El viernes, en su sede de Las Piedras, Canelones, el Instituto Nacional de Vitivinicultura (Inavi) y Slow Wine presentaron el acuerdo alcanzado para la promoción de vinos sostenibles, bajo la consigna de una vitivinicultura buena, limpia y justa. “No me parece que sea algo tan normal o tan fácil, realmente, entrar en estos proyectos de una forma seria, sin banalizar o sin manchar los conceptos”, dice Juan Gualdoni, de Slow Wine, a la diaria. “No es tan fácil o no es normal que las instituciones de cada país se acerquen o intenten ir por este camino. Muchas veces te venden discursos en los que intentan apoyar cierto movimiento, cierta filosofía, pero básicamente se toma un concepto, se lo dibuja un poco, para decirlo de cierta manera, y se va perdiendo el valor”.
Slow Wine, la temática del vino de la organización internacional Slow Food, reúne a productores, enólogos y sommeliers interesados en una elaboración sostenible, para promover la biodiversidad y preservar las condiciones de sus entornos agrícolas y terroirs.
La alianza con Uruguay está fundamentada en que estas prácticas se ajustan al programa que lleva adelante el Inavi con el fin de impulsar una viticultura tan cuidadosa del ambiente como de la salud de sus trabajadores. El acuerdo, que se enmarca en la celebración de los 150 años de la viña y el vino en Uruguay, supone generar un impacto en toda la cadena vitivinícola local. Entre otras cosas, ampliar y desarrollar el conocimiento sobre los desafíos que enfrena la industria ante la crisis climática y fomentar buenas acciones para el sector.
A su vez, ofrece una oportunidad para la apertura de nuevos mercados, siguiendo la tendencia mundial del comercio justo y la apuesta por productos elaborados bajo protocolos de respeto de la biodiversidad.
Durante el encuentro, Santiago Degásperi, de Bodega Nakkal Wines, y Pía Carrau, de Cerro Chapeu, presentaron su experiencia en Terra Madre Americas, un evento que calificaron como “muy enriquecedor”, que se llevó a cabo en Sacramento, California, durante tres días, para poner de manifiesto el impacto de los alimentos en la sociedad y el ambiente. Degásperi cuenta que participaron junto a bodegueros, cafeteros y cocineros de varios países latinoamericanos: “Fue un intercambio entre productores, se dio una masterclass de Uruguay, hicimos presentación y degustación de vinos, hubo un espacio de feria, uno para consumidor final, y otro para trade. Queremos transmitirles a los demás productores que a partir de este acuerdo se pueden generar más experiencias como esta”.
Movimiento lento pero expansivo
“La primera acción que tiene registro fue la Asociación de Amigos del Territorio, que se hizo antes de llamarse Slow Food, con la intención de contar un poco sobre los alimentos y sobre el vino del territorio”, recapitula Gualdoni. “Ese fue el origen, luego creció como movimiento internacional dedicado, básicamente, a la gastronomía en su conjunto y a través de comunidades del alimento –se llaman así– se trabaja con productores, investigadores, cocineros. A su vez se empezó a trabajar con distintas temáticas ligadas a la gastronomía, relacionadas con algunos productos, como los quesos. En Slow Wine trabajamos ahora en un formato un poco más nuevo”, explica. “Se venía tratando de desarrollar esta temática en otros países –Italia comenzó hace más tiempo–, en Estados Unidos, en China, en Eslovenia, y un poquito antes de la pandemia empezamos a trabajar en un mapeo de productores en América Latina, básicamente en Argentina, Brasil, Chile y Uruguay, obviamente, México, Perú y Bolivia, inicialmente”.
Como a cada uno, aquí les piden que cuenten, “para afuera y para adentro también, qué valoriza y qué transmite el vino uruguayo”. Buscan que el relato sea construido desde el lugar de origen. “Entendemos que siempre es importante que desde el territorio se pueda comunicar y explicar. Seguramente habrá acciones y actividades relacionadas, relativas a la formación de los productores, con intercambios con productores de otras partes del mundo, que son parte de Slow Wine, y sin duda también estaremos trabajando en las misiones comerciales o en los formatos de eventos y ferias internacionales”, agrega.
Lo que impulsan no es una certificación, sino establecer “una red colaborativa de productores, pero también de sommeliers, de consumidores y de todos los que son parte del mundo del vino”. Para eso cuentan con un manifiesto al que adhieren las bodegas y productores, diez puntos que no representan un protocolo o un reglamento estricto, sino que funcionan como recomendaciones. “La filosofía con la que entendemos el vino, el trabajo social y de desarrollo territorial que tienen que hacer las bodegas, la colaboración que tienen que tener unas con otras. Todo esto está plasmado”.
Tienen colaboradores y miembros de las redes en distintos lugares que invitan a hacer visitas, al menos anualmente, y conocer de primera mano los proyectos.
¿Cuál es el horizonte de mediano a largo plazo? “Hablando de Uruguay, primero nos interesa conocer las realidades. Este manifiesto no es un libro cerrado; intentamos adaptarnos a la cultura local, al modo de hacer vino de cada lugar, a las dinámicas, obviamente, de cada país, de cada región. No es lo mismo pensar el vino hecho, por ejemplo, en Italia, que el que se puede hacer en América del Sur. Uno de los puntos del manifiesto está vinculado al origen de la uva; nos interesa que sea cada vez más resultado del mismo productor, que no se tenga que comprar uva para desarrollar vino. La comercialización de la uva es algo normal y se hace cotidianamente, se hace en Argentina; no somos tan estrictos, pero queremos que más bodegas sean partícipes de esta red, que nos ayuden a realizar las tareas y también a hacer que el vino, en este caso uruguayo, que respeta esta filosofía llegue a más lugares y sea más reconocido tanto local como internacionalmente”.
Todavía son pocos los establecimientos locales que han adherido al manifiesto y que han participado en actividades. Este acuerdo apunta, además, a la formación. “Facilitamos o hacemos talleres que están orientados principalmente a los que son miembros de la red y, basándonos también en lo que la misma red nos pide todos los años para el encuentro que tenemos en Bolonia, una evaluación de las necesidades que hay en cada zona, y a lo largo del año intentamos establecer una actividad tendiente a satisfacer esa demanda”.
Sobre su visión del mercado actual, Gualdoni comenta: “El mundo del vino está tratando de adaptarse al nuevo consumidor. De todos modos, cuando se hacen los análisis un poco más ampliados, no es una disminución tan drástica, pero sí es verdad que al menos hay grupos de gente mucho más interesada en consumir vinos, de repente hay ciertas cosas que ya el consumidor entiende o tiene presente a la hora de consumir un vino. También es nuestra tarea tratar de hablar un mismo idioma y que el consumidor sea parte de esta cadena, que entienda qué está comprando. Con este convenio podemos aportar a que el vino uruguayo pueda salir a flote, más allá de la situación, en la que aparentemente pareciera que la gente toma cada vez menos alcohol o que los jóvenes no se interiorizan tanto en el consumo de vino”.
Cerveza solidaria
El domingo pasado el Club de Cerveceros Caseros del Uruguay (CCCUy) cocinó por octava vez su ya tradicional cerveza solidaria, que estará en venta próximamente, una vez terminada. Participaron más de 50 cerveceros caseros de distintas localidades del país. Como cada año, se produjeron 800 litros de una edición limitada de cerveza estilo American Amber Ale. La cocción se desarrolló en las instalaciones de la cervecería Sumo, en Isla de Flores 1325, en tanto que Almacén Cervecero donó gran parte de los insumos, cervecería Zafar aporta la máquina enlatadora, imprenta Zenit Artes Gráficas hace posible el etiquetado y BirraVa colabora en la distribución.
La Cerveza Solidaria estará disponible para su venta en la segunda quincena de agosto. Todos los fondos recaudados a través de la venta de las latas se destinarán a Centro Horizonte, una organización fundada en 1962 que atiende a niños con parálisis cerebral.
Feria en Mercado Williman
Este sábado desde las 12.00 hasta las 16.00 Mercado Williman (Claudio Williman 626) se puebla con las ofertas de una feria vintage con entrada libre. La actividad invita a “comer algo rico, hacer compras más conscientes, conseguir alguna joyita y traer a los más chicos a que disfruten de actividades llenas de arte y diversión”.
Descuentos en cortes para comidas de olla
Con las bajas temperaturas y el aumento de las comidas de olla, las carnicerías lanzan promociones en dos cortes distintos, en el marco del Día del Carnicero, que se celebra el domingo y coincide con el Día del Padre.
En esta oportunidad el bife de vacío estará un 40% menos, a $ 299, y la lengua a $ 199 el kilo. El vicepresidente de la Unión de Vendedores de Carne, Rafael Rodríguez, explicó que tanto el bife de vacío como la colita son cortes que no tienen desperdicios y con los que se puede hacer estofados, churrascos, carne al horno o a la parrilla. En el caso de la lengua, el vicepresidente recomendó prepararla en estofado o en escabeche, que se puede calentar para servir con arroz.
Queso fundido
El volumen II de la Fondue & Wine Night llega este sábado, de 19.00 a 23.00, al restaurante Plantado, del Hyatt Centric Montevideo. Incluye fondues de cuatro quesos servidas en pan de campo ($ 1.200 para dos personas) y vinos. Para reservar hay que escribir al 094 882 420.
Taller de tapas
Una nueva oportunidad para sumarse al taller de tapas junto a Gastón Blundell, chef ejecutivo de Toledo, se concretará este lunes 15 de julio a las 18.30 en La Obrería. El encuentro ahondará en el ritual del tapeo, sus ingredientes y diferentes técnicas. Se elaborará y degustará: tortilla de papas confitadas, cebolla caramelizada y mayonesa de limón, croquetas de brócoli, salsa bechamel y parmesano, huevos rotos con chistorra, gazpacho, chipirones encebollados y ensaladilla rusa de salmón. Por más datos: www.laobreria.com.