“Hay una serie nueva en Canal 4. Van tres o cuatro episodios. Es acerca de un grupo de fugitivos que cada semana termina encerrado en un garaje repleto de herramientas y construyen un auto blindado para escaparse”. Así podría referirse un jovencito de los 80 a la serie Los Magníficos, utilizando el recreo para convencer a algún compañero de clase de que le dé una oportunidad.

Siempre quisimos ser los vanguardistas, los que revelaban el secreto a los demás, pero los tiempos han cambiado. “Ayer pusieron una serie nueva en Netflix de unos gallegos que asaltan el edificio en el que se imprimen los billetes. Me pasé toda la noche despierto y terminé de ver la primera temporada”. Vivimos en la era de la inmediatez, de los atracones televisivos... y de la polarización de opiniones.

Como todos anhelan ser los primeros en descubrir la siguiente Breaking Bad, no faltaron los comentarios hiperbólicos entre quienes se dieron el atracón de atracadores: “¡Maravillosa!”. “¡Me enganché de principio a fin!”. “¡Es la mejor serie de gallegos que asaltan edificios en los que se imprimen billetes de toda la historia!”. Semejantes comentarios, obviamente empapados de subjetividad, despertaron a las fieras de internet, que creyeron necesario colocar sus opiniones en el extremo opuesto de la balanza como si ese equilibrio fuera a cambiarles la vida.

“Una basura, la verdad es que no entiendo cómo alguien puede haber gastado más de tres minutos de su vida en hacer sangrar sus ojos y oídos con esta porquería” y otras expresiones por el estilo aparecieron en las redes sociales.

Y la verdad es que La casa de papel está incluida en esa inmensa mayoría de ficciones televisivas que no califican para el Paraíso de las Series ni para el terrorífico Infierno. Lejos de un Purgatorio, nos presenta una narrativa entretenida siempre y cuando uno esté dispuesto a dejar un porcentaje de su cerebro al costado del sofá.

La novedad de esta historia es similar a la de The Walking Dead; si en la mitología de zombis faltaba una narrativa que se extendiera en el tiempo, aquí tenemos un asalto con toma de rehenes que dura muchas más horas de lo que estamos acostumbrados, tanto en tiempo ficticio como en tiempo real (el nuestro). Es que la idea no solamente es llevarse el dinero que está allí adentro, sino poner a funcionar las máquinas y hacer muchísimo más.

Detrás del delito se encuentra un estrambótico comando que ejecuta minuciosamente el plan pensado por alguien conocido como el Profesor. Cada uno de los miembros del grupo tiene las capacidades necesarias para llevarlo a cabo, como el manejo de explosivos o el hackeo, aunque sus debilidades los llevarán a cometer sucesivos errores que le agregarán picante a la trama. Del otro lado estarán las fuerzas del orden y una investigadora en particular que comandará la operación y se trenzará con el mentado Profesor en un peligroso juego del gato y el ratón (“peligroso juego del gato y el ratón” es una frase más vieja que los cortos de Tom y Jerry).

Lo más entretenido pasa por el metódico plan y por esa partida de ajedrez entre ambos bandos. Claro que con tantas horas de ficción es necesario meterse en la cabecita de los personajes en los meses previos al golpe y en las horas que llevan metidos ahí adentro, y son esos los momentos en los que el cuento se estanca y uno desearía que se tratara de una miniserie más mini.

Una mención especial (por lo negativo) merecen aquellos momentos en los que el policía dice: “Amplía la imagen. Amplía. Amplía”, y una foto de 800 por 600 pixeles se convierte en un mapamundi repleto de información lista para ser utilizada. No se necesita haber trabajado ocho años en una fotomecánica digital para entender que no se puede sacar información de donde no la hay. Fin del comunicado.

Abundan los momentos de tensión, aunque con el correr de los episodios uno puede adivinar que cuando parece que les van a dar el zarpazo no será así, ya que todavía queda mucho por relatar. Pero que te engancha, te engancha. Y, por el momento, te deja sin un final. Por ahora.

La cosa/casa es así: La casa de papel consta de 15 episodios que fueron emitidos en España en 2017 en dos partes. La primera constaba de nueve, que Netflix convirtió en 13 para que pudieran ser disfrutados en porciones más pequeñas (a los fanáticos del atracón les da lo mismo). A partir del viernes 6 de abril estarán disponibles los seis capítulos restantes, transformados en quién sabe cuántas porciones.

Será el 7 de abril, entonces, cuando podamos descubrir si estamos ante la apoteosis de una obra de arte o ante la eutanasia de una historia que hace rato pedía pasar a mejor vida. Parece que no existen las posibilidades intermedias.