En el marco de los ya clásicos espectáculos que brinda el club de jazz y restaurante Medio y Medio (Punta Ballena), jueves y viernes a las 22.30 se presentará la cantante de tango Francis Andreu, que todavía sigue moviéndose por el envión de su último disco, editado a fines de 2018, en el que versiona clásicos —y no tanto— de Jaime Roos, con enfoque tanguero y milonguero. De todas formas, el espectáculo que se mandará en Medio y Medio —con entradas disponibles por RedUts— será solo de “tango, tango”, según contó en esta entrevista con la diaria.

Ya te presentaste varias veces en Medio y Medio. ¿Qué te dejó esa experiencia?

El lugar es maravilloso y el escenario también. El público que asiste realmente va a escuchar música, y es una cosa muy fina, aunque la palabra es horrible. Todo está muy pensado para que el artista suene bien y esté cómodo. Por eso la gente va y queda re copada. Aparte, tengo el plus de que el año pasado, cuando estrené Francis canta Jaime Roos, Jaime eligió Medio y Medio para ir a verme, y ahora es un lugar al que le agarré un amor impresionante porque ahí sucedió lo mejor de mi vida.

¿Cómo viviste la repercusión que tuvo tu disco de canciones de Jaime? Ganó un premio Graffiti como mejor disco de tango.

Divino, nunca imaginé que fuera a gustar tanto. Jaime llegó a decirme “gracias por volver a darles vida a mis canciones, estoy redescubriendo mis letras”. Eso es fuerte. Porque una cosa es que me lo comente alguien que es fan de su música, pero que el propio compositor me diga una cosa así es impresionante. O sea que fue un éxito por todos lados. Porque cumplí con él, que era lo que más me interesaba, que se sintiera mimado, respetado y que le gustaran todas las canciones, y la gente lo recibió con tremendo amor. Igual, soy una convencida de que, como la gente me quiere y es linda conmigo, encare el proyecto que encare siempre me van a acompañar, porque me conocen desde que soy chiquita. No sé cuál es la magia pero me quieren.

¿Decís que cualquier cosa que hagas les va a gustar a quienes te siguen?

Creo que tengo un público muy fiel que se suma en las cosas que me propongo. Obviamente, siempre hay alguien a quien no le va a gustar. No me llegó ningún comentario negativo, pero siempre hay alguien que dice: “Sos tanguera, ¿por qué estás destrozando las canciones de este hombre? Seguí cantando tango, quedate quieta”. Es normal, pero la gente es muy linda conmigo y me acompaña en lo que me proponga. De todos modos, este show en Medio y Medio va a ser de tango, tango, y ya tengo la suerte de haber adquirido varios temas de Jaime que son tan tangueros que los puedo hacer con una viola y un bandoneón.

¿Hay algo nuevo en tu repertorio de tango?

Siempre hago algún tanguito nuevo porque como todas las mañanas sigo escuchando Clarín siempre descubro un tango. Es maravilloso. El fin de semana me fui para afuera, escuché mucho Clarín y descubrí un par de tangos que me partieron el cerebro. Siempre hago lo mismo: escucho el nombre, lo retengo y después lo busco por el Polaco [Roberto Goyeneche]. Si el efecto es piel de gallina, emoción, etcétera, sale. Si no, digo: “No es para mí, capaz que me equivoqué”.

Y si no lo cantó el Polaco, ¿qué hacés?

Me cuesta un montón. Guzmán [Mendaro, guitarrista] dice que son cosas mías, porque canto “Otario que andás penando”, que no lo grabó el Polaco sino Julio Sosa. Pero el referente, el que me da la posta para seguir adelante es el Polaco, es mi intérprete de cabecera. Yo sigo aprendiendo todo el tiempo de él. Cada vez que lo escucho me emociono y descubro cosas nuevas en su interpretación, cómo marca las enes, sus silencios prolongados que calzan justo, hay un montón de cosas. Lo que me está complicando ahora con el tema del repertorio es que hay tangos que ya no se pueden cantar.

¿Por la perspectiva de igualdad de género?

Sí, que en verdad es terrible. A mí me encantaría que la gente entendiera que el tango es un género musical que nos define y nos muestra una época de la historia. Eso pasó entre el 40 y el 60, hay que entenderlo así, que es una cosa del pasado, pero me embola tener problemas. Por ejemplo, hay un tango que me parte el bocho que se llama “Contramarca”, pero no lo hago más. Está en el disco Berretín, del Polaco. Es sobre un loco que la mujer lo engaña, entonces, él le marca la cara con un cuchillo. Eso ya no lo puedo cantar.

¿Pero te ha pasado que alguien se queje?

No me lo dicen en la cara, pero vi una fiebre de mala onda hacia el género por algunos tangos. Es una cosa recontra profunda para hablar, porque también es un género en el que la madre es lo más grande del mundo.

Me quedé pensando en lo de Goyeneche: en tu ranking personal, ¿Gardel está debajo de él?

Es que la musicalidad del Polaco... Yo aprendí todo de él. Escucho a Gardel en Clarín, que me encanta, y no se me pone la piel de gallina ni tengo que parar porque me emociono, pero con el Polaco sí, tengo que parar el auto porque a veces me pongo a llorar. A ese nivel. Eso no me pasa con otro cantor de tango de la historia, ni con los vivos ni con los muertos.

¿Y con otros géneros no te pasa?

Sólo me pasa con el tango y con el Polaco, porque me puedo emocionar, pero... Por ejemplo, yo soy muy amiga de [Gustavo] Cordera. El fin de semana estuve en la casa y me pasó uno de sus temas: me gustó tanto que me generó un montón de cosas, me emocioné, pero no al punto de llorar y de tener que cordonear, fumarme un pucho y decir: “Uf, ¿qué acaba de pasar?”. Son emociones distintas, y eso que con Cordera no soy objetiva porque somos muy amigos, lo adoro.

¿Cómo surgió la amistad con Cordera?

Somos amigos desde hace muchos años porque en una época mi manager, Lea [Ben Sasson], fue mánager de él. Después me fui a vivir a Argentina, en una época de búsqueda de argentinidad, y él me ayudó mucho para que no me maltrataran tanto. Porque en Argentina es como que está todo bien pero no les gusta mucho que seas uruguaya y quizá cantes mejor que un argentino. Tienen eso de: “El tango es nuestro, vos sos uruguaya, ubicate”. Gustavo me aguantó la cabeza cuando yo me sentía como desahuciada y medio humillada. Justo en esa época, él estaba mucho en Buenos Aires y nos hicimos muy amigos. Lo que terminó de rematar nuestra amistad fue que después de lo que dijo y de todo eso que pasó, cuando lo mataban, salí a decir: “Yo lo conozco y no es lo que están diciendo”. Lo acompañé, fui a la casa y quedamos como familia, porque mucha gente le dio la espalda. Cuando sos conocido y te va bien todo el mundo te adula, pero tenés un problema y te das cuenta de que tenés tres amigos. El último disco de él, Entre la cuerdas [2018], es un discazo. En la canción “Ya no quiero castigo” define todo su esquema. Es un tipo muy tanguero y muy fan, me va a ver mucho a todos lados, es como una especie de padre; es conmovedor el vínculo que tengo con él. De hecho, ahora me está enseñando a componer, quiere que empiece a escribir. Tango no, porque el tango ya fue escrito.

¿Por qué tango no?

Por lo que hablábamos hace un rato: el tango fue hecho en una época con un contexto social, económico y cultural al que no vamos a volver. Ponerle lunfardo a un tango hoy es una estupidez porque el lunfardo de ahora es otro, entonces, ya no sería tango. Ya ni siquiera hay músicos para ejecutar ese tipo de cosas, ya no hay un [Aníbal] Troilo que arma una orquesta y un arreglo para un cantor.

¿No es muy conservadora esa postura?

Sí, es horrible. Raúl Castro me escribió un tango [“Encarala”], que me encantó y lo grabé, pero tengo que confesar que no es mi debilidad. A mí me gustaría cantar los tangos que ya no se pueden cantar, los clásicos.

Capaz que escuchar tanto Clarín te está haciendo mal...

Sí, puede ser.

¿Cómo va el proceso de composición?

Estoy laburando más que nada para tratar de que la escritura sea real, de escribir cosas que me pasan, me motivan, me duelen y me hacen llorar. O sea, aprendiendo a expresarme y a desahogarme un poco con la escritura. Luego lo analizamos juntos y vemos qué melodía pide la situación. Esta cocina es muy previa. Después me gustaría que, más allá de Guzmán, mi hermano [Bruno Andreu, guitarrista de Once Tiros] me dé una mano para soltar mi sentido musical desde otro lugar. Porque eso que decís, de que tanto Clarín me hace mal creo que es verdad, entonces, me va a hacer mucho bien empezar a explorarme musicalmente y ver qué me pasa, qué siento con otras melodías y aprender a escribir, que parece que no pero es muy difícil. Y Gustavo es el rey de la escritura, porque tiene un poder de palabra y una sonoridad muy linda. Cordera es Bersuit. Escuchás el último disco de él y la sonoridad es Bersuit en 2000, porque él es el sonido.

¿Te interesa algo de lo que hacen tus colegas tangueras que componen o quedaste clavada en Clarín?

No, no me gustan, pero va más allá de Clarín. Me gusta el tango entre el 40 y el 60, hasta el 70 llego, pero pongo un tango de ahora y no me pasa nada. Capaz que si no se llamara tango, pero si hablamos de tango... Hay buenos tangueros: está La Yunta Trío, que hacen sólo música y la rompen, pero son iguales de conservadores que yo. Musicalmente, usan arreglos y hacen cosas de antes. El tango aggiornado no me va.

Más allá del tango, de adolescente eras fan de Rodrigo, el fallecido cantante argentino de cuarteto. ¿Lo seguís escuchando?

Por supuesto, me tomo dos copas en cualquier festejo y es lo que pongo. Y la plena también, hay cosas que nunca voy a abandonar. El otro día fui a un cumpleaños en el que estaba tocando Denis Elías y casi me muero de la emoción. Rompo la pista, me bailo todo. Salgo un poco de Clarín, eso sin duda.