En 2015, Nico Barcia, el ex cantante de Chicos Eléctricos y actual integrante de Hotel Paradise, editaba su primer libro para niños, en Topito Ediciones. A modo de bestiario, Mis espantajulepes presentaba una galería de monstruos: en cada doble página aparecía su “ficha técnica” y un poema que contaba las andanzas del personaje. Dos años después, los espantajulepes regresan en otra editorial (Alfaguara), con otro formato, de mayor tamaño, y algunas otras diferencias, pero una tónica similar que los emparienta.

Espantajulepes: reventando al miedo es evidentemente una continuación del libro inaugural: desde la tipografía del título en la portada hasta el recurso de que cada personaje se presente en un diálogo entre las ilustraciones y un poema –que mantiene la estructura estrófica que se manejaba en su predecesor–, pasando por el énfasis puesto a un tiempo en el humor y en la minuciosa selección léxica. Pero en esta segunda entrega –que también comienza con la intervención de un medio de prensa, en este caso la televisora Julepe Channel, que anuncia la declaración de “una alerta de máximo terror” por parte del “Ministerio de Bienestar Infantil”, mientras que en el primer libro las noticias eran vertidas por un periódico de estética retro, el Diario Julepe– los textos que acompañan a cada monstruito son más extensos y constituyen una pequeña narración. También se distancia en la ilustración: aquellos retratos de colores saturados del primer libro dieron lugar a escenas con una estética cercana a la historieta, de carácter narrativo.

Se mantiene –eso sí– el humor como uno de los elementos primordiales. En la elección de los nombres de los personajes y en el relato acerca de cada uno de ellos abundan los guiños que generan complicidad con el lector, tanto con el niño como con el adulto mediador, en la medida en que son frecuentes las referencias a lugares, personajes y situaciones reconocibles. En este sentido, se destaca el humor lingüístico, que aparece en numerosos juegos de palabras que –no teman– no aburren porque aparecen dosificados, aquí y allá; un ejemplo es el uso de diversas formas de nombrar o aludir al miedo –el eje temático para abordar las andanzas de estos feos superhéroes que se encargarán de ahuyentarlo–, que aparecen a lo largo del libro y que funcionan como elemento de cohesión y como rescate de palabras –muchos de ellos arcaísmos setentosos y ochentosos–.

Al final del libro se invita al lector a dibujar su propio espantajulepes a partir de identificar aquello que le da miedo. Además de dar pie a la apropiación del libro por parte del lector mediante la reflexión acerca de su propia experiencia, deja picando la idea de infinitud: habrá tantos espantajulepes como miedos posibles, lo que se multiplica, a su vez, por la cantidad de lectores que asomen su mirada y se dejen llevar. Un título bienvenido, que convoca a conseguir también a su hermano dos años mayor. Una sola observación negativa: quedaron por ahí unos cuantos pequeños errores de esos que molestan al leer –una letra que falta, otras dos que están en orden inverso, una coma que no debería estar–, aunque, por supuesto, no desmerecen la calidad del libro.

Espantajulepes: Reventando al miedo, de Nico Barcia. Alfaguara, 2017.