Todo es tan inflamable (2006) fue el último disco de No Te Va Gustar (NTVG) en el que Mateo Moreno, uno de los fundadores del grupo, participó como bajista, compositor y afines. Luego emprendió una carrera como solista con la que parió tres álbumes: Auto (2008), Calma (2010) y Meridiano (2015). Moreno se presentará hoy a las 20.00 en el Auditorio Nelly Goitiño, junto con Martín Ibarburu (batería), Pedro Alemany (guitarra), Hernán Peyrou (teclados) y Federico Blois (percusión). Las entradas se consiguen por Tickantel y van de $ 350 a $ 450. Hay 2x1 para suscriptores de la diaria.

Te voy a confesar que esperaba hablar de “Cielo de un solo color” más adelante, pero cuando me pasaron tu gacetilla de prensa, vi que lo primero que dice es que sos autor de esa canción, y que fue elegida por Billboard como “la mejor canción del Mundial”. ¿Qué pasó con ese tema?

Es una canción que en un momento no se quería, y yo luché para que quedara. Fue hecha en la época en que se iban todos nuestros amigos, de nuestras edades –tengo 40 años–, en 2002. Hicimos una canción con tintes futboleros, pero en realidad estábamos hablando de la cuestión política, por todos nuestros contemporáneos que se iban a ir a Barcelona, Australia, etcétera: “Cuantas lunas que se van / y nosotros esperando / que despierte el corazón, / que parece estar quebrado”. La primera estrofa es del Chamaco [Pablo Abdala, ex baterista y fundador del grupo]. Cuando uno hace una canción está la composición, que se refiere a la música, y la autoría, que se refiere a la letra. Con Emiliano [Brancciari] tenemos el 50 y 50 de la música, y el Chamaco tiene 10% de la autoría. Y la canción fue agarrada en el Mundial de Sudáfrica por el mainstream de los medios. Yo sabía que iba a ser como un caballito de batalla cada vez que viniera un Mundial o una Copa América. Y en Rusia, no sé si fue la organización o la FIFA que llamó a que cada selección eligiera una canción que los representara, y fue un orgullo que los jugadores de la selección de Uruguay, de la que soy fanático, eligieran la canción de la que fui parte.

¿Por momentos no te llegó a saturar tu propio tema?

Y... sí, un poco sí. Pero, a su vez, creo que una canción como esta, que tiene una función social, fue adquirida por la misma sociedad –porque hay millones de bandas y músicos que han hecho canciones de fútbol o para la selección, y podrían haber agarrado otra–. Muchas veces, la escucho y me parece que nunca la hubiera tocado o grabado. Es raro.

Como que se te fue de las manos.

Claro, ya tiene vida propia. Pasó de ser un adolescente a un señor, que viaja por el mundo y tiene personalidad propia.

¿Por qué insististe en grabarla?

Porque fue un tema que se hizo por encargo de una marca reconocida de cerveza, y cuando la hicimos no les gustó. Agarraron una que había hecho Gonzalo Moreira, de Rumbo, porque era de otro estilo [“Nací celeste”].

Entonces, ¿Pilsen les mandó a hacer una canción?

Sí, a ver si queríamos, con tintes futboleros para la selección. Fue la primera canción que hicimos por encargo, pero nosotros le metimos ese back abajo. Y a Pilsen no le gustó, porque si pensás, en esa época [2004], esos cortes por contexto, que es como seudomurga, y después pasa a rock, no era tan comunes. Se estaba desarrollando toda esa cosa. Había sucedido, había dejado de suceder, y estaba volviendo. Era un estilo más Mano Negra y de otra cantidad de cosas que estábamos curtiendo.

¿Fuiste al famoso toque de Mano Negra en 1992 en la Estación Central de AFE? ¿Sos uno de los que quedó pinchado?

Sí, y sí. Después, cuando planificamos NTVG, lo hicimos un poco en base a lo que nos reflejó. Tuvo que venir un francés para mostrarnos el poder que tenía el rock mezclado con ritmos latinos. Para muchos músicos fue lo peor que nos pasó, y para otros fue lo mejor. “Rock latino” le decíamos en ese momento, que ahora es un nombre espantoso...

Estás radicado en Buenos Aires: ¿qué te llevó allá?

Me fui a vivir con la que era mi mujer en ese momento. Allá nos separamos. Ella es argentina y tengo una nena de nueve años, que se llama Mía, y quería estar cerca de mi niña; eso fue lo primero. Además allá había salido mi último disco, Meridiano [2015] –mediante el sello Barca–, que ya cumplió todo un ciclo: toqué pila, hice de todo, y también quería producir. Justo estaba Julio Berta, un gran ingeniero, a quien conocí en el primer disco de NTVG, y él estaba asentado allá hace tiempo, viviendo en Cañuelas, trabajando en el estudio que era de Fito Páez, Romaphonic; entonces estamos laburando ahí. Aparte, tengo una banda allá, he tocado bastante, doy clases, y estoy con mi hija.

Tu último disco fue Meridiano. ¿Estás trabajando en algo nuevo?

Se retrasó un poquito, como siempre, por cuestiones naturales. Tengo casi 50 temas compuestos, de como tres álter egos diferentes que tengo: el cantautor, que hace canciones, el tradicional uruguayo, y otro de bajista, y otro más de bajista pirotécnico. No sé si voy a sacar tres trabajos independientes, con un hilo conductor cada uno, o hacer esos discos tan heterogéneos que vengo haciendo. Pero como los puedo hacer yo, me ahorro al productor artístico y una cantidad de cosas.

Hace diez años arrancaste tu carrera solista, con Auto. ¿Cómo te sentís ahora como músico?

Siento que estoy más maduro en muchísimas cosas, gracias a tocar tanto en vivo como en formato solista, y no como acompañante de Martín Buscaglia o NTVG, y a haber girado tanto. Se está abriendo una cantidad de posibilidades. El [programa] Autores en vivo me abrió puertas en toda Argentina, porque se ve muchísimo.

¿Nunca te arrepentiste de haberte ido de NTVG?

A veces, cuando tengo muy poca plata [se ríe]. No, sinceramente, creo que me fui en el momento indicado. Obviamente, a veces extraño la dinámica de banda, y a mis amigos, sobre todo a Emiliano y al Chamaco.

¿Musicalmente, ves una diferencia desde que vos y el Chamaco se fueron de la banda?

Sí, claro. Si somos dos insoportables, pesadísimos a nivel estético, obvio que iba a cambiar. Somos medio bravos con el Chama, en el mejor sentido de la palabra; si estamos nos hacemos notar. Pero creo que hoy [la banda] es muy coherente con lo que Emi quiere hacer; eso me parece valiosísimo. Emiliano es muy asertivo con las canciones. Ya tiene mucho entrenamiento de hacer canciones, ya sabe cómo van a ser tocadas, visualiza toda la foto. Tiene capacidad para escribir temas con el lenguaje cotidiano, que todo el mundo entiende, con alta previsibilidad y radiabilidad. Sabe que va funcionar lo que hace, te guste o no, más allá del análisis. Y ya tienen una cuestión de inercia también, obviamente, porque cuentan con un backup de fans que, hagan lo que hagan, siempre los van a apoyar. Salvo que se vayan al carajo.

Adelantame algo de lo que se viene de tu música.

El disco con seguridad se va a llamar Nómada, porque estoy en un momento muy de acá para allá. En Buenos Aires me mudé mil veces y curtí todo lo que curtí, con otra dinámica; me maduró muchísimo. Porque Uruguay te mantiene en un cocoon que es lindísimo y lo extraño, pero a veces que no te pase nada te coarta el crecimiento.

De hecho, NTVG sigue siendo la banda más convocante en este país, como era cuando vos te fuiste.

Exactamente, no pasó nada en Uruguay [se ríe].

¿Cómo ves la música nueva de acá?

Hay una movida linda y muy interesante, que me gusta mucho, que es como volver a las raíces del country pero versión de acá, con algún tinte, muy delicado, estilo Belle and Sebastian, más indie. El indie ha dejado de ser una cosa de chetos de La Ronda con discos de vinilo y pasó a ser más popular, que es lo que se necesitaba para que generen otras cosas. Y, a su vez, hay como una revalorización de lo de antes. Está volviendo un poco la movida de Mano Negra, pero me impresiona y también me da un poco de asco, porque otra vez volver al mismo problema neoliberal... Otra vez todo lo mismo y la misma música. Va a venir otro “Cielo de un solo color” porque se va a ir la gente del país, y porque dicen que en las crisis nacen los grandes artistas, ya que la gente quiere dejar de bailar y que alguien le diga lo que le está pasando. Yo la veo medio mal a Latinoamérica, y hay estilos que son más contestatarios que otros.

En Argentina ahora llena estadios La Beriso, que es una copia de Callejeros, que a su vez era una copia de los Redondos.

Sí, es espantoso el reciclaje. Yo siempre pienso que si [Andrés] Calamaro, el Indio [Solari], Charly [García] y [Gustavo] Cerati –si estuviera vivo– escucharan la radio, se cortan... Son todos hijos de ellos. “Estoy pensando dónde estás, / y viviendo el momento / nah nah nah”... Son todas canciones así. Son calamaritos, calamarenses, calamarotes... Ese el problema: no sólo no hay estilos nuevos sino que tampoco hay voces nuevas, porque imitan a uno o a otro.

Capaz que realmente no hay voces nuevas.

Creo que la cantidad de información que hay contamina para que puedas aislarte y generar tu voz, porque estás todo el tiempo condicionado. Las nuevas generaciones... Yo no nací pajeando en Instagram, pero hacé el ejercicio de que hubieras tenido Instagram desde los diez años, con esa sed de estar a la altura y actualizado: eso genera un trastorno de personalidad, una diferencia de comunicación que antes no teníamos. Me parece que estamos todos viendo qué está pasando, a nivel de las discográficas, de todo.

Hace dos o tres años parecía que la cumbia cheta arrasaba con todo, y ahora bajó.

Ahora está el reguetón, por ejemplo, que no tiene nada que ver con nosotros. Mi hija me decía que en esa música parece que están todos aceitados todo el tiempo. Y además es una cosa foránea. Si lo pienso a nivel de socialista musical, te diría que prefiero que estén Ráfaga, Gilda y el cuartetazo, y acá la cumbia del Fata [Delgado], a que estén estos otros, porque son de afuera y la guita se la ganan ellos.

¿Cuando hicieron temas murgueros con NTVG, como “Clara”, fue por una cuestión de seguir la raíces uruguayas o porque les gustaba y listo?

Nos gustaba, y aparte Emiliano y el Chama salían en La Mojigata, entonces eso estaba ahí. Además, nos encantaba ir a ver a Jaime Roos, que tenía una bandaza en ese momento y era impresionante. Queríamos copiarlo, en el mejor sentido.

Me decías que estabas dando clases. ¿Con qué tipo de alumnos te topás?

Generalmente no agarro niños, porque no tengo paciencia. Además, el padre está en la puerta mirándome a ver si me drogo o no. Dejan al hijo de 15 años: “¿Y vos fumás porro? Porque los uruguayos”... Parece que somos hippies y fumamos porro.

Ah, claro, porque en Argentina no fuman...

Fuman el paraguayo ese, horrible.