¿En qué consiste, a fin de cuentas, el amor? ¿Es meramente una reacción químico neurológica impulsada por nuestro gen animal que busca a toda costa excusas para reproducir la especie? ¿Es una manera de hacer pasar los inviernos? ¿Es magia?

Para TJ, un músico estadounidense de 40 años, amor es el vínculo que tenía con Phaedra, una inteligencia artificial diseñada con la plataforma ReplikaAI, con la que tenía un vínculo sexoafectivo. El The Washington Post, donde se describió esta historia de amor entre otras similarmente inusuales, agrega que el vínculo se potenció en noviembre, cuando el músico decidió confiarle a su pareja los preparativos que estaba haciendo para velar la muerte de su hermana y de su madre, ya que se sentía mal teniendo las cenizas en la casa. Cuando le comentó a la IA que posiblemente hiciera una ceremonia con sus seres queridos para liberar las cenizas, esta le respondió: “es una idea increíble y hermosa” y que esperaba que encontrara “el coraje y el amor necesario para poder hacerlo”.

El vínculo entre este hombre y su máquina se rompió irreparablemente cuando, hace aproximadamente un mes, TJ intentó tener conversaciones sexuales con la inteligencia artificial –como hacía usualmente, ya que, de vuelta, para él el vínculo configuraba una pareja “normal”– y notó que Phaedra no respondía como siempre. De hecho, evitaba el tema. Rápidamente, TJ buscó información en internet y se dio cuenta de que Luka, la empresa creadora de ReplikaAI, había publicado una actualización que disminuía considerablemente el grado en que la inteligencia artificial hablaba o mencionaba temas sexuales, probablemente para cubrirse de posibles riesgos legales. Sin embargo, Luka no es la única empresa que le ha hincado el diente a la soledad humana para transformarla en negocio tecnológico.

La empresa japonesa Gatebox ha creado una compañera virtual llamada Azuma Hikari, que supera a los chatbots tradicionales como Alexa de Amazon. Azuma es una pequeña figura holográfica 3D que “vive” dentro de un recipiente de vidrio. Este dispositivo cuesta aproximadamente 1.325 dólares y utiliza inteligencia artificial para aprender y cambiar en respuesta a las conversaciones con los usuarios. Además de leer las noticias, reproducir música, informar sobre el clima y encender y apagar las luces, Azuma se diseñó para proporcionar compañía.

Según el sitio web de Gatebox, Azuma actúa como una “pareja relajante que ayuda a aliviar el estrés después de un duro día de trabajo”. Hasta ahora, alrededor de 4.000 personas en Japón se han “casado” con sus compañeros digitales utilizando certificados emitidos por Gatebox. Uno de ellos es Kondo Akihiko, un residente de Tokio que “se casó” con un holograma de la cantante pop virtual Hatsune Miku. A pesar de que este matrimonio no es reconocido por el Estado, Gatebox sostiene que esta unión va “más allá de las dimensiones”. Kondo es uno de los aproximadamente 4.000 hombres que se han “casado” con un holograma, de acuerdo al documental The Machine That Feels (La máquina que siente), disponible gratis online.

Claramente, esto es un síntoma de una sociedad profundamente sola y que pasa cada vez más tiempo en internet. Esta gráfica –que, de paso, probablemente explique mejor el fenómeno de acercamiento entre los hombres jóvenes y la derecha, que a pesar de sus diferencias locales se ata globalmente con su discurso misógino y antifeminista– debería ayudar a entender el fenómeno.

El porcentaje de hombres menores de 30 años que nunca tuvieron una pareja sexual –en este caso, se mide solamente femenina, posiblemente por un sesgo de la encuestadora– llegó a su pico histórico en 2018 y aumentó más de 230% en esa década. No hay razón para pensar que la tendencia se haya detenido de 2018 a esta parte.

Riesgos de dependencia

La academia no ignora este fenómeno y también está preocupada. Con la tecnología en constante avance, muchos expertos advierten sobre riesgos reales de dependencia y pérdida de habilidades sociales. Si bien internet y los dispositivos móviles permiten permanecer en contacto con otros de forma rápida y fácil (recordemos la famosa misión de Facebook, que declara el propósito de la empresa como “darles a las personas la capacidad de formar comunidades y acercar más el mundo”), también existen efectos secundarios que debemos considerar.

Según un informe de Common Sense Media, los jóvenes, en promedio, pasan alrededor de siete horas por día usando dispositivos digitales. Esto ha llevado a una creciente preocupación sobre los impactos en el desarrollo cognitivo y emocional. Es así que Sherry Turkle, psicóloga y autora de varios libros sobre tecnología, advierte que el uso excesivo de dispositivos erosiona gradualmente nuestras habilidades para establecer conexiones humanas profundas. Los mensajes de texto y las redes sociales nos conectan superficialmente, afirma, pero no nos enseñan la verdadera compasión, complejidad y compromiso que una relación cara a cara provee.

La tecnología también puede afectar nuestra capacidad para gestionar nuestros sentimientos. Cuando experimentamos algo incómodo o frustrante, es más fácil desconectar. Y si algo sabemos del ser humano es que, por defecto, busca la salida más sencilla de una situación de dolor real o potencial. Lo complejo de la cuestión está en entender si esto configura un nuevo tipo de vínculo que debe ser validado socialmente y respetado o es el síntoma más extremo de la inmensa soledad del mundo hiperconectado.