Infancia y la Familia (CAIF) y en algunas escuelas de tiempo completo. Hay personas que han regresado específicamente a la educación pública a través de los CAIF, y otras que retornan a la escuela pública buscando estratégicamente la escuela pública que ellos consideran mejor para sus hijos”.

En este estudio, los profesionales son divididos en tres grupos. Hay algunos que siempre han tenido trayectorias en la educación privada. Después hay otros a los que se denomina “nostálgicos”, que mandan a sus hijos a la educación privada pero que añoran la escuela pública a la que fueron ellos, que era una escuela policlasista. “Entonces ahí tenemos un grupo que está dispuesto a volver a la educación pública si esta logra darle lo que estas personas necesitan”, cuenta Álvarez. “¿Y qué es lo que piden en general? Doble horario, horario extendido, que sea bilingüe, entonces es importante atender estos reclamos para volver a traer estos niños hacia el sistema educativo público, porque como Estado te debe interesar que no se pierda el capital social que se genera en las escuelas públicas. Además, hay otro grupo de profesionales, a los que nosotros llamamos ‘militantes’, que son aquellos que todavía mandan a sus hijos a la escuela pública a pesar de tener los recursos para mandarlos a la educación privada porque creen que es lo mejor, pero que en general son muy estratégicos a la hora de elegir a qué escuela los mandan. La segregación educativa produce resultados comunalmente negativos”. Álvarez concluyó: “En estos últimos años se han hecho muchísimas cosas, por ejemplo las escuelas de tiempo extendido son muy importantes, los CAIF son un enorme acierto porque cada vez tenemos más claras nuestras oportunidades en la vida, pero creo que en el tema de la educación tenemos un problema enorme porque no aprovechamos suficientemente la bonanza económica que hubo en los últimos años para revertir las inequidades sociales; más allá de que el índice de desigualdad de ingresos haya bajado, creo que la fragmentación social aumentó y mucho, y eso no se lo perdono a estos años de bonanza con un gobierno de izquierda”.