Pues resulta que otra vez nos toca aprendernos una mitología entera desde cero. El año pasado le dijimos adiós (de mejor o peor manera) a un mundo con dos continentes, decenas de ciudades y cientos de personajes con nombres y apellidos, con secretos y mentiras, con aliados y enemigos. Por suerte hubo solamente tres dragones, como máximo.
¿Creían que nuestro medioevo fantástico se iba a resumir a los programas políticos de Fox News? Claro que no. Es que Netflix agregó una nueva serie para entretener a aquellos televidentes con vocación de guerreros, magos o estrellas de la canción. Y como suele ser más sano dejar de ver noticieros por un ratito, el mundo anda devorando la primera temporada de The Witcher.
Antes de que lo digan ustedes: no hay comparación entre esta ficción y Juego de tronos. Bueno, quizás con las últimas temporadas. La historia pergeñada por George RR Martin y continuada por David Benioff y DB Weiss solía intercalar la sangre y los senos al descubierto con intriga política, diálogos atrapantes y una desmedida crueldad hacia los personajes favoritos del público. Esta historia no.
Esto no es intrínsecamente malo, salvo que uno sólo reserve espacio en su visionado televisivo para “dramas protagonizados por personajes imperfectos que tienen que tomar decisiones imposibles en un marco incómodo”. Pero a veces lo que queremos es ver a Henry Cavill matando gente o tomando un baño. Si sos de esas personas, no se me ocurre una mejor recomendación.
Vamos, pues
Bienvenidos a un continente llamado... El Continente. Eso fue sencillo. Allí habitan diferentes criaturas, a quienes en principio llamaremos Criaturas. Tengan en cuenta que la serie arranca volcando un montón de información sobre nuestras cabezas, pero con el correr de los episodios los melones se irán acomodando en la caja del camión y tendremos un panorama de cómo funcionan las cosas por allí. Eso sí: de ubicaciones geográficas, nada. Aparece un mapa a la pasada, sobre el final de la temporada. Ahí Juego de tronos gana por afano.
Nuestro protagonista se llama Geralt de Rivia y es el brujo de marras. Cavill, quien nunca terminó de ser el Superman que se merecía en el cine, aquí se mete en la piel de un personaje infinitamente más sencillo de construir. Sobre todo si tomamos en cuenta uno de los primeros datos acerca de él y los suyos: “los brujos no sienten nada”.
No es tan así, pero es cierto que sus principales características no son la extroversión, la alegría y las ganas de vivir. Gerald es tosco. Habla poco. Sólo le interesa llegar con vida al día siguiente. ¿Saben qué? Esa clase de personas existe y merecemos igual tratamiento que los demás.
Por suerte, lo que ocurre alrededor de Henry de Rivia es mucho más interesante que lo que pasa dentro de su cabeza. Entre gruñido y gruñido se enfrentará con bandidos, monstruos de toda clase y una que otra mujer fatal. Aunque es importante señalar que en El Continente las mujeres son de armas (y de poderes) tomar.
Insert coin
Di play sin haber leído una sola página de las novelas ni jugado un solo minuto de los videojuegos (ver recuadro). Sin embargo, salvo ese primer episodio que se siente sobrecargado, no tendrán complicaciones para seguir la historia. Viene dividida en tres subtramas, cuya independencia tendrá sentido cuando terminen uniéndose. Por un lado está Yennefer (Anya Chalotra), una hechicera que aprenderá de sacrificios y tendrá su arco de crecimiento del personaje, hasta convertirse en la Irene Adler del brujo. O la Sand Saref, si alguno de ustedes leyó los cómics de The Spirit, algo que deberían hacer.
Por otro lado está la princesa Cirilla (Freya Allan, a quien no me sorprendería empezar a ver seguido en cine y televisión). Esta jovencita, que es bastante mufa en lo que tiene que ver con sus relaciones familiares, está “destinada” a cruzarse con nuestro estoico protagonista.
Finalmente tenemos la subtrama de Gerald y sus increíbles aventuras, algunas puntuales y otras que se arrastrarán durante más de un episodio. Lo que nunca cambiará es su forma de reaccionar a los problemas (diciendo “hmmm”) y la forma en que sus enemigos lo revientan de espalda contra las paredes.
Conoceremos muy poco acerca de este cazador de recompensas con ínfulas de aventurero del Lejano Oeste. Pero lo veremos entrar a los saloons (medievales) en busca de agravios que desfacer y entuertos que enderezar, así como de personas con las que relajarse un rato y, esto es fundamental, tinas en las que sumergirse para beneplácito de la audiencia.
Este no es el último elemento tomado con humor en la serie. Algunos de los mejores momentos llegarán cuando “Geraldo” se cruce con Jaskier, un juglar que se convertirá en el Burro de su Shrek y nos dejará una melodía muy pegadiza que nos dará ganas de darle una moneda al brujo.
Cosas que pasan
El gran cuentito de estos primeros ocho episodios tiene que ver con el destino. No es casual que en un continente entero algunos personajes se crucen tan seguido (aunque en Westeros también solían darse encuentros en cualquier semáforo).
Las historias originales en las que está basada esta temporada son precuelas de la saga principal, por lo que estaríamos ante el trío begins formado por los cabecillas de cada una de las subtramas. De nuevo, al desconocer el rumbo que tomarán los acontecimientos, uno no se siente viendo “otro maldito origen de personas con poderes metahumanos”.
Lo más flojo de esta porción de la historia quizás esté en los villanos, que son misteriosos pero no en el buen sentido. Lo poco que se sabe de ellos no juega a su favor, sino todo lo contrario. Y por momentos el guion quiere hacer malabares con demasiadas pelotas, ya que la subtrama de Gerald intercala monstruos puntuales con momentos de construcción de algo más grande.
Dicho esto, hay bastante con lo que entretenerse, en el sentido menos cínico de la palabra. Hay una escuela de hechiceras que nos recuerda a Harry Potter, un grupo de hechiceros que nos recuerda a una central sindical e incluso una suerte de revisionismo histórico relacionado con los elfos que nos deja con ganas de saber más acerca de lo ocurrido en El Continente en El Pasado. Todo así, con mayúsculas.
Con una dirección mucho más clara para cuando The Witcher regrese en 2021 y el pulso de la aventura más definida, habrá bastante para seguir disfrutando, siempre y cuando nuestro Mundo no reviente en los próximos meses. ¡Crucemos los dedos!
Adaptation
La historia del brujo viene de una serie de historias cortas y novelas publicadas desde los años 80 por el escritor polaco Andrzej Sapkowski. Muchos recién lo estamos conociendo, pero en Polonia Geralt de Rivia ya protagonizó una película y una serie de televisión en 2001 y 2002, respectivamente.
Parte de la fama internacional de esta mitología proviene del mundo de los videojuegos. En el año 2007 la compañía polaca CD Projekt estrenó la primera adaptación, en la que los gamers de todo el mundo podían ponerse en la piel del brujo. Y la gente como yo podía ver a sus amigos gamers poniéndose en la piel de Gerald de Rivia y disfrutar las aventuras sin sufrimiento.
The Witcher 2: Assassins of Kings llegaría en 2011 y The Witcher 3: Wild Hunt, en 2015. Entre los dos primeros se vendieron cerca de ocho millones de copias, hasta la salida de la tercera parte, que pateó los tableros medievales y movió 20 millones de copias. Movió en sentido figurado, ya que cada vez más los videojuegos se compran en forma digital.
Mientras tanto, expertos en eso de calcular cuánta gente mira series en streaming decretaron que las aventuras de Gerald de Netflix ya superaron en popularidad incluso a The Mandalorian. Toma eso, Baby Yoda.
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