Los servicios de streaming son las nuevas canchas de pádel. ¿No entienden de lo que hablo? Malditos jóvenes. Los servicios de streaming son los nuevos cibercafés. Los nuevos couriers que te traen productos de Amazon a través de Miami. Tirás una piedra al aire y le va a caer arriba a alguna empresa de comunicaciones que ofrece programación televisiva por internet y promete aumentar la inversión en producción original.
Netflix continúa siendo el líder indiscutido, y dicen que si pasás por la puerta de sus oficinas con un micrófono en la mano te producen un especial de comedia. HBO GO es más caro, pero su catálogo incluye algunas de las mejores series de los últimos tiempos, de esas que dieron el puntapié inicial de esta “era dorada de la televisión”. Prime Video sale más barato, tiene poco, no sé por qué lo sigo pagando. Hay variantes locales, regionales y también de las que te obligan a aprender palabras como “IP” o “VPN”. Y después está Claro Video.
Este servicio tiene sus ventajas, especialmente para mí; si sos cliente de telefonía celular con contrato, es gratuito. A eso se le suma un coqueto aparatito, similar al Box de Fire TV, que permite interactuar directamente con la tele utilizando un control remoto. ¿Y la programación? Gracias por autopreguntarme.
Su catálogo es amplio, aunque no se destaque por las “buenas series recientes”. Tenés series recientes y tenés series buenas. Mi viejo diría que no esperes escuchar a (Enrico) Caruso por dos pesos. O por un contrato de telefonía celular. Pero hay algunos hallazgos, como la última versión de Cosmos, que estuvo disponible en Netflix hasta que dejó de estarlo. En cuanto a las películas, lo más interesante es la posibilidad de “alquilar” algunos títulos que acaban de salir del cine o que nunca pasaron por la cartelera.
Desde 2016, la empresa se interesó en contar con series originales, como El torito, La hermandad o Hijos de su madre. Y hace unas pocas semanas estrenó la primera temporada de El Rey del Valle, con una propuesta que en principio sonaba interesante.
Esta coproducción de Claro Video y Sony Pictures Television aprovechó el furor de las ficciones acerca del mundo del narcotráfico; de Narcos a El Patrón del Mal, de La Reina del Sur a Dueños del Paraíso, para contar la historia de dos fanáticos de esta clase de series, que un día intentan trasladar sus conocimientos a la vida real para hacerse de unos pesos (mexicanos).
Así conocemos a Luis Miguel del Valle (Osvaldo Benavides) y su mejor amigo, José Edgar “Joed” Contreras (Daniel Tovar). A Osvaldo quizá no lo reconozcan porque ha crecido, pero hace más de 20 años supo ser Nandito en la telenovela María, la del barrio y protagonizar, junto con Itatí Cantoral, una de las escenas más memorables de toda la historia. Internet se encargó de compartirla, remixarla y transformarla en meme, bajo el título de “Maldita lisiada”. Si no saben de lo que estoy hablando, por favor búsquenla en Youtube. De nada.
¿Ya está? Sigamos. Luis Miguel y Joed son dos mexicanos chetos, de familia acomodada, que vieron cómo su último emprendimiento fracasó estrepitosamente y buscan una nueva forma de vida, presionados por variadas circunstancias de su entorno. La presencia constante de “patrones” y “reinas” en la tele los lleva a considerar esa alternativa laboral, por más que ellos no sean particularmente adeptos al trabajo duro ni tengan la capacidad de tomar buenas decisiones.
Es importante señalar que la estética de la serie parece acompañar la verdadera vocación de estos dos chingados: trabajar en una agencia de publicidad. La edición, la sonorización y hasta el uso de numerosos hashtags en la pantalla remiten más a la última pieza de una marca de chicles que a una comedia. Pero eso, en todo caso, puede ser recibido por el espectador como una pequeña muestra de originalidad.
Superado el shock de enfrentarse a creativos contando las aventuras de dos colegas, El Rey del Valle comienza a un ritmo frenético, dejando a los protagonistas a punto de convertirse en traficantes en cuestión de unos minutos. Entonces llegará el segundo shock.
No se trata de una verdadera sátira, y el supuesto conocimiento del rubro de Luis Miguel y Joed muy pocas veces entrará en juego. Más allá de pequeños guiños, lo que estamos viendo es otra telenovela de narcos, esta vez con un tono más jocoso.
El uso de la palabra “telenovela” no es caprichoso. Además de la trama principal, acerca de dos tipos que quieren ganarse la vida llevando cocaína de Colombia a Estados Unidos pasando por México, habrá embarazos de paternidad dudosa, amores de infancia no correspondidos, traiciones y hasta el niño pequeño que podría quedarse ciego si no aparece el dinero de la operación. Como en El cine de Cantinflas (que si no lo reponen en los canales uruguayos este mes, lo harán el mes que viene).
Esto se hace más notorio con el correr de los episodios, en los que personajes de Colombia y de México terminan en la misma ciudad, protagonizando escenas de jóvenes (lindas) que no quieren continuar con el negocio familiar (las drogas) y en realidad buscan el amor de otros jóvenes (bellos) que las rechazan porque el padre de ellas lo pone como condición para continuar los negocios (de drogas).
El resultado final es un híbrido no muy atractivo, ya que los amantes del melodrama podrían verse espantados ante los chistes escatológicos, y a los seguidores de la narcoficción no les interesará saber de quién es el hijo que espera la instructora de baile. Para peor, los 13 episodios no cuentan una historia completa, sino que cortan la acción a la espera de la segunda temporada.
Sin embargo, es menester rescatar los puntos positivos, como la saludable falta de moralina o algunos momentos de comedia, ya sea entre los dos protagonistas o con la presencia de algún secundario destacable. Nos permite hacernos una idea de la clase de ficción que se produce en América Latina, y es buena compañía para tener de fondo si uno está haciendo alguna actividad que no sea muy absorbente.
Pero sobre todo, El Rey del Valle nos da la posibilidad de actualizar nuestro vocabulario mexicano, atorado en la era del mencionado Mario Moreno o el mismísimo Roberto Gómez Bolaños. Los mexicanos de ahora ya no hablan como el Chavo del Ocho. Neta.