Incluso en años más cargados de estrenos que este aciago 2020, esta película hubiera llamado mucho la atención por su elenco. Un verdadero “quién es quién” compuesto por Tom Holland, Robert Pattinson, Bill Skarsgard, Riley Keogh, Jason Clarke, Haley Bennet, Mia Wasikowska, Sebastian Stan y Harry Melling, entre otros, que hace preguntarse qué clase de historia puede haber concitado la atención de un elenco tan joven y, por lo general, protagónico.

La respuesta se desenvuelve por sí misma mientras The Devil All The Time plantea su trama: un relato coral que se extiende por unos buenos 15 años e involucra a una docena larga de personajes principales en un relato de violencia, venalidad y mucho sabor sureño.

Hijos, muertes y Dios

Acaso el protagonista real de este relato sea Arvin Russell (Holland), pero demora unos 40 minutos en aparecer en escena, porque antes veremos la historia de su padre Willard (Skarsgard), un veterano de la Segunda Guerra Mundial que llega con imágenes de pesadilla grabadas en su cerebro, y s su madre Charlotte (Bennett).

En paralelo ‒a este relato y a la historia de Arvin luego‒ tendremos el romance entre Sandy y Carl (Keogh y Clarke), quienes devienen perversos asesinos seriales de autopista. Y para cuando Arvin efectivamente protagonice algo, los relatos de un inmoral predicador (Pattinson) y de un policía corrupto (Stan) también tendrán lo suyo.

Y, que conste, no son las únicas historias importantes en la película que toma a pies juntillas el modelo “novela” que le da origen ‒a partir del libro homónimo de Donald Ray Pollock, quien oficia aquí como narrador en off, reforzando la sensación literaria‒ y da mucho aire y cuerpo para que vivan sus criaturas.

No corresponde adelantar la trama y cómo es que la vinculación entre todos los personajes mencionados va cobrando forma ‒para eso es que está la película (o el libro) ‒, pero sí concretar una idea que sobrevuela todas las interacciones y este universo cuyo centro termina por ser el poblado de Knockemstiff (un pueblo real de Ohio. donde nació Pollok): la creencia de que “la ausencia de Dios” determina las acciones.

Y bien que Dios parece estar ausente ‒y de ahí que el Diablo aparentemente esté haciendo horas extra- en este relato que recuerda literariamente a William Faulkner, por lo sureño, pasado por el tamiz de Jim Thompson, por lo violento, en que el director Antonio Campos construye cuidadosamente el entretejido que será la vida ‒y la muerte‒ de todos estos personajes.

Una trama con profundo arraigo en el cine negro ‒cabe aclarar que allí es donde los puristas pueden encontrar algún punto flaco: en su resolución final o al menos en el apremio de esta‒ que se propone cómo una propuesta clásica, potente y muy recomendable. Al alcance de un clic en Netflix.