Sigue en cartel Coco, la última entrega de Disney/Pixar, inspirada en el Día de Muertos que se celebra en México. La película tiene los elementos que nunca faltan en las animaciones del estudio comprado por Steve Jobs: una historia emotiva, animación de vanguardia y un mundo con reglas complejas, pero que un niño debería entender.
»» Ya en Toy Story (1995) éramos testigos de un mundo parecido al nuestro, pero con claras diferencias: en ausencia de los seres humanos, los juguetes no solamente cobraban vida sino que tenían sus propias aventuras. Eso sí, ni bien escuchaban los pasos de Andy, volvían a desplomarse en el suelo de la habitación.
»» Pasarían seis años hasta que Monsters, Inc. pusiera por primera vez a prueba las capacidades del público menudo. Por suerte, Pixar nunca los subestimó; logró que entendieran que aquellos monstruos que se escondían debajo de la cama o adentro del armario provocaban los gritos de los niños para generar energía eléctrica que abasteciera su ciudad (spoiler de hace 17 años: las risas resultaron ser mucho más poderosas).
»» Algunas ambientaciones eran más sencillas que otras: un mundo con superhéroes (Los Increíbles), un mundo con fauna parlante (Bichos: una aventura en miniatura, Buscando a Nemo, Ratatouille), pero en Cars y sus inferiores secuelas se animaron a complicarla de nuevo. Aquí los autos no solamente tenían vida, sino que eran la especie dominante. Si quieren divertirse, busquen en internet los análisis acerca de cómo sería el organismo de Rayo McQueen y sus amigos debajo del chasis. Pero no lo hagan mientras estén comiendo.
»» Intensa Mente jugó con un mundo complejísimo, pero que solamente se encontraba en nuestras mentes. Después de años de idas y venidas, que pueden disfrutarse en los extras del DVD o el BluRay, lograron simplificar las emociones humanas en cinco, además de “mostrarnos” el funcionamiento de la memoria, el pensamiento abstracto y lo que sucede con los amigos imaginarios cuando crecemos. Perdón, se me metió un Bing Bong en el ojo.
»» En Un gran dinosaurio todo partía de un gran “¿Qué tal si... ?”. ¿Qué tal si el meteorito que extinguió a los grandes reptiles hubiera pasado de largo? Pues estos hubieran desarrollado inteligencia, aunque no la capacidad de tener aventuras recordables.
A primera vista, guiándonos por los adelantos, Coco parecía ser otra aventura del personaje que cruza al mundo de los muertos. Pero, además de ello, nos plantea las reglas más burocráticas de toda la historia de Pixar.
En el Día de Muertos las almas pueden visitar a sus seres queridos, siempre y cuando cumplan con la más caprichosa de las reglas: la ofrenda familiar debe incluir una foto del difunto, la que es chequeada por un sistema de reconocimiento facial en la aduana del Más Allá. Si tu calavera no coincide con una fotito, a esperar al año que viene.
Por si fuera poco, en el reino de los fallecidos también te podés morir. Alcanza con que nadie entre los vivos te recuerde para que desaparezcas para siempre. La historia mezcla estos elementos con el precio de la fama, la importancia de la familia y mucha música, mientras que el joven Miguel va en busca de su árbol genealógico antes de que salga el sol.
En un segundo plano está el tema de los alebrijes, los guías espirituales basados en coloridas artesanías mexicanas. Si bien la trama podría haberse acomodado sin ellos, aportan un componente visual que permite que el estudio siga superándose con cada nuevo estreno.
La forma como Pixar logra explicarnos (y explicarles a los niños) cómo funcionan los mundos de sus historias es digna de tener en cuenta a la hora de enfrentarse a ese monstruo aparentemente imbatible que es el entretenimiento “para todos los públicos”.