Para concebir Rabbit Hole, David Lindsay-Abaire (Boston, 1969) se inspiró en una frase que le dijo una profesora en la academia Julliard: “Escribí sobre lo que te dé más miedo”. Ese consejo resonaba sin sentido cuando se enfrentaba a la página en blanco; hasta que fue padre. Por ese drama, sobre cómo se recompone una familia, obtuvo el prestigioso Pulitzer en 2007, además de varias nominaciones a los Tony.

En la premiación de ese año, la que se llevó una estatuilla fue Cynthia Nixon (la recordada Miranda de la serie Sex & the City), que lideraba el elenco. Parece que rinde ponerse a las órdenes de los personajes de Lindsay-Abaire: por su papel en Good People, que se estrenó en 2011, Frances McDormand también ganó un Tony.

Hay que decir que, aparte de escribir sufridos protagónicos femeninos, el autor tiene práctica con comedias absurdas y es responsable de los libretos para los musicales de Alta fidelidad y de Shrek que llegaron a Broadway. Pero Rabbit Hole lo hizo famoso al punto de que en 2010 la adaptó al cine, para una producción dirigida por John Cameron Mitchell, que Nicole Kidman se puso al hombro como productora y actriz principal.

Este fin de semana Rabbit Hole llega a los escenarios locales, bajo la dirección de Daniel Romano y titulada El laberinto, en traducción y versión de las hermanas Isabel y Alicia Garateguy, con esta última además integrando el elenco. Es la actriz quien responde algunas claves de esta puesta en escena.

¿Se podría decir que empezaste a aprender la letra a medida que la ibas traduciendo?

Traduzco desde que en 1998 trabajé sobre Rencor, de John Osborne, que también dirigí, en El Galpón. Lo que pude entender al traducir fue el sentido, el estilo, las intenciones del autor. Pero la letra en esta obra es la más difícil de aprender desde que empecé a estudiar teatro, a los 17 años. Es un juego de ajedrez donde una movida errada puede llevarnos dos páginas hacia adelante o morir en un loop insalvable. Cada función debe ser una partida de extrema concentración y comunicación con el otro.

Venís de hacer un monólogo exigente de Rafael Spregelburd el año pasado.¿Te serena el trabajo en grupo?

Me abriga, pero para mí es mucho más fácil preparar un monólogo que una obra en la que todos somos protagonistas. El volumen de variables a combinar de mil maneras es tan agotador como fascinante. No está aquí el miedo a la soledad extrema, pero hay otros muchos miedos, porque esta obra merece ser la pieza de relojería que el autor diseñó.

¿Cómo encarás un papel cuyo antecedente inmediato es Nicole Kidman?

Me gusta mucho su trabajo en general. Lo que hizo con Lars von Trier en Dogville es inmenso y tan distinto a sus trabajos en Lion o Las horas, todos tan buenos... pero creo que mi encare del personaje es menos contenido y más abierto al proceso de sanación que el que ella planteó en la película.

¿Se logra más intimidad con el primer plano o con el famoso convivio teatral?

Creo que la obra es mucho mejor que la película. ¡Fue la obra la que ganó el Pulitzer! La película fue lo que el director decidió hacer con una pieza que es redonda, perfecta, y el resultado va en gustos. Además es tal cual: gana con la cercanía de público y actores y la maravilla que se logró en los rubros técnicos. Los espectadores van a vivir todo esto con nosotros, en tiempo real.

¿Salís entonces de una farsa para sumergirte en el drama?

La extravagancia era farsesca, sí, absurda y llena de humor negro. Hubo quienes la amaron y quienes sintieron que no la estaban entendiendo, y creo que esa era una de las intenciones de su autor: la libre interpretación. Pero aquí ocurre lo opuesto; es una obra que cierra por todos lados, que refiere de alguna manera a vivencias que todos hemos tenido o conocido, que cuenta desde el naturalismo una historia de la vida real. Ojalá el público se conmueva, se ría y se vaya agradecido, como nos pasa a nosotros cada vez que nos metemos en su laberinto.

El laberinto: sábados a las 21.00 y domingos 19.30 en Teatro Alianza (Paraguay 1217). Con Alicia Garateguy, Sebastián Serantes, Cecilia Baranda (teatro Circular), Mariela Maggioli, Franco Balestrino Centeno.