Con su tercera temporada en pantalla, The Expanse es una de las más interesantes series actuales de ciencia ficción, gracias a un ambicioso planteo sociopolítico combinado con combates de naves y batallas galácticas old school.

Su autor, “James SA Corey”, es en realidad la firma común de dos escritores estadounidenses, Daniel Abraham y Ty Franck. En 2011, el duo presentó El despertar del Leviatán, o sea, la primera entrega de la que sería su saga The Expanse. A la mejor manera de George RR Martin y su Juego de tronos, Abraham y Frank firmaron un contrato por nueve libros, pero a diferencia del simpático gordo barbón, han ido cumpliendo con puntualidad suiza su entrega –un libro cada dos años–, siendo Persepolis Rising el séptimo publicado, en 2017. (Además, son bastante más jóvenes que Martin –y son dos–, por lo que nadie tiene miedo que se mueran antes de terminarla).

Más allá de las comparaciones de formato con Martin, The Expanse tiene otros puntos en común con Juego de tronos. Aunque una desarrolla un futuro cercano con todo el sistema solar colonizado y la otra lo hace en el fantástico universo retro de Westeros, ambas sagas se hermanan por la preocupación de una trama sociopolítica creíble (a riesgo de ser demasiado ambiciosa e incluso entreverada), el desarrollo intenso de sus numerosos protagonistas y la sana intención de subvertir los géneros. Las series también tienen en común compartir una lograda adaptación televisiva, aunque sería imposible medirlas de igual manera dada la diferencia de impacto y éxito (donde la adaptación de HBO le pasa el trapo a la que hoy nos ocupa, de la mucho más modesta cadena SyFy).

Space opera moderna

El año es el 2200 o por ahí. El sistema solar ha sido colonizado por completo, pero hay tres focos poblacionales relevantes: la Tierra, obviamente (y la luna, que le pertenece), Marte (que se ha independizado y mantiene una tensa relación con su otrora planeta madre) y el cinturón de asteroides (que responde a la Tierra, y cuya producción mantiene a todo el sistema solar y aloja a algo así como la clase obrera de todo el universo).

En un principio, tenemos dos tramas en paralelo que recién confluirán en el antepenúltimo episodio de la primera temporada: por un lado, la búsqueda que Joe Miller (Thomas Jane), un policía de Ceres (la capital del cinturón de asteroides), hace de Julie Mao, una niña rica que ha escapado de su hogar en la Tierra; y, por otro, la aventura de una pequeña tripulación espacial liderada por James Holden (Steven Strait) que parte en ayuda de una señal de rescate. Estas dos tramas –que luego se irán disgregando, confluyendo y se les sumarán otras, ganando importancia la que protagoniza la ejecutiva de las Naciones Unidas, Chrisjen Avasarala (Shohreh Aghdashloo)– van a terminar siendo algo muchísimo más relevante para el sistema solar todo, ya que se pone en peligro el inestable equilibrio entre todos los involucrados al aparecer el primer elemento extraterrestre de la historia: una protomolécula tremendamente peligrosa, cuya utilización (y posesión) será el objetivo de todos.

Compleja su trama por momentos –hay una enorme variedad de personajes, lugares y situaciones relevantes–, pero siempre dentro de una pauta de ciencia ficción reconocible (y en mi caso, de muchísimo buen gusto).

Estrenada en noviembre de 2015 por SyFy, en 2016 pasó a ser parte del catálogo para Latinoamérica de Netflix (donde se encuentran sus primeras dos temporadas y es de suponer que la tercera se sumará cuando termine su exhibición en Estados Unidos), lo que incrementó sustancialmente su audiencia, que no es poca a nivel global, lo que ha permitido que las novelas consigan su correspondiente traducción, así como otros productos que han ayudado a construir la complejidad de este universo: cuatro cómics digitales basados en los libros y vinculados a la serie de televisión fueron publicados por comiXology. El primero, protagonizado por Holden, fue publicado en 2017, y fue seguido por un unitario dedicado a cada miembro de su tripulación: la cinturina Naomi Nagata, el marciano Alex Kamal y el terrestre Amos Burton (quien es uno de los personajes favoritos de la serie).

Volviendo a la pantalla, la construcción de la historia, lo bien trabajado de los personajes, el trasfondo político y las muchas batallas, peleas y momentos de tensión hacen de The Expanse la mejor serie hasta el momento en la historia del SyFy Channel (aunque hay que reconocer que no se precisaba mucho para eso) y una recomendación ineludible para todos los amantes del género. Con una trama tan compleja como impredecible, buenos efectos y una sensación constante de tensión y peligro, la serie se propone a su vez como una clásica space opera (aunque moderna) que despierta pasión entre los clásicos cultores de este género, aunque no es necesario ningún ejercicio de nostalgia (algo bastante raro en estos días de constantes ejercicios de nostalgia) para disfrutarla. Alcanza con que te gusten las buenas series de TV.