Averno, una coproducción de Bolivia y Uruguay, se estrenó ayer en Montevideo. Es una película ambiciosa, con más de 500 personas involucradas en su producción y un guion que llevó casi una década de perfeccionamiento. Meses antes, su director, Marcos Loayza, estuvo en nuestro país dándole los toques finales a la posproducción de sonido.

Conocido mundialmente por su ópera prima, Cuestión de fe (1995), con la cual obtuvo importantes premios en festivales desde La Habana hasta Biarritz, el boliviano Marcos Loayza es uno de los pocos cineastas latinoamericanos cuyos nombres suenan fuera de fronteras. Alumno de íconos como Jean-Claude Carrière durante su paso por la Escuela Internacional de Cine y Televisión de Cuba, el realizador siempre ha tenido una mirada muy personal y arraigada en las particularidades de su tierra y la región andina. Conversamos con él en diciembre, cuando estuvo en Montevideo finalizando el sonido de Averno, su séptimo largo, en el estudio LA Mayor.

Averno parece tener mucho de mitología andina, de tradiciones locales.

La clave dramática, la dramaturgia de la película está dada a partir de los mitos, no es aristotélica. No es una estructura dramática clásica para nada. Es una estructura mítica; tiene varias entradas, cuenta a partir de eso. El anclaje es la mitología andina, pero yo creo que toda la parte indoamericana tiene la misma raíz. Hay una parte andina que es quechua, aymara, muy poderosa. Los pueblos de tierras bajas también tienen su propia cosmovisión pero coinciden, comparten un montón de cosas, por ejemplo la Madre Tierra o la Tierra Sin Mal. El porvenir sería la Tierra Sin Mal. Hay un montón de puntos coincidentes indoamericanos que han permanecido, pero hay más huellas de la parte mora, de lo que viene de España, porque no hay una literatura potente, no hay una escritura poderosa. Hay sobre todo el boca a boca, un tejido en el que la comunicación no es escrita. Entonces este trabajo conlleva una ambición de recoger todo aquello que estaba en el imaginario pero que no está en el papel. Por supuesto que he investigado, he ido a las bibliotecas públicas, he viajado, pero también se trata de investigar dentro, porque si todo eso permanece es que lo tengo yo, también vive en mí.

Marcos Loayza durante un rodaje

Marcos Loayza durante un rodaje

¿Conviviste con esos mitos durante tu infancia, en tu propia historia?

Soy totalmente urbano, de ciudad, de La Paz. Pero esos mitos están muy latentes en toda América Latina y en todas partes del mundo. Todos en Bolivia convivimos con ellos, en toda Latinoamérica. Un mito es parte del mundo. Un mito siempre es afín, siempre tiene algo que decirle a cualquier persona del universo. No tiene que ser un mito tuyo; de repente tu mito te explica más a ti, pero se comunica bien. El rey Arturo nos sirve todavía, nos sirve Ulises, nos sirven las sirenas, nos ayudan a entender el mundo. En este caso, parto de un mito andino para contar una historia

¿Y por qué “Averno”?

Es la puerta por la que entraba Dante a su infierno, es la entrada de un volcán en Italia, es un sinónimo del infierno. En la ciudad de La Paz había uno o dos bares que se llamaban así y que eran míticos porque han pasado un montón de historias terribles allí. Uno de ellos era un bar de los lúmpenes, la gente iba ahí a tomar hasta morir. Empezaron a ir muchos intelectuales, escritores, y hubo muchas trifulcas. Y lo cerraban y lo abrían cerca; era un bar mítico que la gente siempre andaba buscando. Ahora no existe más, no existe desde hace 30 años. Hay gente que dice que se ha abierto otro, pero ya no es lo mismo.

En materia de arte y cultura, los latinoamericanos no solemos mirarnos los unos a los otros. Con algunas de tus películas pudiste traspasar un poco las fronteras. ¿Qué expectativas tenés para esta película?

El problema no es la película. Hay muchas películas que quisiera ver de Panamá, de Uruguay, de Ecuador, que de repente son buenas pero a las que no tengo acceso. Las que puedo ver de América Latina son las que compran a través del monopolio. Es difícil, yo quisiera que Averno se viera en el resto de América Latina, pero no creo que el acceso a ese mercado tenga que ver con que la película tenga o le falte algo. Es un tema de oportunidades de mercado, nada más. Preservar la identidad es particularmente importante en la época actual, en la que la globalidad lo invade todo. Hay elementos que lo uniformizan todo a nivel tecnológico, como los celulares o los programas de software, y eso no está mal. Pero si no tienes tu propia identidad en el ámbito cultural, la identidad de tu casa, de tu cuadra, de tu barrio, de tu ciudad, entonces se pierde algo que es esencial. De todas maneras, la película es tan sólo una película. Trato de mantener la identidad, pero creo que el fin es regalarle al público una hora y media de una buena historia, que se divierta, y si de paso queda algo que lo deja pensando, fantástico.

¿Cómo se enmarca Averno en la evolución de tu cinematografía?

Es un punto de giro. En general soy muy contenido, con mucho vértigo al ridículo. En esta no me importa, no es contenida, es prodigada. Todo lo que tengo adentro lo saco. Si está bien o está mal, ya, qué pena. No juzgo, no trato de defender nada. Sé que estoy defendiendo una identidad que tal vez se está perdiendo, pero el cómo lo juzgo es un problema que no me afecta. Creo que el artista no debe preocuparse por eso. Cuando se pone a juzgar, lo primero que se resiente es la propia obra. Hay cosas que uno mantiene. Yo tengo respeto al espectador y no quiero que se aburra. Quiero que pague su entrada y luego se sienta agradecido. El cine está en crisis, y hay una cantidad de cine que se hace que testifica esa crisis. Entonces una película que tiene muy pocos planos, que es muy pesada de ver, muy difícil de ver, a mí no me parece. Pienso más bien en respetar al espectador, en darle la mayor cantidad de información para que si quiere ver la película desde el punto de vista estético la pueda ver, si la quiere ver desde el punto de vista filosófico la pueda ver, o si quiere verla como una película de aventuras también la pueda ver. Quiero que tenga varios niveles de lectura, como una cebolla. Ese creo que es mi trabajo, mi responsabilidad social.

Fotograma de la película Averno

Fotograma de la película Averno

Es difícil encasillar la película en un género.

Sí. Es sobre un viaje pero no una road movie, es de aventuras pero no la típica película de aventuras, es una película de la noche pero no es oscura, es de fantasía pero no de lo que la gente entiende por cine fantástico. Lo más cercano, no en el sentido académico sino para posicionar la película en el mercado, es el realismo mágico andino.

Has dicho que a veces se sobretrabajan los guiones en los talleres de proyectos.

Es fácil comprender cuando alguien dice que una película está sobreactuada. Yo creo que también hay películas que están sobreescritas. Todo está calculado, los diálogos son muy inteligentes, hay demasiada astucia en las réplicas, y se pierde naturalidad. De repente el guion es un objeto matemático, como un reloj en el que todo funciona bien, pero no te apetece acercarte más por dentro. Yo creo que sucede eso. Es bueno trabajar el guion en muchas versiones, pero de repente en todas esas clínicas de guion, en el momento en que aparece un concepto de qué es bueno para un guion, yo creo que desaparece la posibilidad del arte. El teatro sigue funcionando de otra manera. Nadie dice “tienes que hacer una obra de teatro absurda como Samuel Beckett o siguiendo las reglas del viejo Aristóteles”. Tú simplemente haces una obra de teatro y si pega con el público, bien. En el cine, como hay más dinero en juego, te dicen que el guion debe tener ciertas características, cierta lógica, ciertos personajes. No estoy de acuerdo con eso. Por eso algunos dicen “no, mi película es minimalista”. Ya eso asume una dramaturgia, una manera de escribir. Creo que la escritura es mucho más que eso, creo que cada historia tiene una manera de contarse. La mejor manera de contar una historia es una estructura. Tú no puedes contar todas tus historias con la misma estructura. Cada historia te pide una estructura, y eso en el fondo recae también en una manera de escribir; si vas a escribir en papel, en la compu o con la gente. Hay muchas posibilidades. La manera práctica, la rutina de escribir la determinan la historia y el tema, no es al revés.

Para eso hay que tener una historia de verdad...

Hay que tener diez o 15 historias rondando y elegir una. Lo que no puedes es agarrar tu primera historia y hacer tu primer guion. Más bien tienes una cantidad de historias que dan vuelta y eliges una que por algo te retumba en el corazón. No es que yo tengo temas, yo tengo historias y alguna de ellas me retumba en el corazón, en mis miedos, y empiezo a escribir. Cuando escribo, al fin comienzo a entender de qué quería hablar, y entonces haces toda una película, tardas cuatro años, y es una profunda reflexión para ti mismo sobre ciertas cosas de la sociedad, de tu propia vida, y en la medida en que tienes esas necesidades las puedes compartir. Una película no es más que compartir una manera de preguntarte las cosas.

Fotograma de la película Averno

Fotograma de la película Averno

¿Qué cineastas te interesan?

Me interesan más películas que cineastas. Me gustan los directores que la cagan. Desconfío de los que nunca la cagan. Me gustan los directores que hacen una buena, después se equivocan, los que se juegan la vida. Hay un director polaco del que he visto todas sus películas, Jerzy Kawalerowicz. Cuando las veo siento que tienen una trama muy inteligente. Tiene una que se llama Sor Juana de los Ángeles, que es el origen de El exorcista, con la que ganó en Cannes. Es muy inteligente, me gusta mucho. Zama, de Lucrecia Martel, me gustó, por ejemplo. La ciénaga me gustó, después pensé que la habíamos perdido a Lucrecia. Pasa que el cine te fagocita, pero esta me pareció muy valiente y me gustó. De Pedro Almodóvar me gustan muchas, pero también lo perdimos hace rato.

¿Y de Uruguay qué te interesa? No me refiero sólo a cine sino al arte en general.

De Uruguay a mí lo que más me ha influenciado es toda la música popular, Jorge Lazaroff, Leo Maslíah, todos ellos. Rumbo. Mamamos de ellos también sus teorías, porque además escriben, algunos escriben cuentos. También Coriún Aharonián. Bueno, y en cine El dirigible, de Pablo Dotta, luego Guillermo Casanova, que más que todo son amigos.

¿Cómo surgió la coproducción con Uruguay?

Esta es una película producida por la familia. Mis dos hijos manejan la empresa Alma Films. Ellos se contactaron con LA Mayor en un evento en Colombia. Luego, Nelson Weinstein es coproductor [a través de la empresa Suerteenpila] y director de fotografía. En la música, toda la posproducción de sonido, hay varios cabeza de equipo uruguayos.

¿Cómo fue la financiación?
Obtuvimos el fondo Ibermedia de coproducción. Se hizo sin fondos estatales bolivianos. Teníamos comprometidos 60.000 dólares del Estado, pero nunca los recibimos. Públicamente, la Comunidad Europea felicitó al ministro por apoyar el cine nacional, porque tenemos un fondo de Suiza, pero ese apoyo de Bolivia nunca se materializó. El Ministerio de Cultura gasta muchísimo dinero en estupideces como el Rally Dakar, porque dicen que eso trae turistas. El año pasado creo que gastaron fortunas en el aniversario del Che Guevara. Pero no nos han dado ninguna respuesta acerca de ese fondo.

>>Averno, de Marcos Loayza. Con Paolo Vargas y Leonel Fransezze. Bolivia/Uruguay, 2018. Hoy y mañana a las 21.00 en la Sala B del Auditorio Nelly Goitiño (18 de Julio 930 y Río Branco). Entrada: $ 200. Descuento de 50% para estudiantes de cine y comunicación audiovisual. Descuentos para socios de Cinemateca y Asoprod y cupos para Socio Espectacular. Entradas en venta en boletería de la sala y Tickantel.