Es bastante común en la construcción de universos alternativos, sea en el marco de un juego de rol, de una novela o de una serie de televisión, que algunos autores se pierdan en esa primera instancia creativa, la de pensar desde cero una mitología completa, la historia milenaria de alguna civilización o cosas tan mundanas como lo que comen los protagonistas para sobrevivir. Cuando esto ocurre, cuando el acto arquitectónico, histórico, gastronómico termina dejando en un segundo o tercer plano a la historia, estos universos tienden al fracaso.
Confieso que temí que algo así ocurriera al enfrentarme a los avances de Carnival Row, flamante serie de Prime Video que imagina un mundo que nos recuerda a los primeros años del siglo pasado, en el que los seres humanos conviven con toda clase de especies fantásticas, que incluyen hadas, centauros, faunos y hombres lobo.
Resulta –de esto nos iremos enterando al comienzo– que hace un tiempo las fuerzas del Pacto (de quien sabemos poco y nada) conquistaron el territorio de los bichos anteriormente nombrados. El Burgo, una suerte de Reino Unido carnavalero, ayudó a estas criaturas a luchar por lo suyo, y cuando la alianza fracasó les permitieron vivir como refugiados en la ciudad; anoten la palabra “refugiados”, porque será clave para lo que vendrá a continuación.
El mundo creado por Travis Beacham y René Echevarría está pensado hasta los más pequeños detalles, como el Mártir (el Jesús carnavalero, que no murió crucificado sino ahorcado) o un calendario completamente original. Todo esto sería en vano si no hubiera algo que contar, y sin descubrir la pólvora la serie se encarga de que nos interesen sus protagonistas y lo que les ocurre.
Ella y él
Como sucede desde que la televisión entró en su más reciente edad de oro, al frente de la serie tenemos a dos caras conocidas de la gran pantalla: Orlando Bloom (Legolas en la trilogía de El señor de los anillos) como Philo, el inspector de policía con un corazón de oro, y Cara Delevingne (Laureline en Valerian, película que zafa gracias a ella) como Vignette, el hada que acaba de llegar a la gran ciudad.
Ambos tuvieron una historia de amor durante el enfrentamiento bélico, que no terminó de la mejor manera, e intentarán reconectarse en el marco de una serie de asesinatos bastante truculentos, intrigas políticas y una xenofobia que por momentos sale del televisor y te agarra de la solapa al grito de “¡Esto está pasando en el mundo real!”.
¿Se acuerdan de la palabra “refugiados”? Les pedí que la anotaran, espero que hayan hecho caso. Pues bien, el gran tema que sobrevuela los ocho episodios de Carnival Row es la relación de los burgueses (¡ja!) con un montón de personas que huyeron de sus terribles opresores para vivir como ciudadanos de segunda. Incluso así, confinados en barrios pobres, realizando las tareas rechazadas por los humanos y haciendo la suya al mejor estilo de Fido Dido, son constantes víctimas de la brutalidad policíaca, el desprecio generalizado y todas esas variantes del “odio al distinto” que tan bien conocemos. No me hagan agarrarlos de la solapa.
¿Qué tramas?
Una impecable producción permite seguir a los dos antiguos amantes, pero también a otro puñado de actores (en el sentido más amplio) que irá dotando a El Burgo de vida propia, más allá de que siempre se repitan las mismas locaciones.
Con personajes que intersecan diferentes tramas, conoceremos la historia del primer fauno que se muda a un coqueto barrio como propietario y ofende con su sola presencia a una familia que no atraviesa su mejor momento en lo económico.
El poder político también ocupará una buena porción de la historia, con dos partidos enfrentados por su posición acerca de los inmigrantes y una figura central (el enorme Jared Harris, que viene de romperla en The Terror y Chernobyl) que no tendrá paz en toda esta temporada.
También seguiremos los pasos de un grupo de hadas forajidas que levantan quiniela clandestina, una barra de faunos extremistas y una fuerza policial en la que conviven mentes más y menos estrechas.
En todos los casos las actuaciones estarán a la altura de las circunstancias, con performances como la de Tamzin Merchant, quien supo ser Daenerys Targaryen en el piloto fallido de Juego de tronos y ahora es una dama de la alta sociedad que irá derribando algunos de sus prejuicios.
El elemento presente desde el comienzo hasta el cierre será el de las investigaciones casi detectivescas, que poco a poco irán revelando un secreto que involucra a más de uno de los integrantes del elenco. Y si bien por momentos parece que estuviéramos ante otro caso de “el elegido”, hay suficientes giros dramáticos como para zafar del cliché.
Sólo para adultos
La serie no les huye a los encuentros sexuales, que son filmados en esa forma “reveladora” que solamente muestra senos femeninos y nalgas de todo tipo. El otro elemento no recomendado para pequeñines es la constante presencia de intestinos colgando fuera de sus antiguos propietarios. En Burgo si te matan, te carnean.
El resultado final es recomendable, siempre dentro del tsunami de producciones televisivas que cada semana amenaza con inundar nuestros servicios de streaming. En algún momento el ritmo se enlentece un pelín, pero el carácter episódico de cada entrega hace que pueda disfrutarse sin el casi obligatorio atracón.
Para cuando termine el octavo capítulo, el mundo carnavalero jamás volverá a ser el mismo. Y esta no es una promesa vacía, como cada vez que Marvel Comics anuncia un megacrossover, sino que el cierre nos deja enganchados para una segunda temporada (ya confirmada) de la que poco podemos aventurar.
Mientras tanto, podemos hacer más corta la espera con un par de cómics digitales que originalmente la plataforma ComiXology ofreció en forma gratuita y ahora se pueden conseguir a un dólar cada uno. From the Dark y Sparrowhawk llenan algunos espacios de la vida de Philo y Vignette, respectivamente, aunque el resultado final sea flojo, en especial si tuvimos que pagar por ellos.