Con el avance de las telecomunicaciones, el problema para los guionistas se ha vuelto evidente. Tanto en thrillers, policiales o –sobre todo– películas de terror, los personajes deberían verse aislados, incomunicados, imposibilitados de pedir ayuda exterior ante la amenaza o peligro que los acecha para mejor funcionalidad de la trama. Pero con los celulares a la orden del día, la idea de que haya alguien imposibilitado de pedir ayuda se torna cada vez más inverosímil, y las “explicaciones” para esa situación –señal que mágicamente desaparece, celulares que se rompen o se pierden o que por alguna razón son alejados de los protagonistas– suenan cada vez más peregrinas.

Zone Blanche soluciona de un tris este problema utilizando una explicación posible, real y geográfica: la historia se ambienta en una cerrada zona boscosa –y amplia: más de 200 kilómetros cuadrados– donde, por actividad geomagnética, las señales de celular, radio o GPS fallan regularmente. Con esto explicado ya desde su mismo título –en nuestro país definimos la situación según el nomenclator anglosajón: black spot– es que se presenta esta historia, para la que, ya sabemos, no habrá repentina ayuda del exterior.

La serie se ambienta en el ficticio pueblito de Villefranche, al que acude el asistente del fiscal de Distrito Franck Siriani (el magnífico Laurent Capelluto, uno de los mejores actores de la serie) alertado porque la tasa de muertes en el lugar es de seis veces la de cualquier otro punto del país. Si tenemos en cuenta que en apenas los ocho primeros episodios –que componen su primera temporada– mueren alrededor de 16 personas más, podemos concluir que vivir en Villefranche es un deporte de alto riesgo.

Siriani pronto conoce las reducidas fuerzas del orden del lugar, quienes serán a la postre nuestro elenco protagonista. Primero, la sargento Laurène Weiss (Suliane Brahim), una lugareña, con su propio pasado oscuro vinculado a un hecho violento ocurrido, obviamente, en el bosque que es el centro y de todo y que le costará un par de dedos, y que la obsesiona hasta hoy.

También están Osito Ferrandis (Hubert Delattre, otro que se destaca), mano derecha de la anterior y principal interlocutora; Louis Hermann (Renaud Rutten, el Martin Freeman francés), el policía veterano y experiente del equipo; y Camille Laugier (Tiphaine Daviot), la novata que todavía no se recibió como gendarme. Juntos –y apoyados en muchas ocasiones en el recién llegado fiscal– son los encargados de solucionar los muchos problemas que un pueblo tan pequeño parece tener día a día.

La serie –creada por Mathieu Missoffe– se inspira en un formato algo curioso para la actualidad televisiva. Si bien cuenta un gran caso a lo largo de toda su historia –hay una chica desaparecida, hija del alcalde y mayor empresario local, cuya desaparición la sargento cree que está vinculada de alguna manera a lo que le pasó a ella misma 20 años atrás– se mantiene un formato monster of the week –a la usanza de Los archivos X– que se soluciona episodio a episodio.

Esto conspira en ocasiones contra la verosimilitud –¿cuántas cosas pueden pasar en un lugar tan pequeño?– y obliga a la serie a dejar algunos aspectos en la penumbra. Por ejemplo, cuán grande o pequeño es en verdad el pueblo, cuántos habitantes tiene, cómo es posible que en un lugar con tan sólo cuatro policías haya tanta gente que no se conoce hasta encontrarse por primera vez en un episodio.

Más allá de estos detalles, Zone Blanche logra apasionar, con su deriva entre thriller de horror ecológico de dioses paganos y procedimiento policial clásico. De alguna manera, la serie remite a un formato de thriller francés de suspenso muy popular a fines del siglo XX, que se pusiera de moda gracias Los ríos de color púrpura, aquel exitazo de Mathieu Kassovitz con Jean Reno y Vincent Cassell, y que luego se repitiera hasta arruinarse

Además, la serie desarrolla con total contundencia un aprovechamiento perfecto de su locación geográfica y un desarrollo muy interesante de sus personajes (que presenta tan queribles como falibles, lo que es todo un hallazgo), una muy buena historia que se continúa, por el momento, a lo largo de las dos temporadas que ya están disponibles en Netflix.

En parte, el noir se mantiene de moda en la televisión hoy día gracias a que distintas nacionalidades buscan tener su caballito de batalla. Quizás por eso, Netflix parece un catálogo de compras de la Unión Europea: River y Collateral por Reino Unido, 1983 por Polonia, Dogs of Berlin por Alemania; hasta Islandia tiene representación con la magnífica Trapped. En ese panorama, la franco-belga Zone Blanche se ofrece como una muy buena opción.