En su momento habrá sido paradójico, pero hoy el punk tiene clásicos, o sea, canciones que abrieron una manera de escuchar, de percibir, de pensar, y que siguen siendo igual de disruptivas que cuando aparecieron. Una de ellas es “Holiday in Cambodia”, que los californianos Dead Kennedys lanzaron en 1980.
El clima extraño, la melodía extravagante y atrayente, el estribillo pegadizo pero incómodo, la letra desafiante (habla de vacacionar en una de las zonas del planeta entonces más afectadas por la guerra y el autoritarismo): todo confunde y entusiasma.
Gran parte del atractivo de esa y de otras canciones de la banda tenían que ver con lo puramente sonoro, y en eso se destaca el trabajo del bajista Karl Flouride y, especialmente del guitarrista East Bay Ray. Gracias a su viejo pedal Echoplex, y a su curiosidad por estilos tradicionales, como el surf, el rockabilly y luego el jazz, East Bay Ray encontró texturas y registros que hasta entonces el joven punk rock –la discusión sobre su origen es larga, pero cabe anotar que los Kennedys surgieron tras la estela de los Sex Pistols– no conocía.
En todo caso, si podemos hablar de un top de guitarristas dentro de un estilo que no privilegia la prolijidad o la técnica, pero sí la originalidad y la imaginación, East Bay Ray (nacido Raymond Pepperel) está entre los primeros cinco de la mayoría de las listas, y su influencia fue palpable durante mucho tiempo (cuánto de sus chirridos se habrán colado en varias canciones de Los Estómagos).
Por supuesto, otro ingrediente fundamental para el despegue de los Kennedys fueron las letras y el despliegue vocal de su cantante, Jello Biafra, cabeza política de una banda que se presentó al mundo en 1979 con un himno como “California Über Alles” y que pergeñó consignas como “Kill the Poor” (matar a los pobres, pero en forma irónica, cómo el manifiesto “Una modesta proposición”, de Jonathan Swift) y “Nazi Punks Fuck Off”.
Juntos, los Kennedys produjeron cuatro discos fundamentales para la militancia anti Reagan, en los que avanzaron simultáneamente hacia el jazz hablado y hacia esa variante ultraveloz del punk que se llamó hardcore y arrasó en la escena independiente durante un buen tiempo.
Lamentablemente, en 1986 Biafra y el resto de la banda se pelearon por temas económicos, con mala onda verbal y judicial incluida. En el cambio de siglo, los otros Dead Kennedys (East Bay Ray, Flouride y el también histórico DH Peligro, baterista desde el tercer mes de la banda) recuperaron el derecho de uso del nombre de la banda y salieron a girar por el mundo, aunque sin producir nuevos discos.
Son esos los Kennedys que llegan mañana a Montevideo, más un cantante, Ron Greer, que afortunadamente no intenta imitar la vocalización de Biafra ni sus espasmódicos movimientos escénicos y se limita ayudar al público a repasar las letras de los temas. Será una oportunidad única de ver a gran parte de una de las bandas más corrosivas de finales del siglo XX.
Dead Kennedys y los uruguayos The Moors en Montevideo Music Box (Larrañaga 3195) mañana a las 20.00. Generales a $ 1.560, platea a $ 2.160.